Pocos directores pueden hablar con más conocimiento de causa de Shakespeare que Declan Donnellan (Manchester, 1953). Por eso leer sus reflexiones sobre la obra del bardo inglés, al hilo de las preguntas de Arantxa Vela Buendía, guionista y realizadora de TVE, resulta una experiencia iluminadora. Ambos sostienen una prolongada conversación en el libro Donnellan sobre Shakespeare (Bolchiro) en la que espigan los concienzudos y heterodoxos montajes que el regista ha construido sobre la dramaturgia shakesperiana. Vamos de sus tragedias (Hamlet, Otelo...) a sus comedias (Como gustéis, Medida por medida...), sin soslayar sus títulos postreros, cuando ya no estaba de moda pero seguía firmando joyas como Cuento de invierno o La tempestad. En España, por suerte, hemos podido disfrutar con frecuencia de sus producciones. Rara es la temporada que no nos visita. Y cada vez que lo hace deja constancia de la vivísima contemporaneidad de Shakespeare. Porque, en su caso, venerarle no significa tratarle con solemnidad. Toda la rabia, la locura y la pasión que contienen sus textos las hace fluir siempre a favor del espectáculo.

Pregunta. ¿Cuál fue su primer contacto con Shakespeare? ¿Cómo le marcó?

Respuesta. Creo que fue a través de la televisión en blanco y negro, donde vi algunos fragmentos. A mi madre la obligaron a aprenderse de memoria algunos pasajes de sus obras en Irlanda y de vez en cuando sonreía y repetía al mismo tiempo que los actores aquellos fragmentos que todavía recordaba. No tengo muy claro el impacto de aquello. Sólo que me parecía glamuroso y misterioso a un tiempo.

P. Ha puesto en pie ya quince obras suyas. Cuando fundó Cheek by Jowl, ¿lo hizo ya con la intención de dedicarse casi en exclusiva a su dramaturgia o esta insistencia se fue imponiendo sobre la marcha?

R. La verdad es que en un principio no tenía previsto centrarme demasiado en Shakespeare. Empecé a hacer alguno y poco a poco se fue convirtiendo en un territorio familiar. Hoy su obra es como mi hogar. Pero, ¡ojo, el hogar no siempre es un espacio seguro! Sí es el lugar que mejor dominamos.

P. Avanzaba sin hoja de ruta entonces.

R. Sí, no he trazado nunca trayectorias ni he planificado mi carrera. Pudiera parecer, a toro pasado, que sí he seguido un camino definido, pero yo nunca he sido consciente de estar recorriéndolo. Cuando los hijos de mis amigos me cuentan lo que van hacer con sus vidas, y veo que lo tienen todo planificado, paso a paso, sé que se van a llevar muchas sorpresas. Mientras estamos vivos es un error intentar extirparlas de nuestra existencia.

"Cuando fundé Cheek By Jowl no tenía previsto dedicarme demasiado a Shakespeare. Ahora su obra es mi hogar"

P. Ha dirigido compañías inglesas, claro, pero también rusas, francesas... ¿Hay mucha diferencia en su actitud a la hora trabajar con Shakespeare?

R. La diferencia entre los actores, ya sean británicos, rusos o de cualquier otro lugar, no es tan importante. Hay evidentes diferencias en los planos cultural y organizativo, sí, pero las cosas principales son comunes. Y,aparte de eso, un actor francés siempre es distinto de otro actor francés. Una distancia que puede ser tan amplia como la que hay entre el teatro francés y el finlandés.

P. Algunos títulos shakesperianos los ha llegado a montar dos veces. ¿De ese detalle se puede deducir que tiene una inclinación especial por ellos?

R. Aunque haya repetido con alguna, a mí las obras siempre me parecen distintas. Y los actores cambian. Es sobre todo de ellos de quien depende la forma final, más que de que cualquier concepto que yo haya formulado previamente.

La visita del extraterrestre

P. Si un extraterrestre recién llegado a la tierra tuviera tiempo sólo para ver una obra de Shakespeare a fin de conocer su esencia, ¿cuál le recomendaría?

R. La obra más adecuada para conocer a Shakespeare... Es muy difícil responder a esto. Lo extraño es que todas sus obras parecen a veces escritas por otro escritor, por un ‘nuevo’ Shakespeare. De todas formas, lo siento, ¡no me siento capaz de ayudar a un marciano! [ríe].

P. ¿Tanta veneración y tanta omnipresencia en la cartelera no pueden acabar haciendo de él una solemne estatua

R. No creo. Su obra siempre mantiene la frescura, a pesar de todo. Es su mercurial vivacidad la que nos conecta. Y aunque si se monta de una manera inapropiada puede hacer que pierda espectadores, a la obra no le afecta.

“El artista no debe contar la verdad. Su misión es crear ilusión para destruir la desilusión de este mundo”

P. Pero ese tipo de sacralizaciones suelen tener una consecuencia nefasta: los jóvenes se alejan de los escritores enaltecidos unánimemente al percibirlos como una obligación social y académica.

R. Hay que ver qué es lo importante en Shakespeare. Por ejemplo, la gente a veces presupone que Macbeth es un gran thriller envuelto en un lenguaje poético. Pero hay muchos thrillers magistrales. Lo que es único en Macbeth son las palabras. Shakespeare nos embarca en un mundo donde las usamos para incomunicar, para engatusarnos, para reafirmarnos... Es el mundo de la manipulación de nuestra imagen, donde las redes sociales tienen una influencia tremenda. A primera vista, Shakespeare puede parecer muy distante, pero pasado un rato uno empieza a sentir que está ante algo más profundamente relevante que su vida cotidiana y que muchas de las cosas que puedas encontrar en, digamos, Netflix.

P. Levantó una producción de El sueño de una noche de verano al principio de su carrera. Dice que es una pieza muy atractiva para los jóvenes por el ‘viaje’ lisérgico y amoroso que propone. ¿No tiene ganas de volver a remangarse con ella?

R. El sueño... es una obra maravillosa, sin duda, pero hay otras que pueden ofrecer una experiencia tan profunda como ella, sino más.

La hipótesis paranormal

Donnellan, en todo este tiempo frecuentándole tan íntimamente, ha alcanzado una gran complicidad con Shakespeare. Hasta el punto de sentir, confiesa, que en algunos momentos de los ensayos le cogiera del brazo y le guiase. ¿Esa cercanía llega incluso a propiciar algún tipo de conversación con él? Donnellan se sorprende ante semejante insinuación. “No, no, no olvidemos que ¡está bien muerto! Eso sería señal de que me he vuelto loco”, contesta risueño zanjando la hipótesis paranormal. “Pero, eso sí, nos dejó algunas matrices impresas que con un poco de atención pueden cobrar vida. Son palabras que exigen nuestra sangre, nuestra respiración y nuestra imaginación. El arte es un proceso que viaja por un camino que avanza entre la gente y la obra. La vida está en ese camino, no en la obra.

Un momento de su montaje de 'La tempestad'. Foto: Johan Persson

P. ¿Y cómo es concretamente el camino que nos debe conducir a la dramaturgia de Shakespeare?

R. No hay un sendero espiritual o místico entre él y nosotros trazado con esoterismos de ultratumba. Todas las palabras están muertas. Y sin nuestra capacidad para escucharlas atentamente seguirán así. Pero el polvo que las recubre puede producir un estallido de vida si nos concentramos, y cuanto más lo hagamos, más potente será su resurrección. Eso es todo lo que hace el arte. Necesita de nosotros para renacer. ‘Obra de arte’ es un nombre inapropiado. El arte sólo existe cuando se comparte. Sólo así respira.

La redención y el catolicismo

P. Cuando le toma del brazo, ¿percibe que lo hace un padre, un maestro, un amigo...?

R. Yo pienso que Shakespeare está abierto a cualquiera, siempre y cuando te aproximes a él con el cariño de un contemporáneo, no con la fría admiración que se procura a los monumentos. Hay que ir al encuentro con humildad y consciente de la propia ignorancia. No me toma con actitud prepotente o sabihonda, sino como un compañero más, lleno de curiosidad.

P. Habla con frecuencia en el libro de la dimensión espiritual de Shakespeare. Y concretamente de las oportunidades de redención que ofrece a sus personajes. ¿Qué influencia tiene en esto su presunto catolicismo?

R. No sabemos casi nada de las creencias de Shakespeare. Él se esforzó por ocultarlas y consiguió disolverse en sus personajes gracias a una espectacular capacidad de empatía. Es esa invisibilidad lo que hace de él un artista supremo y generoso. Yo tengo mi propia teoría sobre su catolicismo. Sospecho que nació católico, pero que no creía en la vida después de la muerte. Pero puedo estar muy equivocado...

P. ¿En qué sentido este libro puede resultar útil a aquellos directores que se enfrenten a un texto de Shakespeare?

R. Creo que todos los directores y actores que se acerquen a Shakespeare encontrarán su propia ruta. Y su relación con él, como todo, se irá desarrollado poco a poco. Nadie conoce la fórmula ‘correcta’, y si alguien dice conocerla, deberías salir corriendo lo más rápido posible en la dirección opuesta. No te molestes ni siquiera en pararte y tratar de razonar, la vida es demasiado corta para perder el tiempo. Como artistas, debemos saber que nuestro trabajo no es contar la verdad. Dejemos eso a los políticos. Nuestra misión es crear ilusión. E intentar hacerlo lo mejor posible, mintiendo lo mínimo. Pero aunque nos esforcemos, acabaremos mintiendo. Debemos perdonarnos y luchar para hacerlo mejor mañana. Porque si nuestra ilusión es sólida, conseguiremos destruir la desilusión. El mundo en que vivimos es cada vez más desilusionante. Por eso el arte es más necesario que nunca.

P. ¿Seguirá de moda los próximos cuatro siglos?

R. Imposible saberlo. Pero tiene muchas papeletas para lograrlo: porque habla sin circunloquios de lo que somos, del amor y de su pérdida. Suena como un cliché pero es así. Es fascinante su capacidad camaleónica para meterse en su piel. Shakespeare se vaciaba de sí mismo cuando escribía. Es algo que le abre caminos infinitos al actor y al público.

@albertoojeda77