Imma Monsó. Foto: Christian Maury

Acaba de publicarse en castellano su última novela, 'La mujer veloz', ganadora del Premio Ramón Llul

El urbanita contemporáneo corre todo el día y cuando llega al final de él, o sea a la noche, no está nada seguro de que haya merecido la pena tantas urgencias, tantas prisas, tantos agobios... En esa ¿trampa? andamos muchos. También Nes, psiquiatra de 48 años, protagonista de La mujer veloz (Planeta), última novela de Imma Monsó, que le valió el Premio Ramón Llul a principios de año. Ella se siente muy capaz de desafiar al tiempo, es suficientemente hábil y audaz para completar sus tareas con la solvencia de un robot. Pero en su cabeza se remueve un runrún: "¿Me interesa vivir esta vida tan acelarada?". Buena pregunta.



Pregunta ¿Es usted una mujer rápida o lenta?

Respuesta Bueno, yo siempre me meto en la piel de la narradora al máximo. La vida que he llevado ha sido la de una mujer veloz.



P Pero la protagonista también quiere bajar el ritmo, conquistar cierta tranquilidad...

R Sí, ella tiene una predisposición a la velocidad, a la impaciencia, a la inmediatez... Pero también siente que debe pararse a descansar y reflexionar, y busca sus estrategias para conseguirlo. Una veces le sale y otras no.



P Es una novela con la que se identificarán muchos urbanitas contemporáneos, por ese agobio de no disponer de tiempo para hacer lo que realmente nos gusta, ¿no?

P Seguro. La protagonista padece algo muy habitual en estos tiempos. Ella en realidad no se agobia por falta de tiempo. Como mujer veloz, lo que hace es desafiarlo. Es un juego para ella, algo que le divierte. Pero se da cuenta también que cuando decide parar, por ejemplo durante unas vacaciones, acaba sobrecargándose de actividades también, de forma que ese descanso planificado al final no sirve para obtener su objetivo: que es sentirse más serena.



P¿Usted también se siente víctima de esas contradicciones?

R Como le he dicho, intento identificarme con mis personajes protagonistas, los que sostienen la narración, pero esta no es precisamente la novela más autobiográfica que he escrito. Aunque como persona que vive en esta época también estoy inmersa en esa vorágine, en la que estamos expuestos a un número tan alto de estímulos que ni siquiera tenemos tiempo para ceder a su atracción. Y también busco de vez en cuando actuar sin finalidad o pasear sin destino.



P ¿En la estructura de la novela ha intentado imprimir ese ritmo agobiante de la contemporaneidad?

R Hay una alternancia. Están los capítulos en un presente acelarado, con más diálogos y comicidad, que reflejan la constante lucha de la narradora con sus numerosas actividades. Pero, por otro lado, la historia se remansa cada vez que ella visita la casa familiar, único espacio que tiene verdaderas raíces porque todo lo demás es tiempo líquido.



P¿La lectura es una manera eficaz de romper esa inercia precipitada?

R Sí, porque la concentración que requiere leer es incompatible contra la prisa de nuestros tiempos. Y específicamente la lectura en papel, porque en pantalla es muy diferente. Cuando leemos en el ordenador o en el móvil saltamos constantemente. Es algo que hacemos casi inconscientemente.



P¿Y se acabará imponiendo este tipo de lectura intermintente?

R Para algunos estamos viviendo el fin de una civilización. Lo cierto es que una vez que te acostumbras a estos formatos es difícil dar marcha atrás. Igual que ya no viajamos con baúles, en el mundo de la lectura los cambios son inevitables. Los lectores en papel serán una minoría, pero una minoría resistente, porque a esa experiencia de plenitud no se olvida y crea adicción.



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