José Carlos Martínez, director de la Compañía Nacional de Danza

El director de la CND abre este sábado la temporada en el Teatro de la Zarzuela con tres coreógrafos contemporáneos

Es un activo para nuestros escenarios. José Carlos Martínez tiene dos objetivos como director de la Compañía Nacional de Danza: versatilidad y nuevos públicos. El que fuera bailarín estrella de la Ópera de París se muestra entregado a la promoción de una causa que en nuestro país deja caminos regados de melancolía. Este sábado arranca la temporada en el Teatro de la Zarzuela con piezas de Jirí Kylián (Falling Angels), Itzik Galili (Sub) y Ohad Naharin (Minus 16), primeras espadas de la coreografía contemporánea que resumen toda una declaración de principios. Y tras esta primera entrega, la CND abrirá 2014 con Nipón-Koku, de Marcos Morau (La Veronal), título que integra un decálogo que une danza y geografía a través de ciudades como Japón.



Pregunta.- ¿Cuál ha sido la filosofía para elegir estos tres montajes de apertura de temporada?

Respuesta.- En primer lugar, seguir manteniendo un nivel de excelencia en la propuesta coreográfica, ofreciendo en una sola noche tres nombres de primer nivel. Es un programa de corte contemporáneo para alternarlo la propuesta que pudo verse en junio también en el Teatro de la Zarzuela, donde propuse una oferta de estilo más. Lo que me interesa es ofrecer al espectador la oportunidad de comprobar que la CND se ha abierto y es capaz de bailar distintos estilos.



P.- ¿Cuál es la virtud principal de Falling Angels?

R.- Es una pieza en la que Kylián utiliza de forma magistral la dinámica del espacio y el tiempo. Los movimientos más secos y percutivos se alternan con líneas suaves y elegantes, que pronto se convierten de nuevo en repentinos giros, espasmos, contorsiones... Este contraste en la calidad de movimiento, tan presente en Falling Angels, es lo que crea esa dinámica tan única y original de su estilo.



P.- ¿Cree que Sub refleja cierta idea de los conflictos actuales?

R.- Es un gran trabajo lleno de energía, Galili lo define como un combate de testosterona sin descanso en un campo de batalla.



P.- ¿Qué tiene de desafío Minus 16?

R.- Sobre todo el hecho de que Naharin juega con la ruptura de fronteras entre el público y el espectador. Es considerado un revolucionario dentro del mundo de la danza contemporánea, creador de la técnica Gaga, un innovador lenguaje de movimiento que es aplicada y estudiada en todo el mundo.



P.- ¿Cómo ve el panorama que vive la danza en España en estos momentos?

R.- Complicado. Las cifras que hace poco ha publicado la SGAE son realmente alarmantes, y eso que nosotros en la CND no nos sentimos afectados. Gracias a la versatilidad de nuestro repertorio hemos hecho el doble de espectáculos que la temporada pasada en España. Nuestro público ha ido en aumento y estamos contentos, pero la realidad es que la danza vive una crisis que habría que analizar en profundidad.



P.- ¿Qué ha cambiado en la CND desde que usted llegó?

R.- Tal vez el concepto de compañía. Podríamos decir que era básicamente de autor. Ahora se adapta más a la idea europea de compañía del siglo XXI que puede bailar un amplio repertorio. Hay veinte bailarines nuevos, con un perfil más clásico, más versátil, y solamente eso ya es un cambio. También hemos vuelto a incluir las puntas en el repertorio, cosa que no se hacía desde hace más de 20 años y estamos abriéndonos a nuevos públicos. La misión social y pedagógica de la CND es muy importante en mi proyecto, casi igual de importante que crear un nuevo repertorio o bailar los clásicos del siglo XIX. Gracias a la Fundación Loewe estamos poniendo nuestro granito de arena creando un programa pedagógico.



P.- ¿Cree que la danza contemporánea vive una edad de oro?

R.- Edad de oro es mucho decir, tal vez estamos en un periodo de transición. Ahora está en plena evolución. Los grandes coreógrafos siguen presentes en todas las compañías, como Kylián, Forsythe, Naharin o Mats Ek, y hay muchos jóvenes luchando por una oportunidad. Tal vez el problema es que se arriesga poco.



P.- ¿Ve algún género en peligro?

R.- Pues en realidad todos si no se trabajan con rigor. El clásico ha costado veinte años de lucha recuperarlo. No es fácil encontrar buenos bailarines con técnica que quieran venir a la compañía, teniendo formaciones en Europa que ofrecen salarios mucho mas elevados. El contemporáneo tiene el handicap de que, si no ofreces buenos espectáculos y haces propuestas que conecten con el público, termina por no haber opciones reales de programarlo. Creo que durante un tiempo los coreógrafos se han desvinculado demasiado de los gustos del público y eso está pasando factura en las salas.



P.- ¿Ve desde su institución buena cantera de coreógrafos?

R.- Yo estoy contento con las oportunidades que hemos dado hasta ahora desde de la CND. Han pasado por nuestras salas de ensayo Goyo Montero, que nos cedió su versión de Romeo y Julieta, Arantxa Sagardoy y Alfredo Bravo, Iván Pérez Gil, Juanjo Arqués, Alejandro Cerrado... Incluso dentro de la compañía hay jóvenes coreógrafos a los que estamos dando alguna oportunidad. Próximamente tenemos programado un estreno con Marcos Morau, director de La Veronal. Según mi criterio, es uno de los coreógrafos emergentes más interesantes que tenemos. Talento hay... sólo hay que buscarlo.



P.- ¿Qué tienen otros países que le falta a la danza española?

R.- Apoyo y creer que la danza es un arte imprescindible en la educación. Además, en otros países es un negocio, porque si la gente consume danza, si lo incluyen en su ocio, los espectáculos se llenan y son rentables. Es un tópico pero aquí lo que falta es cultura de la danza. Tenemos grandes bailarines, creadores, y la danza española, que es única en el mundo, pero el problema es que ni se cuida, ni se respeta, ni se aboga por su mantenimiento. Por experiencia propia, Francia sería un buen ejemplo a seguir, allí la danza forma parte de la cultura general, hay público, hay compañías y las instituciones lo apoyan. Quién sabe, igual un día nos podemos acercar a su modelo...



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