Wendy Guerra publica Negra (Anagrama). Foto: Gonzalo Arroyo

La escritora publica Negra (Anagrama).

Nirvana del Risco es negra, bisexual y modelo comercial, nada especialmente sorprendente o incompatible. Sin embargo, Nirvana es cubana y ahí ya cambia la perspectiva. Ella es la protagonista de Negra, una historia que versa sobra la discriminación racial frente a la búsqueda de un lugar en el mundo. Wendy Guerra (La Habana, Cuba, 1970) es la autora de este libro que, estimulando todos nuestros sentidos, nos transporta a una Habana que ya no es la de Cabrera Infante y, de ahí, a un viaje de ida y vuelta a Francia, una Europa menos acogedora de lo que cabría esperar. Negra es la cuarta novela de la escritora cubana tras Todos se van, Nunca fui primera dama y Posar desnuda en La Habana. Ninguna se ha publicado en su pais natal.



Pregunta.- ¿Cuándo y cómo se le empezó a manifestar esta novela?

Respuesta.- Nunca tan bien enunciada la pregunta, pues "manifestar" es justo la que se usa en las apariciones de espíritus o en las voces que salen de "El más allá" para decirnos lo que supuestamente debemos escuchar de nuestras deidades, según los miles de religiosos cubanos que practican el espiritismo. Nirvana del Risco es una persona recurrente en mi vida y su mundo era mi curioso mundo en la calle Jovellar y Espada (Cayo Hueso), Centro Habana, lugar donde convivíamos mi madre y yo, en un apartamento-cuarto-barbacoa, repleto de intelectuales que era respetado por ex presidiarios, revendedores, y proveedores de marihuana, dólares (cuando aquello era ilegal) en los años 90 y comida en bolsa negra. Allí conocí mujeres que no querían asumir el color de la piel como un sino. Conocí mujeres blancas, negras, mulatas y chinas, que, como yo, querían salir de aquel barrio infernal y empezar una vida nueva sin seguir el oráculo o la suerte que se suponía, nos esperaba al doblar de la esquina. Nacer negra o nacer pobre te marca de muchos modos, mi Negra (que de alguna manera soy yo) decidió cambiar el rumbo, la suerte que le trazaban las estrellas.



P.- ¿Ha conocido a muchas mujeres como Nirvana del Risco en Cuba?

R.- A muchas, pero con historias particulares, especiales, suyas. Yo también me siento Nirvana del Risco, y eso me ocurre cuando viajo por el mundo y (portando un pasaporte europeo) me registran y me señalan pensando que ese pasaporte no es legítimo. Yo también soy Nina, mi personaje, porque en un país donde se me discrimina por lo que escribo, donde amordazan mi voz, me siento como una esclava en el mundo literario, una esclava que no tiene voz ni voto. He conocido muchas mujeres como ella porque ella también soy yo.



P.- En uno de los capítulos del libro hace un extenso repaso de los reveladores campos semánticos que la palabra negro ha tenido a lo largo del tiempo ¿Qué papel juega el lenguaje en el conflicto racial?

R.- Existe como parte de un juego lingüístico curioso, ingenioso, rico en su polisemia, se usa como una construcción cariñosa o jocosa, y existe también como ofensa, como herramienta de segregación y clasificación.



P.- ¿Por qué no logró el socialismo castrista la pretendida igualdad racial?

R.- Desde que yo tengo memoria, en mi país, década tras décadas, se instauraron leyes para que negros y blancos tuviéramos los mismos derechos y deberes. Leyes que, supuestamente, borrarían ese prejuicio para siempre. Pero… ¿en qué fallaron esas leyes? En que solo se instauraron masivamente, y el cambio en las sociedades no ocurre a nivel colectivo, coral; un cambio tan sensible debe hacerse persona a persona. Los cubanos no somos un número, una meta, un colectivo avanzando "sobre la plaza de la revolución en una foto en blanco y negro". Un cubano es un ser humano tan complejo como todos los seres de este mundo y necesita participar del proceso que trasciende la teoría y cambie de adentro hacia afuera. Existen muchas personas que creen que no deben ser racistas ante los otros, pero que al cerrar la puerta de su casa, rechazan , le temen, odian y niegan la importante presencia de esta raza, como mayoría, en nuestro contexto. La intervención de un negro en la vida cotidiana de un blanco sigue siendo noticia en nuestro diario acontecer.



P.- ¿Qué significa hoy en día ser negro en Cuba?¿Es muy diferente de ser negro en Europa?

R.- En ambos lugares hay un detonante cuando, en la intimidad de una familia absolutamente blanca, aparece un negro, un asiático o un árabe, y aunque parecería natural, no todos se sienten cómodos, pues son siglos de sabiduría en la vida de un continente o de un país que no sabe cómo comportarse ante la fuerza de esta cultura gigante, de presencia enfática, con un modo de sonar, sentir y transcurrir diferente que nos estremece.



P.- ¿A qué hace referencia la etiqueta de "socialismo sucree" que Nirvana otorga a Philippe?

R.- Al leer El huracán sobre el azúcar de Jean-Paul Sartre, supe que tanto la sacarocracia cubana como la decadencia de este mundo que hablaba de centrales y de fortunas devenidas de ellos, concentraban muchas de las teorías que los pensadores y seguidores del mundo cubano manejaban cuidadosamente. Entonces decidí inventarme el término Izquierda Sucré, aquellos que vinieron atraídos por nuestro terrón de azúcar social, y hacer sudar guarapo a muchos de los que se confundieron con la utopía cubana.



P.- Otro de los elementos fundamentales de la novela es la inclusión de recetas del culto mágico afrocubano. ¿Cómo accedió a ellas?

R.- A través del reservorio, del archivo y la sabiduría de la gran etnóloga y escritora cubana Natalia Bolívar a quien le estoy eternamente agradecida. También participé de iniciaciones y rituales que me ayudaron a la comprensión de este mundo mágico y real.



P.- En el libro rememora la hermosa Habana de Cabrera Infante...

R.- Creo que Arenas y Cabrera Infante, ambos escribieron, al inicio de sus textos, de una Cuba y de una Habana que vivieron como nadie. De esa Habana no podré escribir yo como ya no podré transitar sus calles. Traducir La Habana de hoy es casi imposible, por ello he decidido escribir sensorialmente lo que voy entendiendo conforme la vivo, la camino, la huelo y la pruebo cada día sin la certeza de que puedan comprenderlo mis editores, pero con su confianza y el placer sensorial de quienes me leen... gracias a que Infante y Arenas, Eliseo Diego y Lezama Lima abrieron el baúl sensorial que nos conduce a una ininteligible realidad que delira y huye como el humo sobre el tabaco, reduciendo a cenizas cualquier conclusión.



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