Kiko Amat. Foto: Alberto Gamazo

El escritor reúne en Chap Chap (Blackie, 2015) sus mejores -y peores- artículos comentados.

Escribe Kiko Amat (San Baudilio de Llobregat, Barcelona, 1971) en el prólogo de Chap Chap que revisitar todo lo que uno ha escrito es "una faena deprimente a más no poder, y que puede ser un duro golpe para el amor propio de cualquiera". Así, el escritor y articulista de Sant Boi afirma haber entrado "en crisis" al concluir la tarea aunque advierte también que no durará mucho. Y es que el Amat anfetamínico y cuasi bipolar se exhibe en los artículos -y aún mejor, en las apostillas- de este libro en todo su espectacular desenfreno. Aquí hay música a puñados pero también trasiego de cervezas y endorfinas, memorias vandalizadas, cine, literatura, propuestas para padres desesperados e incluso un ajustado y lúcido teorema sobre el articulismo. Amat nos cita al teléfono a primera hora de la tarde. No hemos tenido suerte, ya han salido un montón de entrevistas suyas en otros medios y encima sus editores nos han pasado las mismas fotos suyas que han publicado todos los demás luciendo tatuajes y haciendo como que boxea y que, nos aseguraron, eran "rigurosamente inéditas"...



Pregunta.- No empezamos con buen pie...

Respuesta.- Jajajá. ¿Sabe lo que pasa? Es que de esa serie de fotos en la que salgo haciendo el mongo hicimos muchísimas así que es posible que tengan razón mis editores.



P.- ¿Es de los que disfrutan como las promociones de sus libros o de los que las lamentan?

R.- Claro que disfruto. Decir que no disfrutas de la promoción es una cursilería de pijo. Si uno ha tenido un curro razonablemente de mierda como yo, esto, evidentemente no es trabajar, como no paran de recordarme todos mis amigos. Esto es zanganear por España después de haber estado encerrado en tu cubículo, eso sí, unos cuantos meses. Las promociones son siempre divertidas. Desde que no escribo novelas, y no tengo la menor intención de regresar a ellas, quiero salir, quiero que me dé el aire, que he estado demasiado tiempo encerrado aquí desde donde hablo contigo, en calzoncillos o en pijama dependiendo de la época del año.



P.- A la hora de armar los contenidos de Chap Chap, ¿tenía en su cabeza una idea de obra más o menos definida o ha ido releyendo y decidiendo sobre la marcha por puro placer?

R.- La verdad es que no recuerdo el orden de factores. Yo buscaba algo al modo inglés, es decir, que hubiera un cierto input posterior que pusiera el contexto a lo que había escrito pero que no supusiera tampoco una faena, porque a mí me gustan las colecciones de artículos sin más. Al empezar a hablar con el consejo editorial de Blackie -formado por una sola persona- vimos que había una historia vital y vivencial en los artículos y que algunos de ellos, como es el caso de mis seis peores artículos, se tenía que explicar bien. Por ejemplo, a qué miasmas insondables se había sumergido el autor en la época de escribir semejantes sandeces. Todo ese proceso fue apareciendo con el tiempo convirtiendo al libro en una especie de cornucopia de lo mejor y peor del autor explicado de forma enjundiosa.



P.- Recuerda Nadal Suau en su reseña de Chap Chap que, "si Oscar Wilde escribió que la crítica es la única forma válida de autobiografía", usted extiende esa opinión "a una categoría más amplia de la Crítica: 'Cualquier Cosa que Alguien te Publique...'" ¿Nos encontramos aquí como una biografía articulada?

R.- Sí, pero la biografía no ha hecho falta recopilarla, ya estaba hecha. He crecido leyendo a los grandes columnistas ingleses de siempre que creaban un pacto de intimidad con el lector. Desde una primera persona innegociable aprendías un universo de todo tipo de artefactos y disciplinas artísticas. E, igual que mis héroes, he construido mi biografía a base de artículos que en apariencia no tenían nada que ver con esa biografía. Creo que mis lectores ahora me conocen íntimamente del mismo modo que yo conocía a aquellos columnistas, saben dónde vivo y dónde encontrarme, -aunque eso no es difícil, soy el tipo más localizable del planeta porque sólo puedo estar en cuatro sitios- conocen a mi familia -demasiado según mi mujer- saben de dónde vengo, mi relación con los narcóticos y mis batallitas de la adolescencia... Y todo explicado en artículos que no eran autobiográficos. Yo los hice autobiográficos.



P.- No dejan de preguntarle por su exposición en primera persona en cada artículo, por la falta de pudor, etc. Y usted recuerda que, cuando empezó a escribir desde la confesión, aquello parecía entonces inaceptable. Hoy, sin embargo, la autoficción triunfa y todo el mundo escribe de sí mismo. ¿No corren así el riesgo tanto la literatura como el periodismo de despeñarse en una competición de egos donde la historia a contar sea sólo un añadido?

R.- Claro, no dejo de decir que no somos blogueros, esa no es la disciplina en la que hemos afilado nuestras herramientas, lo que somos es contadores de historias y mi talante y mi naturaleza pasa por la digestión pausada. Uno tiene que ser capaz de llegar al lugar desde donde pueda contar esa historia. Yo no conté mi adolescencia hasta que pasaron 25 años pese a pensar constantemente en ella. La aparición del yo no niega la historia, es al revés. Lo que ocurre es que existen hoy primeras personas que son antagónicas a la mía. Cuatro tipos en realidad: la primera persona solemne; la primera persona victimista, melodramática y maldita, una mala destilación del peor Lou Reed de los setenta; la primera persona sin sentido del humor, que habla de sí misma con afectación y sin comicidad; y por último, la primera persona heroica que siempre está por encima, siempre tiene la última palabra. Todo este cosmos de primeras personas son primeras personas pero lo son desde perspectivas completamente opuestas a la mía.



P-. A los autores les empezó a gustar hablar tanto de sí mismos que hoy se tiran todo el día haciéndolo en Facebook y uno se pregunta cuándo demonios escriben...

R.- Ahí está el tema, esa inmediatez de las redes sociales no puede ser. Del mismo modo que la emoción que parece surgir de la profundidad de tus intestinos, en novela sólo se consigue con el mayor de los artificios, lo contrario de la inmediatez. Logras un párrafo brillante no porque lo hayas vomitado sino porque has aplicado una serie de mecanismos narrativos para obtener esa brillantez. Del mismo modo, lo de contar que acabas de bajar a comprar el pan no se explica bien con inmediatez, sino con digestión, paso del tiempo, reflexión sobre la voz que quieres usar, lo que debes dejar fuera... Y no hablo de dejar fuera el pudor. Yo, por ejemplo, desde muy joven me di cuenta que mi patetismo y ridiculez hacían mucha más gracia que mis momentos ultrabreves y fugaces de heroísmo. De hecho cuando contabas el día que echaste cuatro polvos la gente decía no creerte, no funcionaba. Mientras que las partes de auténtico derrumbe y caída libre proporcionaban enorme solaz. Y hay que dejar fuera la paz, hay que dejar fuera la felicidad, que no la diversión.



P.- Jeff Bezos, el gurú de Amazon, cuenta que su portal de ventas se disparó sorprendentemente cuando comenzaron a admitir comentarios negativos a sus artículos. ¿A usted qué le llevó a incluir en Chap Chap sus más vergonzantes artículos?

R.- En una biografía en construcción debes mostrar a menudo tu lado peor, te encuentras inevitablemente con las partes menos agraciadas de tu constitución, de vanidad, de chifladura, de crueldad... Todo el espectro de pecados particularmente masculinos. ¿Por qué los pones? Porque quieres dar una imagen completa de quién es ese sujeto falible y con tendencia a estropear las cosas. No quiero ponerme pionero pero no he leído a nadie que lo haya hecho. Caitlin Moran habla de sus artículos horribles pero no se atreve a publicarlos. Yo sí y le voy a decir una cosa que me abochorna...



P.- Dígamela, por favor.

R.- Me abochorna mucho más la cursilería que la crueldad. Me fastidia haber sido cruel en un artículo pero lo que me da ganas de esconderme en mi madriguera y no salir nunca más es haber sido melindroso y cursi, lo que no suele ser parte de mi voz y se me debió escapar en el artículo aquel sobre los Magnetic Fields que reproduzco en Chap Chap. Debía estar intentando cortejar a alguien porque no hay otra explicación que no sea fenomonal. Recordemos los chistes políticamente incorrectos sobre tartamudos o jorobados. Tu reacción corporal es de carcajada pero sabes que no está bien reírse de determinadas minusvalías aunque el humor funcione así. ¿Pero me descojono yo de estos artículos? Sí y no. Me vuelvo a leer el de los heavies, por ejemplo, y me hace reír, me gusta cómo está organizado, las hipérboles... pero era como un superhéroe que utilizara sus poderes para el mal. Hipérboles memorables y comparaciones tremebundas que me siguen haciendo reír pero al servicio del mal. Sabes que no usaste bien tus talentos.



P.- Siendo un escritor caracterizado, por así decirlo, por una clara conciencia de clase obrera, la política apenas enseña la patita en Chap Chap. Da la sensación de que, en realidad, nunca le ha interesado mucho y, en cualquier caso, mucho menos que la música, la literatura o los bares. Aunque sí hay un momento en que critica, a propósito de Vila-Matas, a esos escritores catalanes "que se desclasan rápidamente"...

R.- Es que veo un tipo de retórica en la izquierda, y eso que yo soy de izquierdas y aún de extrema izquierda, que es muy pacata, una voz muy timorata, buenista y con muy poco humor salvo con excepciones como Mongolia. Porque si cierras filas y no te puedes reír de la izquierda, entonces ya no te puedes reír de nada. Por eso siempre he sentido que estaría haciendo un flaco favor a la izquierda si hablara como ellos hablan. Yo dejo claro mi posicionamiento cuando puedo pero no es de lo que me apetece hablar. Y además soy de Sant Boi y tiendo muy rápido a faltar a la gente. Admiro a la gente que es capaz de hacerlo, como David Fernàndez. Pero creo también que en ese artículo del desclasamiento que señala faltaba un comentario. No explico bien que entiendo en realidad ese desclasamiento. Lo comprendo por edad, entiendo a Loquillo, esté de acuerdo o no con las cosas que dice hoy. Entiendo que Marsé viajara del Carmelo a la Gauche Divine. Era muy temprano para ellos y la burguesía podía deslumbrarlos. Pero cuandoescribí mi primera novela ya tenía 33 años, me pilló mayor, con un círculo de amistades sólido y con vínculos subculturales y de clase obrera perfectamente diáfanos. Nada podía cambiar ya mi perspectiva y por eso no me desclané. Y en ese artículo condenaba el desclasamiento pero lo entendía. A mí me pudo haber pasado perfectamente.



P.- A propósito, ¿ha hecho las paces con Lenore después de que se enzarzaran en la Red a cuenta de lo hipster y la repolitización de los tiempos?

R.- Es que estas disputitas de la Red no son ni peleas en realidad. A mí es lla perspectiva de Lenore, aunque tenga una intención benefactora y de izquierdas, en el fondo lo que ilustra es la posición del hampón o mafioso arrepentido que de pronto se pasa, se evangeliza. Es un discurso de sermoneador. Yo fui a un colegio de curas y los sermones me dan pavor. A mí nadie me viene a explicar lo que es la clase obrera especialmente si nunca ha conocido a nadie de clase obrera. Me pone tan frenético como esos personajes de las novelas del XIX, gentes nobles de clase obrera. Eso es no haber entrado nunca en ningún barrio, clichés del que imagina los barrios. ¡Qué barrio! ¡Eso es Barrio Sésamo!



P.- En la introducción a Chap Chap anuncia hallarse en una atroz crisis de autoconfianza, aunque en la nota al pie que la apostilla advierte que pronto volverá a estar entre las nubes como un dirigible en llamas.... Ummm y ahora..., ¿se corta las venas o se las deja largas?

R.- Jajajá, ehhhh, yo creo que estoy en el típico momento de excitación, diversión y protochifladura que no se parece en nada a ser feliz pero es altamente gratificante por otras razones. Ha sido muy gratificante hacer Chap Chap pero ando desbocado.