Paloma Pedrero. Foto: Archivo

La dramaturga presenta este miércoles Magia-Café en la Sala Cuarta Pared, una obra que habla sobre la exclusión social

El teatro no solo es una forma de vida, una manera de hacer desconectar al público. En ocasiones cumple una función social, de ayuda a los demás y a uno mismo. Esto es en lo que trabaja día a día Paloma Pedrero (Madrid, 1957) que estrena Magia-Café este miércoles en la Sala Cuarta Pared. Se trata de una pieza en la que trabaja con su ONG, Caídos del cielo, haciendo que gente sin hogar y personas mayores en riesgo de exclusión social se adentren en el mundo de la actuación. Magia-Café recuerda, en cierta medida, a la actividad caritativa 'Los cafés pendientes' y habla de tres mujeres que ocupan una casa para poder acoger a gente sin hogar y hacer música, crear arte.



Pregunta.- ¿Cómo surge la idea de esta obra?

Respuesta.- Magia-Café empecé a escribirla cuando en los 90 trabajaba con personas sin hogar. Era una ONG que acogía a los sin techo, les daba café, podían descansar allí un rato, había periódicos para que pudieran leer. Iban a tomar aliento, a tener techo un rato. Entonces allí daba un taller de teatro que fue creciendo hasta convertirse en Caídos del cielo. A raíz de esa experiencia muy dura e inolvidable, porque era una situación especial, donde todo el mundo les miraba, no había intimidad, me puse a escribir. Era muy fuerte. Se me ocurrió escribir sobre la obra haciendo uso de las vidas y experiencias de estas personas. No con ellos, sino basados en ellos y en sus historias.



P.- ¿Qué cuenta la historia?

R.- El argumento se basa en tres mujeres al borde la exclusión que ocupan una casita en el parque de una gran ciudad para acoger a la gente sin hogar. Allí hacen teatro, música, etc. Pero las quieren desahuciar porque la casa no es suya, sino que está ocupada. Es decir, quieren desahuciar a gente que ya ha sido desahuciada.



P.- Hablamos de la exclusión social, un tema de bastante actualidad.

R.- Sí, de hecho ahora está de más actualidad que cuando la escribí. Ahora la situación es precaria, hay gente desamparada y se les echa de sus casas porque no pueden pagar. Se trata la lucha que hacen estas mujeres y la gente que les ayuda a hacer arte para poder mantener el techo.



P.- Recuerda un poco a 'Los cafés pendientes'. [Una propuesta napolitana que llegó a España y consiste en ir a un bar y pagar tu café y dejar pagados un par de ellos más, pendiente, por si viene algún sin techo que no tenga dinero para pagar]. No sé si conoce la alternativa.

R.- No la conozco pero me parece una cosa muy bonita. Imagino que cada vez se hará más. Somos una sociedad solidaria, quiero pensar que lo somos, el sistema no lo es pero la gente tiene muchos detalles. La gente lo está pasando mal y no es gente lejana sino hermanos, hijos, nosotros mismos. Te puede tocar a ti en cualquier momento y esto crea un sentimiento de vulnerabilidad porque ya no eres ajeno a los problemas. Nos hace ser más humanos. Esta gente son caídos del cielo, siempre digo que no han tenido recursos para defenderse del mal. Eso hace que caigan en enfermedades, depresión, adicciones, autodestrucción que les lleva a romperse y a acabar en la calle. Normalmente son personas creativas y sensibles que no ha encontrado su lugar en el mundo.



P.- Entre los protagonistas encontramos a actores profesionales como gente en riesgo de exclusión.

R.- Sí, ahora estamos trabajando con la Fundación Trébol que tratan con personas con ciertas incapacidades intelectuales como autismo o hiperactividad. Es una problemática más intelectual. Trabajamos con ellos y con personas mayores que por el simple hecho de la edad están también en riesgo de exclusión. Es un grupo más heterogéneo que el de antes que eran todos sin hogar.



P.- Esta pieza es parte de la ONG Caídos del cielo. ¿El teatro supone una herramienta de integración social?

R.- El teatro tiene un poder enorme para ayudar a la gente a salir adelante. Es un lugar en el que te puedes expresar y hablar de todo lo que te pasa desde un personaje que no eres tú. Lo estás elaborando y poetizando, haciéndolo artístico. En Caídos del cielo no se puede lamentar. Transformamos el dolor en belleza, de las penas de alguien hacemos un monólogo, una canción, una improvisación. La idea es no mirarnos el ombligo, dar a los otros lo que tenemos y en el momento en el que te das cuenta que dando estás mejor es como una clave de felicidad. Si tú das te olvidas de tus problemas para ser más feliz, te sientes bien, te alejas de tu pena y te saca de tus abismos mentales.



P.- Y te sientes parte de algo.

R.- Además de la exigencia del teatro, que requiere mucha disciplina, hay horarios y mucho trabajo. Es un esfuerzo muy grande y la exigencia también lo es, nosotros les exigimos mucho. Pero luego se sienten necesarios, el teatro es algo de equipo, alguien falla no se puede dar el espectáculo o no se puede ensayar. Son grupos donde se trabaja con la aceptación y el amor, se quieren mucho. Trabajamos el concepto del cariño, de la no crítica, es algo muy espiritual. Se sienten parte de algo.



P.- Además recibió el Premio Dionisos de la Unesco. ¿Qué supuso esto tanto para usted como para la compañía?

R.- Los premios son siempre un estímulo y ver que hay instituciones que se dan cuenta del trabajo y del valor que tiene el teatro para ayudar es bonito. El valor del arte está subestimado por el poder. Parece que todo es trabajar muchas horas, la economía, comprar mucho. El poder está en el tener y el arte está en el ser. Hay que ser y que haya instituciones que tengan esta sensibilidad y nos da premios ayuda a seguir.



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