Javier Fesser

El cineasta vuelve con la segunda entrega de Mortadelo y Filemón contra Jimmy El Cachondo

Seis años después del Goya por Camino, Javier Fesser (Madrid, 1964) regresa al mundo de Mortadelo y Filemón por la puerta grande en su segundo filme sobre los emblemáticos detectives, que se enfrentan esta vez a Jimmy El Cachondo, un villano con la risa floja para quien la destrucción es diversión. De los personajes de carne y hueso de su primer filme sobre el asunto a la animación, en la secuela el surrealista y muy reconocible universo de Ibáñez cobra vida con impresionante viveza para rescatar a unos protagionistas tan desastrosos como imperturbablemente optimistas que funcionan como quintaesencia de la españolidad.



Pregunta.- La película es muy fiel a Ibáñez, ¿era ese un objetivo primordial?

Respuesta.- El objetivo número uno era ser fiel, esa era la idea y por eso utilizamos la animación por ordenador. El reto es trasladar al cine ese increíble dominio del movimiento que Ibáñez logra con sus viñetas, su sentido de la cinética es espectacular.



P.- Es apabullante ver la cantidad de cosas que pasan en pantalla, es un portento de aplicación de las leyes de la física.

R.- La animación permite ser muy preciso con la narrativa, cada paso es complejo y todo está muy diseñado. Es una labor en la que la tecnología se alía con la física e incluso las matemáticas, de trabajo al máximo nivel, para que al mismo tiempo la sensación sea artística. Utilizamos mucha imaginación para traducir ese mundo y tenemos una herramienta fantástica que es la tecnología.



P.- Podemos hablar, sin duda, de un caos muy controlado.

R.- Ese caos responde a un orden que tiene que ver con un universo muy definido que surge de unas personalidades muy concretas de los personajes. Al final, utilizas los últimos avances para lograr lo mismo que Ibáñez utilizando el papel y el dibujo.



P.- Dentro de esa fidelidad, su sello también es muy reconocible. ¿Dónde empieza Ibáñez y dónde Fesser?

R.- Yo entro en ese mundo hace 40 años al leer los tebeos. Hay un análisis de esos personajes que es mío y está llevado al cine, que es el lenguaje en el que yo me muevo. Es muy difícil saber dónde empieza uno y termina otro porque la identificación es total. Ese mundo, por otra parte, puede parecer muy fantasioso pero hay mucha más realidad de lo que parece.



P.- La chapuza, ese eterno distintivo nacional, es un elemento clave y parece que no ha cambiado mucho desde cuándo se creó el cómic.

R.- Lo que refleja Ibáñez era más divertido y honesto de lo que encontramos en la realidad. Yo veo la chapuza como algo positivo, como la forma de utilizar la imaginación para arreglar las cosas. Ese arreglar el grifo que pierde agua sin esperar al fontanero. Es un mundo en ebullición que se reconstruye y se reinventa, y donde lo importante es arreglar el problema, no llorar por él.



P.- Hay ecos de la picaresca española de toda la vida...

R.- Esa picaresca es española y alemana y americana... Lo que me gusta de ese universo de TBO es que al final el fracaso o el éxito no son tan importantes. Nada es irreversible, te cae un yunque en la cabeza pero al minuto siguiente ya estás bien y sigue la historia.



P.- En ese caerse y levantarse, ¿hay una metáfora sobre la resistencia del ciudadano medio?

R.- Mi mirada hacia todos, y en concreto hacia Filemón que es quien recibe todos los palos, tiene mucha ternura. Es un tipo que se recompone, no mira hacia atrás, allí está dispuesto para la siguiente aventura. Nunca dicen que no lo van a hacer, hay un optimismo. Me he permitido alguna licencia respecto al cómic y es que de vez en cuando algo les salga como esperaban, les tengo demasiado cariño como para que todo les saga mal. Eso es precisamente lo que siempre más he admirado de los personajes, su capacidad para reponerse de los golpes. Es un humor salvaje y brutal pero también hay ingenuidad e inocencia.



P.- Vemos algunos detalles de rabiosa actualidad, como ese "banco malo".

R.- Eso está pasando ahora y siempre, son calamidades atemporales y universales. Hay un banco malo y un banco peor.



P.- Lo que sí se confunden son objetos anacrónicos, el sidecar, con actuales, el móvil.

R.- La historia es actual, pero hay una decisión artística y estética de que no podemos ocultar nuestro gusto por los objetos antiguos, me gusta más un sidecar que una Suzuki ocho mil, o un Seat 600 que un cochazo. Las referencias de Ibáñez siguen siendo fantásticas y es mucho más divertido ver un zapatófono que un smartphone. No es tanto anacronismo como una utilización ecléctica de elementos que tiene una coherencia en ese mundo.



P.- Es fantástico ese castellano que se recupera...

R.- Ahora decimos gilipollas por todo pero Ibáñez utiliza giros y palabros maravillosos que dan cuenta de la riqueza de nuestro lenguaje, eso de proyecto de protozoo inacabado es muy genuino.



P.- Vemos en Filemón una parodia de ese carácter español chulesco mucho más de boquilla que otra cosa.

R.- Queda claro que la chulería queda reducida a nivel cero porque se le quita de golpe. Es ese quiero y no puedo, el chulo que por dentro sabe que en el fondo no tiene nada que hacer.