José María Pérez (Peridis).

El arquitecto y dibujante publica Esperando al rey (Espasa), libro con el que ha ganado el Premio de Novela Histórica Alfonso X el Sabio.

José María Pérez (1941), al que ustedes conocerán por Peridis, ha escrito su primera novela sobre un tiempo que, en rigor, no ha dejado de estudiar nunca. El mismo que se ocupó de divulgar en Las claves del románico (2002-2007), aquella serie de televisión en la que recorría España, y sobre todo Castilla, en busca de las principales manifestaciones de este periodo concreto de nuestra historia del arte. "Al borde de un trigal, en un recodo del camino, sobre una loma... los monumentos forman parte del paisaje y son el testimonio de un tiempo generoso", dice Peridis ahora, recordando aquel programa que cerró, tras 33 capítulos, por falta de patrocinios. La serie emitió su última entrega en 2007 y, entonces, el arquitecto y dibujante santanderino resolvió que escribiría una continuación, pero con un punto de vista literario. El resultado es Esperando al rey (Espasa), novela histórica sobre la convulsa Castilla del siglo XII y, particularmente, sobre la vida de Alfonso VIII, cuya infancia estuvo marcada por la rivalidad entre su padre, Sancho III de Castilla, y su tío, Fernando II de León.



P.- ¿Cuánto hay de historia documentada y cuánto de imaginación en Esperando al rey?

R.- El esqueleto es absolutamente histórico; digamos que la carne es la ficción. Para mí, lo importante era hacer que encajara esa ficción en la trayectoria real de los personajes y en las fechas en que ocurren los hechos más significativos. No es una historia novelada, sino una novela muy pegada a la historia, con muchos personajes que tuvieron su protagonismo real entonces. Mi objetivo es deleitar aprovechando, es decir, interesar a la gente, a las nuevas generaciones, pero no a través de la narración de unos hechos con fechas de reinados y batallas, sino a través de una historia muy cercana. Y digo cercana porque en aquella época se está haciendo España, es un periodo en el que los reinos se separan, se juntan y se vuelven a separar hasta originar el país que hoy conocemos.



P.- Usted se centra en los poderosos, en los reyes y en la nobleza, que podrían ser los equivalentes a los políticos que casi 1.000 años después analiza a diario en sus viñetas. ¿Son muy distintos?

R.- La verdad es que son iguales. Cambian las manos en las que está el poder. Pero el poder es el mismo. En aquel tiempo el poder lo tenía la iglesia, que poseía la facultad de abrir la puerta del reino de los cielos y también de casar y de legitimar a los reyes; pero hoy lo tienen otros cuyo poder llega tanto o más lejos.



P.- Su actividad como dibujante le obliga estar al tanto de la actualidad. Además sigue siendo un arquitecto más o menos activo. ¿De dónde saca el tiempo Peridis?

R.- El tiempo es de goma y yo soy un trapero del tiempo. Pero la verdad es que la tira diaria no me lleva demasiado... Y aunque ejerzo de arquitecto, estoy a punto de cortarme la coleta. Por otro lado, cuando uno quiere algo apasionadamente y le gusta, saca tiempo. Todo el mundo tiene tiempo para sus pasiones, las confesables y las inconfesables. Mis pasiones, por cierto, son perfectamente confesables y por eso voy a ver si las hago rentables.



P.- Dice que está retirándose de la arquitectura, pero en este libro se ve que no puede dejarla de lado. Narra la construcción de la catedral de Santiago, la reforma de varios monasterios, la ampliación catedral de Burgos...

R.- Si uno ha sido arquitecto ya lo es toda la vida. Es como un sacramento. Va en el carácter y, ante todo, está en la mirada. La arquitectura me ha otorgado una habilidad muy concreta para mirar el patrimonio. Tengo la suerte de tener varios ojos para mirar las cosas.



P.- ¿Es muy diferente dibujar a un personaje que definirlo en una novela?

R.- La base es la misma, y es una cuestión de intuición. En la caricatura yo tengo que coger a un político y convertirlo en personaje para que funcione. Para eso tengo que sacar los rasgos de su carácter, que es en lo que consiste la novela. Lo que cambia es, digamos, la manera de traducir eso que ves, que es siempre lo mismo.



P.- ¿Y le tienta el humor cuando escribe?

R.- Supongo que es inevitable que haya humor en lo que escribo. Hay un distanciamiento. Si te pones a escribir de siglo XII no puedes tener un sentimiento trágico de la vida, como Unamuno. La manera de tomar distancia, para mí, es el humor. El humor y una cierta ternura siempre vienen bien, pero tanto para escribir de los políticos de ahora como de los reyes de hace ochocientos años. Lo contrario sería ser una especie de justiciero, y eso no va conmigo.



P.- ¿Repetirá la experiencia? ¿Escribirá otra novela?

R.- Veremos. Si me va bien con esta, la verdad es que la siguiente está a la puerta. La historia sigue. Este libro cuenta una división de reino, así que toca explorar ahora cómo se unen los reinos de nuevo. Quiero ahondar en esa unión de Castilla y León, con Fernando III el Santo a la cabeza, que es una época apasionante de la que conocemos muy poco.