Patrícia Soley-Beltran. Foto: Santi Cogolludo

Patrícia Soley-Beltran presenta en Madrid ¡Divinas! Modelos, poder y mentiras, último Premio Anagrama de Ensayo.

Patrícia Soley-Beltran, antes de ser modelo, y antes, por tanto, de establecerse en la Universidad de Aberdeen (Edimburgo) y dedicarse a investigar y a escribir, tuvo una crisis de identidad, cuando era niña: "No sabía si quería ser irresistiblemente seductora como Rita Hayworth, o aguda y penetrante como un intelectual francés". Porque no son compatibles las dos cosas, ¿verdad? "Eso pensaba al principio, pero ahora ha pasado el tiempo y la verdad es que Rita y el intelectual se llevan bastante bien". Soley-Beltran ha ganado el último Premio Anagrama de Ensayo con ¡Divinas! Modelos, poder y mentiras, un libro sobre las relaciones entre el cuerpo, la identidad y el deseo a partir de un análisis no de la industria de la moda, sino de las modelos mismas. Recorre para ello la historia de los maniquís humanos, desde la primera modelo conocida, de mediados del siglo XIX, al boom de las supermodelos en los años noventa. Para entonces, en la última década del pasado siglo, Patrícia ya había abandonado las pasarelas (dice que las pasarelas la abandonaron a ella), pero a cambio hoy es doctora en Sociología del Cuerpo y licenciada en Historia Cultural por la Universidad de Aberdeen.



Pregunta.- ¿Desde el comienzo tuvo claro que quería que en este libro el análisis y la investigación se sirviesen de su biografía?

Respuesta.- Creo que mi experiencia, o mi caso, me ha servido para transmitir mejor lo que quería contar; es decir, para que alguien que no tenga ni idea de este tema pueda enterarse mejor. Durante muchos años yo no quise hablar de mi experiencia personal, pero me insistieron y finalmente decidí hacerlo. Luego, cuando regresé a Barcelona, empecé a hacer el trabajo de campo con las modelos y eso me sirvió para explorar mi experiencia personal.



P.- ¿Cuáles fueron las primeras preguntas que se hizo?

R.- Pues la primera fue por qué esa niña que era yo se identificaba con determinados modelos [en el libro escribe Soley-Beltran: "Debía adquirir modelos refinados, lucir siempre correcta y atildada, ser ordenada, hablar poco y no enfadarme nunca (...) Me aplicaba tanto en la interpretación del papel que me había tocado que dejé de jugar al ajedrez porque se me antojó que podría parecer demasiado lista y temía que eso ahuyentara a los hombres]. A partir de ahí, y ahondando en esa duda, he conseguido profundizar en la teoría.



P.- Habla del capitalismo como una religión, quizá la más fuerte que existe. ¿Qué culpa tiene del actual culto al cuerpo?

R.- Estoy de acuerdo con Walter Benjamin en que el capitalismo imita las estructuras de los sistemas de creencias religiosos, espirituales, que se apropia de una retórica religiosa para llegar a lo más profundo de nuestro ser, a través del cuerpo, la identidad, la necesidad de la belleza, del amor... promete un mundo ideal, es obvio que lo hace. En mi libro trato de demostrarlo, y en mis clases y conferencias muestro imágenes que son la prueba empírica de esto es así.



P.- La fiebre por el deporte, el footing, los gimnasios, la vida sana, etcétera, ¿en qué medida es una consecuencia?

R.- No creo que se pueda hablar aquí de consecuencia. Hay que hilar muy fino con esto: los griegos cultivaban su cuerpo y no existía el capitalismo. La cuestión es que hemos pasado del cultivo al culto al cuerpo. No se trata de rechazar el cultivo, sino de entender que este paso del cultivo al culto está muy relacionado con el consumo, con una economía política de consumo.



P.- Hay un momento en el libro en el que recuerda una de sus primeras sesiones fotográficas en la que el fotógrafo le pedía una actitud abiertamente sexual. Se sorprendió entonces, pero porque nunca había pensado en ello. ¿Qué papel juega el erotismo en todo este sistema de consumo?

R.- Lo que el sistema hace es convertir a las personas en fetiche. La modelo como fetiche del hombre al que se le dice que tiene que desear a un tipo de mujer. Hay un erotismo, pero lo que se hace es desviarlo, y convertir en cosas a las personas. Hay veces que ves a modelos que son niñas, y no tendrán más 13 o 14 años y no han hecho el amor en su vida, pero tienen que jugar al mismo juego. Hay que tener en cuenta también que a esa especie de encantamiento del glamour contribuye nuestra mirada, tanto la de los hombres como la de las mujeres. Es como si llevásemos unos filtros en los ojos y no fuéramos conscientes de ello.



P.- Afirma en el libro que muchas veces las modelos, despojadas de todo ese "disfraz" de glamour, son muy difícilmente identificables por la calle. Que la mayoría no llaman la atención.

R.- Sí, aunque depende de qué modelo. Las modelos se quejan mucho porque la gente piensa que las que salen en las fotos o desfilan en las pasarelas son personas reales, y no lo son. Lo que vemos es una película, tan solo eso, es como ver actuar, no sé, a Keira Knightley. No es una persona de verdad, sino alguien que cede su imagen para crear una ficción.



P.- La Iglesia habla de algunos de los problemas de los que habla usted, pero los achaca a un clima de decadencia moral, ¿hasta qué punto está de acuerdo con esto?

R.- Bueno, yo estoy bastante al día de lo que dice el Vaticano, sobre todo con este Papa, que me encanta. Y me gusta que hablen (lo llevan haciendo mucho tiempo) de esa puesta del deseo y la sexualidad al servicio del consumo. O de cómo se está poniendo a la juventud como un valor en sí mismo, cuando lo que se consigue justamente es crear una presión intolerable sobre esta franja de edad tan vulnerable.



P.- ¿A quién le recomendaría su libro?

R.- Yo creo que es un libro para todo el mundo, no solo para las mujeres. Es que esto de "para mujeres" es ya en sí mismo un engaño. ¿Qué es para mujeres? ¿Todo lo que escriben las mujeres es para mujeres? Por ejemplo las revistas para mujeres son para no comprarlas. A mí últimamente me piden consejo de algunas publicaciones que quieren tener más éxito de ventas. Yo siempre les digo que lo que tienen que hacer es algo muy básico: hacer sentir bien a las mujeres, y no gordas, feas y blancas, como ocurre en muchas de estas revistas. Yo me lo tomo con sentido del humor; la verdad es que si las mujeres no tuviéramos sentido del humor estaríamos todo el día con las pistolas.



@albertogordom