Pedro Olea

Hoy se clausura el ciclo de seis películas que la Academia de Cine dedica a Pedro Olea. El director de cine acudirá a la proyección de Un hombre llamado flor de otoño acompañado por José Sacristan.

Pedro Olea (Bilbao, 1938) a sus 75 años muestra una lucidez y ánimo envidiables. Hoy se reunirá con su viejo amigo José Sacristán para el coloquio que clausura el ciclo de seis películas que le ha dedicado la Academía de Cine y que finaliza con la proyección de Un hombre llamado Flor de Otoño (1978), película que los reunió y que supuso la consagración de ambos. El director de cine atiende a El Cultural para repasar su trayectoria profesional: su formación, su paso por el oasis de libertad que significaba la televisión en los últimos años del franquismo, sus problemas con la censura, el éxito experimentado en los años 90 y el secuestro por parte de TVE de su última película, La conspiración (2012), una intriga sobre el papel del general Mola en la sublevación del 36.



Pregunta.- ¿Qué supone para usted que la Academia de Cine dedique un ciclo a su trabajo?

Respuesta.- Es un reconocimiento de mis propios colegas por lo que supone un gran premio para mí. Sobre todo porque lo ha organizado la Academia, a la cual pertenezco, y porque es un ciclo de 6 películas y en el coloquio de clausura estarán presentes José Sacristán y, con un poco de suerte, Concha Velasco.



P.- Usted comenzó a estudiar Economía pero pronto abandonó la carrera para trasladarse a Madrid e ingresar en la Escuela Oficial de Cine.

R.- Realmente, fue al cuarto curso. Había una asignatura que se me había atragantado. Por aquella época ya llevaba el Cine club y hacía cine amateur. Un día, en el que venían a verme mis padres, me agarré una borrachera tremenda y les solté que prefería barrer un plató a ser el mejor economista del mundo. Mis padres se preocuparon mucho, sobre todo por el intenso olor a güisqui, pero llegamos a un acuerdo por el que, si me dejaban presentarme en la Escuela de Cine y me seleccionaban, acabaría la carrera en Madrid. En aquella época se presentaban más de 100 personas y solo entraban 4 o 5. Pero pasé las pruebas y fui uno de los tres que entramos ese año. A la Falcutad de Económicas no volví excepto para correr a los grises.



P.- ¿Cómo fue la experiencia en la Escuela Oficial de Cine?

R.- Allí estaban Luis García Berlanga, Carlos Saura, Miguel Picazo... Aprobé sin problemas los tres cursos. En el segundo adapté Parque de juegos de Ray Bradbury y le gustó tanto a Paco Molero que me dijo que sí la siguiente estaba así de bien me contrataba. Para el último curso rodé Anabel con Lola Gaos. Tuvo muy buenas críticas, incluso guardo de recuerdo una de Alfonso Guerra, y efectivamente tuve un contrato. Era para un rodaje internacional protagonizado por nada menos que Boris Karloff. Curiosamente cobré el contrato pero no llegué a rodarla. Una pena porque a mí me encanta el cine de terror y rodar con Karloff hubiese sido espectacular.



P.- Antes de establecerse en el mundo del cine trabajó mucho tiempo en la televisión. ¿Cómo recuerda esos años?

R.- Fue fantástico a pesar de que teníamos que lidiar con el franquismo puro y duro. El UHF, gracias a Julio Caro Baroja y Salvador Pons, era un oasis de libertad. Tengo recuerdos maravillosos de aquella época con Mario Camus o Pilar Miró. Hice documentales, programas, adaptaciones... Por ejemplo grabé el La, la, la en catalán de Joan Manuel Serrat que censuró Televisión Española. Me llevé una copia de montaje y años después hice un DVD y se la mandé a Joan Manuel. En casi todo tuve problemas con la censura aunque hubo otros que tuvieron más que yo...



P.- Estos problemas le acompañaron en su desembarco en el cine...

R.- A mi primera película, Días de viejo color, la gente la llamaba 'Polvos de cierto color', supongo que no hace falta que explique por qué. Nos cortaron casi todo. La segunda, Juan y Junior en un mundo diferente, no tuvo problemas porque no la vio nadie. Los Brincos me habían propuesto que escribiera un guión con ellos de protagonistas y desarrollé una historia de ciencia ficción en la que cuatro extraterrestres sustituían al grupo. No me arrepiento, lo pasamos muy bien rodando pero fue un pequeño pecado de juventud. Tengo una copia que no le enseño a nadie excepto a mis amigos. A veces la vemos y nos partimos de risa... Lo que mató a la película en aquel momento fue que, antes de rodar, Los Brincos se separaron y solo quedaron Juan y Junior. Cuando acabamos de rodar estos también se separaron y la película dejó de interesar. Durante el rodaje apareció un día Buñuel y nos pidió que grabáramos las campanas de la catedral de Santiago que necesitaba para La vía láctea. Acabamos todos encantados y, como agradecimiento, se ofreció a aparecer de extra pero me negué. No me parecía que fuera la película más indicada para él.



P.- Con El bosque del lobo desafió claramente a la censura.

R.- Saqué el proyecto adelante con la ayuda de mi familia que no eran muy ricos pero sí eran muchos. Para mí fue mi auténtico bautismo como director. Gané en el Festival de Valladolid, en el Festival de Chicago se coronó López Vázquez, tuve una critica muy positiva en Variety... Pero mi mayor premio fue cabrear a Carrero Blanco y además ganarle la disputa. Una vez que ya se había estrenado, llegó a oídos de presidencia que había otra de esas películas de rojos que reflejaba la España negra y su primera reacción es que había que prohibirla. Pero ya no había vuelta atrás. Era el año 70, los estertores del franquismo... El cine de Saura se veía bien porque daba buena imagen fuera... Al final no pasó nada.



P.- Poco después comenzó una fructífera relación con el productor José Frade

R.- Con Frade era una gozada trabajar aunque discutieras con él una barbaridad antes de empezar el rodaje. Llegamos al acuerdo de rodar una película por año. La primera que hicimos fue Tormento, la novela de Galdós. En ella había cura y sexo pero la censura ya había levantado la mano. Quedé tan contento con Concha Velasco que decidí hacerle un homenaje en la siguiente, que escribí junto a Rafael Azcona, Pim, Pam, Pum...fuera. Después rodamos La Corea que fue un pinchazo.



P.- Hay una película clave en su filmografía, Un hombre llamado Flor de Otoño, que además es la primera que estrenó ya en democracia. ¿Qué importancia tuvo José Sacristán en el éxito de aquella película?

R.- Es sin duda la que más dinero dio a Frade. Lo difícil era el protagonista. Tenia que ser un actorazo. No quería un travesti de verdad porque tenía que ser una especie de esperpento. En ese momento, con Franco ya muerto, la obra en la que se basa la película la quería hacer todo el mundo porque era muy rompedora. Primero pensamos en José Luis Gómez pero, aunque no lo he vuelto a hablar con él, me da la impresión de que le daba miedo aparecer travestido en primer plano. Entonces se lo propuse a José Sacristán. Le hice una prueba cantando y ahí estaba el protagonista. Está genial en la película. El rodaje fue maravilloso.



P.- Creo que llegaron a cambiar una escena escrita por Azcona...

R.- Sí, una escena con la madre. Y a Rafael le pareció un acierto. El cine es el mejor tren eléctrico que le pueden regalar a uno. Hay que jugar. En castellano, interpretar suena muy fuerte. Es mucho mejor el joue francés o el play inglés.



P.- Después del éxito de Un hombre llamado Flor de Otoño regresa a Bilbao. ¿Por qué tomó esta decisión?

R.- Con Frade seguía vigente el acuerdo de una película por año. Sin embargo yo estaba interesado en acercarme al mito de las brujas imitando lo que había hecho con el hombre lobo en El bosque del lobo. Frade veía el tema muy raro, no lo convencía, y me propuso rodar Sangre y arena con Sharon Stone y Rafael Azcona. Pero yo preferí irme a Bilbao. Akelarre al final funcionó bien. Durante estos años también trabajé en publicidad donde me lo pasé igualmente muy bien.



P.- En los 90 se hizo con una posición importante dentro de la industria gracias a películas como El Maestro de esgrima o Más allá del jardín. ¿Fue su mejor época en lo profesional?

R.- Yo creo que sí. Cuando más haces más sabes. Buñuel decía que lo más importante para un director de cine es la salud aunque ahora con el IVA y el descrédito de los cineastas atravesemos una situación complicada. En ocasiones parece que seamos los únicos que tenemos subvenciones. Desde la guerra de Irak estamos mal visto en muchos ambientes. La primera culpa la tenemos nosotros por no ser capaces de conectar con la gente... Volviendo al tema la verdad es que El maestro de esgrima fue una gozada pero para mí mi mejor película es Tiempo de tormentas. Siempre he hecho melodramas a los Douglas Sirk y llegó un momento que podía hacerlos desde casa pero Tiempo de tormentas es un concepto moderno, mi trabajo más maduro y arriesgado. Con un estilo más Robert Altman, con la cámara en mano retomando un poco ese juego que te comentaba antes.



P.- A partir del 2000 comienza producir y una de las primeros proyectos que aborda es un corto de Borja Cobeaga. ¿Qué le parece el éxito de 8 apellidos vascos de la cual Cobeaga es el guionista?

R.- En la época en la que produjimos aquel corto, Borja ya tenía un guion que se llamaba 7 apellidos vascos. El éxito de la película es maravilloso. Me partía de la risa viéndola. Para mí la gran revelación es Dani Rovira. Me deslumbró y yo no soy aficionado al monólogo. Me parece el nuevo Alfredo Landa. Seguro que en el futuro demostrará que también es un gran actor dramático.



P.- ¿Por qué sigue sin emitirse La conspiración en Televisión Española?

R.- Por motivos económicos aunque se ha escrito que es porque no les da la gana. El año pasado llamé a Montse Abad (Directora de marketing de TVE) y me dijo que los motivos eran económicos. Por lo visto dicen que si la película no se estrena no pierden dinero pero no creo que la TV oficial tenga que actuar como el Ministerio de Economía. Yo seguiré dando el coñazo y si no esperaré a que cambien las cosas. Antes en la TVE decidían entre todos pero ahora con la mayoría absoluta deciden a dedo. Ni siquiera cuando murió Elías Querejeta, que es el autor del guion de la película, quisieron estrenarla. Pero yo seguiré intentándolo.

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