Javier Azpeitia

El escritor publica El impresor de Venecia (Tusquets), un recorrido por la Vencia Renacimiento de la mano del legendario impresor Aldo Manuzio.

El escritor rastrea las huellas de Aldo Manuzio en El impresor de Venecia (Tusquets) "Aldo Manuzio consiguió sacar los libros y la lectura de los gabinetes y las universidades y puso a la gente a leer por la calle o tirado en un sillón gracias a la invención del libro de bolsillo", explica Javier Azpeita (Madrid, 1962). "Hizo que la lectura se acercara a la vida y eso es muy importante". El escritor ha rastreado durante los últimos años las huellas del célebre impresor italiano, que llegó a Venecia en 1489 y se convirtió en el primer impresor humanista en elaborar un catálogo y en mostrar preocupación por editar libros comerciales dentro de un proyecto intelectual. Azpeitia se mueve entre la ficción y la historia para ofrecernos una importante recreación del origen del negocio de los libros en una ciudad enloquecida y en un tiempo de crisis, con claras reminiscencias con el momento actual.



Pregunta.- ¿Cuándo y por qué se decidió a escribir esta novela?

Respuesta.- Empecé hace seis años porque me habían pedido que escribiera para una obra colectiva un cuento sobre oficios del libro. Me apetecía abordar la historia de Aldo Manuzio porque conocía a este personaje de siempre y lo admiraba mucho. Tenía que escribir cinco folios y cuando llevaba treinta me di cuenta de que era algo más que un cuento y me lance de cabeza a la novela. Sin embargo la inmersión en el Renacimiento fue más abrupta de lo que esperaba y tuve que bucear muy profundo para entender cosas que me sorprendieron desde el principio, principalmente su paralelismo con la actualidad. Este aspecto fue el que me llevó a pensar que había una novela ahí.



P.- ¿Curiosamente poco después comisarió una exposición sobre Manuzio en la Biblioteca Nacional?

R.- Sí, cuando ya llevaba cinco años con la novela me había convertido en todo un especialista en Manuzio. Había leído todo lo que se sabe ahora sobre él, todo lo que los historiadores han sacado a la luz a lo largo de los años. También había estudiado sus prólogos y había profundizado en el estudio de su entorno y en cómo había sido la implantación de las imprentas en Venecia, el cambio de paradigma del libro escrito y el impreso. Por eso tuve la suerte de participar en la exposición de la Biblioteca Nacional en el V Centenario de su muerte.



P.- ¿Cuál es la importancia de Aldo Manuzio?

R.- En un tiempo en el que los impresores eran simples técnicos que hacían libros como churros, él se paró a reflexionar sobre cómo podría hacerlos bien y elaboró un proyecto descabellado. Publicó los clásicos griegos en su idioma original, por ejemplo las obras completas de Aristóteles, en una época en la que los propios griegos no sabían hablarlo. Y lo puso de moda. Fue el primer editor moderno en una época de técnicos que hacían libros al tuntún. Pensó un catálogo literario de calidad y montó una editorial en el sentido que le damos hoy.



P.- En la novela aparece esta disyuntiva entre proyecto intelectual y comercialidad…

R.- Hasta las investigaciones de Martin Lowry , el gran especialista en Manuzio, se pensaba que éste era un emprendedor que había montado lo que podríamos llamar una editorial indie. Luego se descubrió que Manuzio vivió una época de grandes grupos comerciales editoriales y que él mismo fue una especie de invento de un magnate del momento, Torresano. Él le contrató y le dio el 5% de su empresa.



P.- Esta disyuntiva sigue estando muy a la orden del día.

R.- Si, por ejemplo Andre Schiffrin hablaba en el año 2000 de la edición sin editores y nos daba a pensar que la edición cultural, en su fondo original, estaba muerta. En Venecia la edición dio lugar a empresas modernas que buscaban simplemente ganar dinero con productos culturales. El libro es el primer producto industrial, hecho de manera mecánica por muchas personas de distintos oficios que formaban una cadena casi 'fordiana'.



P.- ¿Cómo era aquella Venecia de la época?

R.- Venecia era el centro comercial de Europa. Era el punto en donde se unía el camino del mercado de Oriente con el mercado europeo. A Venecia llegaban las especias, la seda y los esclavos desde Alejandría y otros puntos asiáticos, y desde allí se repartían por toda Europa. En aquellas condiciones el senado veneciano decidió ceder suelo y facilitar la instalación de empresas de impresión porque ellos no producían nada y les pareció una oportunidad de futuro. Los alemanes descubrieron que era muy buena opción instalar allí sus empresas puesto que tenían el camino abierto para repartir los libros por toda Europa.



P.- ¿Cómo era la vida en aquella época en Venecia? R.- Hay cosas que ahora nos parecen sorprendentes. En la Edad Media, no solo en Venecia, el vino era la bebida más común por encima del agua. El agua estaba absolutamente contaminada en cualquier ciudad medieval un poco importante. El vino era una especie de panacea, de medicina para todo a partir de los 35 años. Venecia era una especie de Manhattan, una ciudad en la que se reunían gente de todas partes. Había mucha esclavitud, pero una esclavitud que en segunda o tercera generación no era detectable. La gente se integraba excepto cuando se trataba de etnias fácilmente reconocibles, que tenían más problemas de integración. Era un inmenso mercado en el que se intercambiaban productos y era un gran centro de producción de libros con muchos con muchos inmigrantes del Imperio Bizantino.



P.- ¿Cómo de importante fue para la construcción de Europa la invención de la imprenta y el retorno a la cultura clásica?

R.- Fundamental porque la imprenta es el principio de la empresa moderna. Esa empresa en la que todavía, como vemos claramente, no ha entrado la democracia. Eran sistemas fuertemente jerarquizados por comerciantes emprendedores que se asociaban en grandes grupos internacionales, que deslocalizaban puntos de producción buscando mano de obra barata. En las hambrunas llegaba a Venecia gente del campo que vivía hacinados en edificios... Era un centro preindustrial y las imprentas se convirtieron en el germen de la empresa capitalista actual.



P.- La novela conjuga un relato de aventuras con la novela pasional y la narración histórica, hay varios narradores y distintos estilos… ¿Cómo se equilibra todo esto?

R.- Es difícil mantener el equilibrio entre ficción e historia. Es como tener un pie en el puerto y otro en la barca con el peligro de que los dos se alejen y te caigas al agua. El tema principal de la novela, el que agrupa todos los asuntos que hay en torno a él, es la pelea de un hombre de letras por enfrentarse a la vida y no dejar que los libros le alejen de ella. Cuando Aldo Manuzio llegó a Venecia era un hombre mayor de 45 años que estaba acostumbrado a vivir en una pequeña población en la que era el maestro de príncipes. Venecia, en palabras suyas, parecía más un mundo que una ciudad.



P.- ¿Es el libro una defensa del epicureísmo?

R.- También. Frente a esa vida moderna deshumanizada que encontraba Aldo quedaba otra posibilidad. Era remota porque Epicuro desde la Antigüedad había sido prácticamente barrido. Aldo Manuzio editó pocos libros dos veces, pero lo hizo con Epicuro: una de ellas en el formato folio normal de la época, y la otra en el formato de bolsillo que el mismo inventó. Al publicar dos veces a Epicuro dejo muy señalado que el epicureísmo le interesaba especialmente. Y a partir de ese hecho histórico he encontrado yo una vía de escape, de acercamiento a la vida, en este Aldo Manuzio que tiene un pie en la ficción y otra en la historia.



@JavierYusteTosi