Eva Díaz Pérez

Publica la novela 'Adriático' (Fundación José Manuel Lara), ganadora del Premio Málaga de Novela.

Eva Díaz Pérez (Sevilla, 1971) se ha propuesto trazar un fresco europeo que recupere la verdadera memoria de esa Europa tan denostada últimamente y que no está ni en los mercados, ni en los sillones de los europarlamentarios, ni en las manos de Merkel, sino en un Mediterráneo cuna de artistas, escritores y músicos. Esa idea, perfilada en El sonámbulo de Verdún, quiere transmitir en Adriático, ganadora del Premio Málaga de Novela y pistoletazo de salida de lo que promete transformarse en una verdadera saga. Las ciudades protagonistas esta vez son Venecia y Trieste, y su paseante, Vittorio Brunelleschi, una especie de arqueólogo que recupera de las aguas de los canales todo tipo de objetos, a primera vista banales y cotidianos, pero testigos de una historia casi olvidada.



Pregunta.- Ganó el Premio Miguel de Unamuno, fue finalista del Nadal y ahora ha conseguido el Málaga de Novela. ¿Sigue haciendo la misma ilusión?

Respuesta.- La verdad es que sí, sobre todo teniendo en cuenta al jurado, compuesto por escritores a los que admiro. Además, con la situación actual del mundo editorial, el premio es un empujón. He visto mucha diferencia de trato de marketing cuando tienes un premio.



P.- ¿Cómo le vino a la mente la idea de la novela?

R.- Es la quinta que escribo, pero puede que sea la más antigua. Se me ocurrió cuando viajé a Italia con el instituto. En Venecia, que me fascinó, se me cayó un souvenir al canal, y pensé que algo de mí se quedaba en la ciudad. La idea se me quedó. Cuántas cosas se habrán caído a lo largo de los siglos a esas aguas. Pensé en una Venecia submarina, una ciudad al revés, cuyas calles son aguas en las que queda la memoria.



P.- Con El sonámbulo de Verdún quería contar Europa. ¿Sigue por esa senda?

R.- Mientras preparaba El sonámbulo de Verdún fue cuando surgió esta reflexión sobre qué esta Europa en la que estamos inmersos. En Adriático me he ido más al sur, a la Europa olvidada a pesar de que es la cuna de la memoria y la cultura. Europa está ahí, no en la frivolidad de los mercados.



P.- ¿Acabará por convertirse en una saga?

R.- La siguiente que estoy preparando es una novela británica, y la próxima será francesa. Después me apetece Rusia. Quiero trazar un fresco europeo, e intento ser metódica a la vez que dejarme llevar por lo que me apetece.



P.- ¿Cómo hablar de una memoria europea cuando el euroescepticismo está en auge?

R.- Esa es la pregunta que yo me hago, y me respondo que me siento muy europea. En la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres se utilizaron muchos iconos de nuestra memoria colectiva. Esa Inglaterra también es mía, forma parte de mi cultura.



P.- El protagonista, Vittorio Brunelleschi, pertenece a una importante y antigua familia. ¿No será descendiente del famoso arquitecto?

R.- Era un riesgo llamarle así por si era esto lo que evocaba. La verdad es que no, simplemente me gustaba mucho cómo sonaba. Me parecen importantes las asociaciones a los sonidos y los olores de las palabras, y ya no podía llamarse de otra forma.



P.- Se trata del último de la saga, y para él es un alivio. ¿Tan pesado es el lastre de la familia?

R.- Es un personaje de una familia histórica, de estas con un árbol genealógico que se remonta al siglo XIII. Yo no podría remontarme más allá de mis abuelos, y siempre me han obsesionado las novelas de familia, tan decimonónicas, donde quien nace va arrastrando la biografía de sus antepasados, y esto puede ser terrible. Pensé que sería interesante, en una ciudad tan histórica como Venecia, un personaje que optara por ser un individuo.



P.- Entre los objetos que encuentra Brunelleschi en las aguas de Venecia no sólo hay testimonios de la historia política, sino también pinceles, los documentos de un director de cine... La cultura también es memoria.

R.- Efectivamente. La literatura es mi vehículo, pero esa otra cultura también es nuestra, y es más Europa que los despachos de Bruselas. Uno de los elementos que ha reforzado esta idea es Europeana, una especie de biblioteca digital formada por los países miembros que incorpora archivos, fotos, partituras...



P.- Además de en Venecia, parte de la novela transcurre en Trieste, una "Venecia del final de los tiempos". ¿A qué se refiere?

R.- En Venecia, quizá porque es muy icónica, el tempo es diferente, pero Trieste tiene un punto inquietante. Puede parecer una ciudad centroeuropea, pero de repente doblas la esquina y te topas con una calle profundamente italiana. Es un lugar de frontera, con esa influencia eslava, que aúna muchas culturas, y en la que parece que el Adriático penetra de forma más salvaje, mientras que en Venecia está más domesticado. Intento transmitir la psicología de una ciudad, y Trieste es totalmente europea y a la vez no lo es.



P.- Igual que con El sonámbulo de Verdún, ha preparado un blog en construcción sobre la novela.

R.- Sí. Trabajo con muchos iconos, con música, fotografía, cultura posmoderna... Y eso influye en mi escritura, me gusta que el lector entre en mi taller y lo vea. La idea es mostrar que la novela es un progreso en marcha.



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