Rubén Amón

El periodista publica El tigre mordió a Cristo (Un bestiario), una colección de descripciones y retratos de personajes que ha encontrado o entrevistado a lo largo de su carrera.

Rubén Amón (Madrid, 1969) estaba leyendo las memorias de Aznar cuando se le ocurrió la idea. "Si él pudo inventarse un género nuevo, que es el de la autohagiografía, ¿no podía yo escribir, por ejemplo, una colección de memorias multiplicadas?". Lo que le salió es un bestiario, un desfile de caricaturas de personajes extremos, disparatados, entre los que están Monica Belluci, Mickey Rourke, Gèrard Depardieu o Rafael de Paula. A todos los conoció en persona, incluidos aquellos que no son para nada conocidos. El título, El tigre mordió a Cristo, tiene su origen en una anécdota delirante: Jesulín de Ubrique tenía en su casa un tigre que mordió a su sobrino, de nombre Cristo; Amón estaba delante y, como manda el oficio, dejó la grabadora puesta. "Me gusta pensar que soy como esos dibujantes que se colocan en la Plaza Mayor y retratan a los personajes que pasan sin involucrarse demasiado con ninguno".



Pregunta.- Ha calificado este bestiario como un antídoto contra el egocentrismo. ¿Contra el egocentrismo del periodista?

Respuesta.- Sí, aunque también a un nivel más general. Creo que hablar de uno mismo desde casi el onanismo es un mal bastante arraigado y extendido. Conviene tomarse menos en serio lo que uno representa por muchas experiencias que haya tenido.



P.- ¿Cómo equilibrar eso con un periodismo personal, que no se limite a la prosa de teletipo y al texto aséptico y simplón?

R.- Yo soy muy partidario del periodismo de autor, pero es que eso no significa que el periodista se convierta en noticia. Lo que conviene es vaciarse de uno mismo para contar lo mejor que se pueda las cosas. Esto no implica renunciar a la primera persona, significa colocar el centro fuera de uno por mucho que sea uno el que cuenta. Creo que hoy vivimos en la era del periodismo espectáculo y el periodista insiste en convertirse él mismo en la noticia. Y no solo en la televisión, que es donde más se da este fenómeno, sino también en la prensa escrita. A mí me resulta muy embarazoso ver a esos líderes de opinión colocándose en el centro, sobrevalorando su papel.



P.- ¿Era importante para usted haber tenido contacto con los personajes de los que se ocupa?

R.- Conocerlos sirve, lo primero, para saber que los grandes personajes y los grandes iconos no tienen por qué ser en persona lo que representan públicamente, que para un futbolista estar a la altura de su talento deportivo cuando habla es realmente complicado. Me he centrado sobre todo en personajes en fase crepuscular, en la fase decadente, para mostrar cómo es un mito que agoniza. Por eso es un libro de carácter tragicómico.



P.- Pero el periodismo mitifica, es inevitable, ¿no?

R.- El periodismo sigue muchas inercias y respeta la construcción propagandística de muchos personajes. Yo creo que debería hacerse un esfuerzo para desligar la propaganda de la realidad, en el ámbito político sobre todo. No tenemos que creernos que el Beckham del anuncio que aparece marcando goles en una portería enana sea el que luego se pone a jugar.



P.- Este bestiario da muestras de su versatilidad como periodista. Parece que hoy se tiende a lo contrario, ¿no es así? A especializarse cada vez más, y no solo en periodismo. ¿Qué consecuencias, buenas o malas, puede tener esto en el oficio?

R.- Mi versatilidad proviene de la gimnasia de haber sido corresponsal tantos años en Roma, en París, en Los Balcanes. En mi caso obedece a la curiosidad también; yo debo ser el periodista menos corporativo y premiado que existe. Y el menos vinculado a la mitología del periodismo. Para mí el periodismo ha sido una manera formidable de alimentar mi curiosidad. Es cierto que el periodismo tiende hoy a la especialización, pero también tenemos a esta figura ubicua del tertuliano, y sé de lo que hablo, cuya versatilidad es fundamental. Montanelli decía que el periodista es un océano de sabiduría con un centímetro de profundidad; yo pienso que es más bien un milímetro.



P.- Muchos periodistas que, además son tertulianos, confiesan en privado que la tele es algo que hacen un poco obligados. Que si pudieran lo dejarían. ¿Es su caso?

R.- Las tertulias deben ser el medio peor pagado de la profesión, así que por dinero tampoco se hace. Es un formato que proporciona audiencia muy notable con un presupuesto muy bajo. Formamos parte de un esquema y podemos cuestionar o no un esquema pero no podemos responsabilizarlo del descaro con que los tertulianos hablan de todo. Es una dimensión del periodismo espectáculo y el tertuliano se une al circo con su papel modestamente remunerado. Pero también quiero decir que en muchos casos se puede participar muy positivamente en el debate, ya que en muchas tertulias hay bastante más rigor del que se piensa.



P.- ¿No sé ha hartado ya de la realidad? ¿Escribirá una novela?

R.- ¡No tengo imaginación! Mi imaginación llega hasta el punto de exagerar la noticia. Los periodistas tenemos esa tendencia a exagerar, aunque esto suponga tensar la noticia, y se hace con titulares, con enfoques... Pero novela no. Mi pudor y mi falta de imaginación me impiden ser novelista.