Ángel Marcos

El fotógrafo expone Alrededor del sueño (5). Barcelona en la galería Trama, en el marco del primer Barcelona Gallery Weekend.

Lleva años viajando con su cámara de fotos con el objetivo de retratar cómo ha incidido e impactado la globalización en el mundo. Todo empezó en Nueva York, retratando Manhattan y su skylight desde fuera. A modo de "isla del tesoro, la imposibilidad de acceder a todo lo que propone, a su riqueza eterna", dice Ángel Marcos (Medina del Campo, 1955). Pero no solo como narración sino "como aspiración de ese sueño que vemos que no avanzamos y muchas veces es mejor no alcanzarlo para que siga siendo sueño", admite. El siguiente paso fue Cuba, el sueño de la revolución y de una sociedad igualitaria. Después vendría China "que ha combinado una economía devoradora con una política de control ciudadano". Y Madrid poniendo el foco en Europa, "en la tensión norte-sur, la dicotomía entre vida la funcional y la razonada", apunta Marcos. El fotógrafo, que ha sido testigo de cómo los iconos turísticos de las ciudades contrastan con la soledad y la pobreza del entorno, inaugura Alredor del sueño (5). Barcelona, una exposición que se inaugura en la galería Trama dentro de la programación de la primera edición de Barcelona Gallery Weekend.



Pregunta.- Después de Nueva York, Cuba, China y Madrid llega Barcelona.

Respuesta.- Barcelona me encantó por varios motivos, uno de ellos es el paradigma de ciudad mediterránea. Me interesó porque es diferente a las otras ciudades, no es tan global en términos económicos y políticos pero sí en reconocimiento cultural.



P.- El periplo tiene como objetivo retratar el impacto de la globalización en diferentes partes del mundo. En el caso de Barcelona, ¿qué es lo que más le ha llamado la atención?

R.- Siempre los límites de la ciudad. No me gusta llamar ciudad porque en término estricto, en el caso de estos espacios tan grandes, no es preciso. Son urbes, neociudades. La politización se hace de espalda a los ciudadanos. Hablar de Barcelona, es hablar de Las Ramblas, de la Sagrada Familia pero lo cotidiano es otra historia. Al igual que Madrid, son lugares que se reconocen a través del invitado, del turismo. El principal problema es que el turismo se apodera de todo. Y en Barcelona es una contradicción ahora que busca y reclama su identidad política. En el Rabal se hablan muchas lenguas y me interesaba esto. Se trata de cómo se construyen las ciudades, dependiendo del entorno geográfico hay más vinculación con el alcalde que con los gobiernos. Se toman decisiones en despachos olvidando la normalidad de a quién se refiere. La globalización nos ha ofrecido algo, que es que contactamos pero también nos ha traído la pérdida de lo económico sobre lo político. Es como dice Calvino en Ciudades Invisibles; "para ellos el deseo está en el recuerdo".



P.- Hay muchos iconos en la ciudad que todos reconocemos. Pero algunos ya se han convertido en parte del imaginario turístico.¿ Cuál es el reverso de esa cara?

R.- En Barcelona es curioso. La burguesía catalana, la sociedad civil tenía mucho privilegios. Está el Liceo, el Palau, donde no hay balcón real. La arquitectura catalana era indiscreta. Esto cambia a partir de las Olimpiadas y se pasa a la ciudad vertical, igual en todos los sitios, buscando la iconicidad internacional. Incluso Gaudí, que nunca fue buen visto, era una alusión al bestialismo arquitectónico. Es importante esto porque en Barcelona hay esa dicotomía; el centro turístico y la vida en el ensanche. He trabajado esto pero sobre todo en la periferia, esos lugares no reconocibles. Lo que sale en las guías es de postal y hay vida estructurada en la periferia que es como en los pueblos. Barcelona, además, no es tan global como Madrid o Nueva York porque no hay tanto poder económico.



Imagen de Alrededor del sueño (5). Barcelona

P.- Ha visitado diversas ciudades y culturas en busca de estos impactos. ¿Cuál ha sido el que más le ha impactado?

R.- Cada una tiene diferentes historias. Nueva York, fíjate qué tontería, por sus luces, su transformación y por su actividad durante todo el día. La Habana, primero porque con Cuba tenemos este amor odio mezclado con sueños posibles. Y por esta permanencia, al sentimiento, a la vitalidad. Shangai y China, quizás, me impresionaron por los tamaños. Madrid fue la ciudad que más me costó porque habito por temporadas y lo que conoces te cuesta más. Con lo que no conoces eres más atrevido pero Madrid me censuraba. Y Barcelona es la gratitud.



P.- Fotografió Cuba hace unos años. Ahora que ha llegado la apertura con Estados Unidos puede que el paisaje del país cambie. Tal vez lleguen grandes cadenas y multinacionales. Si esto ocurre... ¿volvería para hacer una segunda parte en la que se retrate la nueva cara del país?

R.- A Cuba volveré siempre que pueda pero por cuestión de rememoración. Cuando esto pase, espero que no se llegue a que la retórica vuelva a situarlo a como estaba antes de la revolución, a esa esclavitud económica. Sino que haya servido para que los cubanos tengan acceso a recursos económicos y a su dignidad, que en ocasiones casi la han perdido.



P.- En muchas de sus fotografías se ve el contraste de grandes edificios con la soledad, la pobreza... ¿quiere mostrar que detrás de cada avance en la urbe hay un retroceso con las personas?

R.- Se trata de la memoria, una memoria afectiva, del apego que a veces se pierde. Esto me lleva a mi territorio, a Castilla, a mis soledades y penurias. En China hacía fotos correctas pero les faltaba el punch, el aura de las cosas. Lo encontré cuando me fui a la periferia de Shangai y Hong Kong. Ese sentido de exclusión y pertenencia. Me siento cómodo allí donde mi memoria permanece reconocible y donde más tranquilo y mejor lo hago. Pero lo tengo que comparar y me gusta este contraste de la Torre Azca de Barcelona junto a las ruinas, por ejemplo.



P.- ¿Cómo ha cambiado la disciplina desde que empezó?

R.- Yo creo que ha cambiado lo técnico, lo matérico o la forma de hacer que condiciona al resultado, a la obra acabada. Pero también hay mucho entretenimiento. Ha habido discusiones sobre el uso del blanco y negro o el color, sobre una fotografía directa o indirecta. Otra discusión, bajo mi punto de vista, ha sido la fotografía digital o no digital y esto lo que anuncia es una ausencia de discurso más allá. Pero la disciplina tiene tropas de seguidores. Dicho esto creo que en general todo el mundo de la imagen está desbordado por la tecnología. A mí me he encantado porque he vivido en lugares donde apenas llegaba casi nada y el hecho de controlar todo el proceso me ayuda a tomar decisiones. Desde que pienso hasta que acabo todo el proceso está en mi mano. La mayor influencia es que el mundo está demasiado fotografiado. En todas partes, en cada acto, hay una imagen.



P.- Además hoy en día hay un auge también con la lomografía

R.- De la lomografía y de las técnicas antiguas, del procesado, color y número. Esto es como escuchar a los Beatles. El problema es la superproducción pero esto pasa en todas las artes. Vivimos en la superproducción y en la escasez, conjugar esto es el esfuerzo para intentar que sea más lógico. Tiramos mucha leche porque hay mucha producción y al mismo tiempo hay mucha gente que no tiene y muere de hambre. El mundo nunca ha estado mejor retratado.



@scamarzana