Hola, amigos. 

Comenzamos otra temporada narrativa en Cuenta 140. El castillo es el tema de esta semana. La Real Academia de la lengua lo define, en su primera acepción, como “lugar fuerte, cercado de murallas, baluartes, foso y otras fortificaciones”. Sobre esto tendremos que escribir. Ya sabéis: no más de 140 caracteres con espacios. Y recordad, un relato es también un lugar seguro, que nos protege del sinsentido de la vida. Todo relato es un castillo en el que guarecerse de la confusión, pero no con murallas o baluartes sino con movimiento narrativo y personajes persuasivos, y claro, con un uso adecuado, pero artístico, del lenguaje. A ver cómo conjugáis todo ello. El castillo.

Estuvieron a punto de ganar estos poemas:

Gabriel Pérez

Las colinas de agosto se hunden

en las olas de mis ojos fosilizados.

Nadarán hasta julio en nuestras venas.

Ese primer verso no deja de recodarme al título de una gran novela corta de Pavese, “El diablo sobre las colinas”, que también era muy veraniega y oscura como esos “ojos fosilizados”. Estupendas imágenes, originales y potentes, para un cierre sensorial.

Huracanblue

Verdugos letraheridos

Instalan guillotinas de cobre

En el patíbulo de las avenidas

La concisión metafórica está muy ajustada a lo que se quiere decir, y por eso se logra una exactitud muy alta en la sugerencia. El segundo verso llama la atención por la elegante extrañeza que nos provoca, antes de la amplitud final. Muy buen nivel siempre.

Cecilia

He bebido de un mar precipitado

todo un bosque inabordable.

Soy página reescrita en la bruma.

Estupenda la imagen inicial con ese “mar precipitado” que es también la precipitación de la vida y del propio lenguaje, porque luego nos asomamos a un “bosque inabordable”. Al final, escribimos y vivimos para redimirnos, aunque sea entre la niebla.

Pero el ganador es

Juanjo Maíllo

Quien fuera tigre en llamas en agosto

es hoy mastín dorado en el ocaso

que se hunde olfateando un otoño que viene

Imágenes poderosas y muy plásticas, en un bajorrelieve que parece crecer en la escritura, con ese “tigre en llamas en agosto” que luego nos asalta, con su hermosa corporeidad en tenue decadencia, tal y como podemos disfrutar en el sugerente segundo verso, antes de que el hundimiento final nos abisme a la salvación que aún ha de venir.