Grabriele Morelli.

Presenta hoy en la librería Rafael Alberti (19.30 h.) una edición facsímil de la 'Nueva revista', de 1929-30, junto a Abelardo Linares, Juan Manuel Bonet y Andrés Trapiello.

Gabriele Morelli sigue removiendo los cajones de la poesía española de comienzos del siglo XX. Las pesquisas del hispanista italiano le han llevado a descubrir correspondencia y poesía inédita de autores como Rafael Alberti, Juan Larrea, Vicente Aleixandre, Miguel Hernández, Luis Rosales... Son méritos de peso: hitos que explican con más detalle y nitidez aquel periodo tan prolífico de nuestra literatura. Pero este catedrático de la Universidad de Bérgamo no ceja en su búsqueda. Ahora, en colaboración con Abelardo Linares y la editorial Renacimiento, publica una edición facsímil de la Nueva revista, que entre los años 1929 y 1930 alumbró Muñoz Rojas y otros jóvenes poetas con ganas de atizar el ya de por sí candente panorama literario nacional. Fue un proyecto romántico que duró poco, pero dejó huella por su modernidad y rebeldía (y porque el mismísimo Juan Ramón Jiménez lo apadrinaba en la sombra). En la actualidad era imposible encontrar ejemplares de esta publicación quincenal.



Pregunta.- Dice que la revista era inencontrable. ¿Cómo llegó usted a ella?

Respuesta.- Fue preparando la edición de Pasión de la tierra, un libro surrealista y juvenil de Vicente Aleixandre. Me dijo que uno de los poemas correspondientes a la escritura de este poemario lo había publicado en una revista de Muñoz Rojas. Era, precisamente, El rastro borrado. Así que me puse en contacto con él. Quería saber si había publicado más poemas relacionados con Pasión de la tierra en la revista.



P.- ¿Y los encontró?

R.- Muñoz Rojas estuvo amabilísimo. Fui a verlo en 1999 y me enseñó los ejemplares de la revista, los que ahora hemos utilizado para preparar esta edición facsímil. Estuve en su casa cercana al Museo del Prado y luego me dejó fotocopiar algunas páginas. No encontramos ningún poema más de Aleixandre, pero la revista me pareció muy valiosa para comprender la literatura española de aquella época.



P.- ¿Cuál es su peso específico en el panorama de revistas literarias de la época?

R.- Fue una publicación que nació de la espontaneidad de algunos jóvenes estudiantes y poetas, entre los que estaba el propio Muñoz Rojas. Pero también contó con la bendición del mismísimo Juan Ramón Jiménez, que reconocía encontrarse mucho más cómodo entre aquellos poetas en ciernes que con los consagrados. Era un soplo de aire fresco, que ponía en entredicho instituciones como la Real Academia y figuras consagradas como Marquina, Giménez Caballero... Fue una revista muy moderna porque, aunque se ocupaba de poesía y literatura sobre todo, también tocaba temas sociales, hablaba de cine e incluía dibujos, como los de Maruja Mallo...



P.- ¿Qué papel jugó exactamente Juan Ramón Jiménez en su fundación?

R.- En aquel momento los miembros de la generación del 27 empezaban a desmarcarse de su apadrinamiento. Y él veía en los jóvenes, en el intimismo de poetas como Vivanco o Panero, posibles continuadores de su legado. Por eso les ofreció su protección sin implicarse en la gestión de la revista, porque también tenía hacia ellos algunas prevenciones políticas.



P.- ¿Tenía algún ideario político nítido?

R.- Era una revista muy anárquica en realidad. No tenían ni director y la vendían por la calle, a voz en grito. Tampoco tenían un manifiesto estético que los cohesionara ni una línea ideológica clara. Podría decirse que profesaban el krausismo liberal. Anticiparon también los conflictos que estaban por llegar en España.



P.- Tuvo una duración efímera. ¿Por qué dejó de publicarse?

R.- No lo sabemos muy bien. Es posible que su carácter rebelde les reportara algunos enfrentamientos. Y también hay que tener en cuenta que económicamente se mantenía con el dinero que ellos mismo ponían.



P.- ¿Cómo se enganchó usted a la poesía española?

R.- Fue cuando estudiaba en la Universidad Bocconi de Milán. Un chica argentina me dejó para que leyera Romancero y cancionero de ausencias, de Miguel Hernández. Me gustó tanto que decidí hacer mi tesis sobre él. Entonces era muy difícil encontrar sus obras en Italia, así que, a principios de los 60, me vine a España. Y tuve mucha suerte. Conocí a Aleixandre y él me puso en contacto con Josefina Manresa. Era un tiempo en el que todo el mundo te abría la puerta aquí. Entonces sí que me enamoré de España. Era tal mi pasión que en Italia hubo algunos que empezaron a sospechar que fuera franquista.



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