Chus Gutiérrez

La cineasta estrena Ciudad delirio, una película en la que propone una historia de amor de dos personas unidas por la salsa

Signo de los tiempos, Chus Gutiérrez (Granada, 1962) viaja hasta Colombia para realizar su nueva película, Ciudad delirio, que ha arrasado en ese país. La directora de Alma gitana (1996), Poniente (2002) y El calentito (2005) propone una película ambientada en el mundo de la samba para contarnos la eterna historia de amor entre una pareja separada por un muro cultural, él (Julián Villagarán) un médico serio y concienzudo y ella (Carolina Ramírez, una gran estrella en Colombia) una bailarina que sueña con actuar en el mejor local, el Ciudad delirio del título que realmente existe en Cali, y se enfrenta a un turbulento pasado amoroso. A ritmo de salsa con coreografías de su hermana Blanca Li, Gutiérrez realiza una comedia romántica sobre la capacidad de los seres humanos para superar sus temores y empezar nuevas vidas.



Pregunta.- ¿Cómo termina en Colombia?

Respuesta.- Es un proyecto que me llega de la mano de una idea de Elena Manrique (coguionista) con la que hace tiempo que quería trabajar y un productor (Diego Ramírez) con los que empieza un proceso que ha durado tres años.



P.- Siempre ha sido una gran aficionada a la salsa.

R.- Descubro salsa en Nueva York en el 83,es un momento de auge total. Voy a mis primeros conciertos de Celia Cruz, de Tito Puente, me enamoro de Rubén Blades. Es la época en que triunfa esa canción de Blades, Todos vuelven... al lugar en que nacieron que homenajeo en la película. Al volver a Madrid convierto la churrería de mi madre, El calentito (después le dedicaría el nombre de su película) que pasa a ser un bar de copas con música de salsa. La salsa siempre ha estado en mi vida.



P.- Es una Colombia distinta la de Ciudad delirio, sin drogas ni pistolas

R.- Partimos de unas premisas muy claras, era una película blanca en la que no habría ni violencia ni drogas. También estaba el elemento de trabajar con el baile. Se habla mucho del fútbol como integrador social pero el baile tiene un papel fundamental en esos países como el flamenco con los gitanos de Granada que te cuentan que aprenden a bailar porque el hambre es muy malo. La salsa en esos países es una posibilidad de vida. Creo que es importante para los propios colombianos que se les represente de otra manera, que se expliquen otras historias porque si no te ves representado no existes y queremos dar voz a toda esa gente del país que no sale en las películas.



P.- Surge como tema fundamental el choque entre España, o Europa, y Sudamérica.

R.- Compartimos la misma lengua y cultura por lo que es fácil comunicarse, pero la estructura social y económica es muy diferente. Allí se vive la vida con precariedad suma, hay una sensibilidad a buscarse la vida que ahora comenzamos a tener con la crisis y lo vivimos como una tragedia porque no acostumbrados a improvisar. Aquí vivimos como un drama dedicarnos a otra cosa a la que hacíamos, allí es una cuestión mucho más práctica. Es otra mentalidad completamente, a nadie le preocupa si está mal visto que te dediques a llevar un taxi. Allí dices bendita Europa con los derechos que hemos conseguido, los mismos que parece que estamos perdiendo.



P.- Ella rompe los tópicos de las colombianas, es una mujer luchadora y fuerte, con el corazón cerrado por una experiencia mala y más bien puede ser borde

R.- Me gusta hacer películas con mujeres fuertes, que sean motores de las historias. No quiero a una chica que llore porque se ha quedado soltera con un hijo al que criar, quiero una mujer que salga adelante y lo pelee. En Colombia muchas mujeres son cabezas de familia y dueñas de su destino, es un país con una fuerza femenina impresionante. También hay un elemento de miedo a iniciar una historia de amor que es universal y es peor cuanto mayor te haces.



P.- En ese romance dispar vemos al clásico chico apocado y reprimido, un hombre que se mueve mejor en la frialdad de los números que en el corazón

R.- Julián (Villagrán, protagonista) es el antigalán porque no tiene los requisitos de galán clásico, pero tiene sentido del humor, transmite confianza y tiene la sensibilidad del hombre del siglo XXI. Costó convencer a los colombianos de que era el actor ideal porque tienen unos patrones más tradicionales del galán. Lo que ya hubiera sido impensable es que ella no fuera un bellezón, todo tiene un límite.



P.- Hay muchos números musicales, algunos espectaculares, ¿cómo se ha manejado con ellos?

R.- En el guión tú escribes que ellos bailan y después menudo follón, entre otras cosas porque teníamos muy pocos días de rodaje. Las coreografías son pesadas, más en lugares públicos como en la calle o el aeropuerto como sucede. Queríamos transmitir que la salsa es alegría, es una forma de comunicación sobre todo en pareja, bailar te hace feliz y lo que queremos es darle más vida a la vida. Hay una emoción y también es muy democrática, porque bailan todos, guapos, feos, jóvenes y viejos, en una sociedad tan clasista como la colombiana la salsa los une.



P.- ¿Cómo ha sido el trabajo con su hermana (Blanca Li) en las coreografías?

R.- Mi hermana es más mandona que yo y me puso como condición que ella dirigía totalmente las coreografías. Nos conocemos muy bien y nos cuesta muy poco saber lo que quiere cada una.



P.- ¿Se ha marchado por voluntad propia o forzada por las circunstancias?

R.- Es una emigración forzosa, si hubiera tenido aquí mis proyectos no me hubiera ido porque esto es el desierto del Sáhara. Ahora de repente tengo tres películas en un año (a sumar Droga oral, continuación de Sexo oral, pero con drogas) y un documental sobre los gitanos del Sacromonte, un barrio muy degradado desde las inundaciones del 63.



Ver otros Buenos Días