Image: Abraham Lacalle

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El Cultural

Abraham Lacalle

"Las pinturas surgen como repulsa a la pasividad ante el espectáculo de la vida"

26 abril, 2012 02:00

Abraham Lacalle

Hoy inaugura la exposición Bosques en la galería Marlborough de Madrid

En los títulos que Abraham Lacalle (Almería, 1962) da a cada una de sus series de pinturas siempre está presente la idea de lugar, ya sea interior o exterior, implícito o explícito, físico o emocional. Un escenario misterioso, donde no hay garantías y que se alimenta de sentidos, como las metáforas. Algo de ellas hay en sus cuadros. Los que ahora presenta en la galería Marlborough de Madrid responden al nombre de Bosques y encierran muchos de los ecos habituales en la pintura de este artista: un cúmulo de sensaciones bien dispuestas en un amable caos, que Lacalle organiza en cada una de sus obras tratando de vislumbrar los conflictivos estados de la conciencia. Mucho hay también en ellas de instintivo, de corazonada, aunque él lleve diciendo desde hace años que el suyo es Un lugar en el que nunca sucede nada. En estos bosques, advierte el artista con la inmensa acuarela que orquesta la exposición, hay como poco Fantasmas y crack.

PREGUNTA- ¿Cómo es Abraham Lacalle? ¿Es igual de misterioso que estos bosques?
RESPUESTA- Soy lo que parezco, que no es otra cosa que un pintor.

P.- Y, ¿hasta qué punto sus pinturas son autobiográficas?
R.- Si pensamos en la pintura como un relato, los cuadros son un vehículo para canalizar la indignación, las ambiciones, las ilusiones, la fidelidad a la verdad, la persistente inclinación al error... Surgen como repulsa a la pasividad ante el espectáculo de la vida.

P.- ¿Cómo eran sus primeras pinturas y cómo son éstas? ¿Cómo han cambiado?
R.- Es un proceso largo orientado a adecuar qué quieres contar y la forma de hacerlo. De esta manera utilizas el medio en el que te sientes cómodo, lo justificas, te cercioras de que la pintura es un buen canal de comunicación. Las actuales son el resultado de un continuo replanteamiento del medio, de la pintura.

P.- ¿Le siguen interesando las mismas cosas o es de los que descubre sorpresas bajo las piedras?
R.- Creo que las cosas que nos interesan se mantienen esencialmente, aunque en cada caso las planteas desde puntos de vista distintos. Repetimos nuestros afanes pero quizás con una conciencia diferente. ¿Con más conciencia? No lo sé... En todo caso cambia la forma de afrontar los temas. La vehemencia va desapareciendo y aprendemos a gestionar el pudor y el miedo. A lo largo del tiempo he construido un guión temático que puede girar alrededor de dos o tres temas: el viaje o la búsqueda del otro; los espacios de protección y el enfrentamiento de realidad versus fantasía.

P.- ¿Y la idea del bosque? ¿De dónde surge?
R.- De la experiencia de caminar por él y las sensaciones que produce, que personalmente identifico con algunas inquietudes. Pensando sobre ello, me di cuenta de que hay todo un mundo de sugerencias para contar, metafóricamente, lo que me inquieta. Tomando el humor como vehículo, estas nuevas pinturas desarrollan, precisamente, una reflexión sobre la realidad y el deseo.

P.- El bosque tiene una simbología positiva y negativa. ¿Hay mensajes también duales en las pinturas?
R.- Los hay. Lo positivo (el color, la gestualidad) es una imagen con la que se supone que sobrecargas el cuadro, pero es amañada. No es más que la estela de los códigos que me constituyen, de manera que tiene la misma generalidad de los estereotipos. Lo negativo es un relleno del mismo orden: se trata de un sistema imaginario como cualquiera, aunque un poco más castrante. Una imagen que sirve para definirme de manera ventajosa, para darme a conocer. Quizás para conocerme mal. Lo interesante es que mirar no es un gesto parásito, sino que reactiva la actividad creativa.

P.- En las fábulas, la idea de cruzar el bosque implica enfrentarse a los miedos. ¿Qué hay de eso aquí?
R.- También estas obras son una reflexión sobre el miedo al vehículo de la comunicación. He colocado al artista en el lugar de la incapacidad de comunicar.

P.- Y desde esa "habla muda", ¿cuál es la moraleja que quiere lanzar?
R.- Estas pinturas son solo un fragmento de reflexión en las que ponemos en danza historias que no entrañan una conclusión moral.

P.- Hace unos meses, exponía Siguiendo a Phynchon en la galería Benveniste de Madrid, unas obras que hablaban de la destrucción violenta de las utopías. ¿Hay continuidad entre ambos trabajos?
R.- Sí. Ambos tienen que ver con la pérdida de la ingenuidad. Siguiendo a Phynchon es puramente narrativo, sobre todo porque contempla el esquema de los cómics. Son secuencias ceñidas a un libro y basadas en las imágenes que éstos me sugieren. En Bosques estoy centrado en la pintura, en el acto de pintar. No sé si es un buen símil pero me recuerda a la relación entre la poesía y el relato. La entrada en el bosque me sugiere un viaje hacia el aspecto más primitivo de nuestra conciencia. Esto se puede traducir en la muerte de la utopía.

P.- ¿Qué cabida tiene el azar a la hora de trabajar?
R.- Creo que nunca he encontrado nada que no buscara. De forma más o menos consciente siempre estamos donde decidimos estar. El tema es saber aprovecharlo.

P.- ¿Cree que los críticos entienden su obra?
R.- Los que la han mirado la han entendido de una forma que a mí me sirve. Quizás he tenido que esperar en algunos casos a que encontraran modelos con los que justificarme pero esto es una actitud frecuente de la que no me he sentido víctima.

P.- Haga un diagnóstico del arte contemporáneo actual...
R.- Está mejor que nunca. Hay muchísimo donde elegir. Solo tengo la sensación de que hay una profesionalización bastante general y es un aspecto que me inquieta. Parece que hemos perdido la capacidad sorpresa. Se establecen formatos de comportamiento, jerarquías...

P.- ¿Y un consejo para el que empieza?
R.- Me cuesta muchísimo dar consejos. Si te vas a buscar frases celebres encuentras todos los consejos del mundo pero quizás se podía decir: "No te obsesiones con salir en los libros de historia del arte".

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