Javier Calvo. Foto: Jordi Soteras

Seix Barral publica mañana su última novela, 'El Jardín colgante'.

Este año, el Premio Biblioteca Breve de novela le ha salido redondo a Seix Barral. Y es que el fallo a favor de Javier Calvo vindica la calidad del galardón, suma lectores a las alforjas de un buen escritor hasta ahora de culto (esto es, no muy leído) y arrebata (al menos, de momento) una estrella emergente a Mondadori en la lucha a cara descubierta por el fondo de calidad de la narrativa española más o menos joven. La coda es que además la novela es muy atractiva: una historia de espías absorbente que atraviesa el jugoso escenario de la Transición, entenebrecido por un complejo juego de espejos y por los efectos distorsionantes de un meteorito. Si la sanción del público lector es positiva, El Jardín colgante puede marcar un golazo editorial.



Pregunta.- ¿El Jardín Colgante es su novela más accesible, en la que deja de ser un escritor de culto, como le acusan elogiosamente por ahí?

Respuesta.- Es posible que sea mi libro más accesible, aunque no es realmente muy distinto de mi novela anterior. Es posible que el tema sea más atractivo para más lectores por ser un momento más cercano y porque la Transición interesa a mucha gente, pero no he hecho gran cosa para que fuera más accesible. Lo único tal vez es que decidí de entrada hacer que el diálogo fuera el eje de la trama, y por eso el relato es bastante más dialogado, que es algo que no hacía desde mi primer libro, Risas enlatadas. Lo de dejar de ser escritor de culto, por desgracia, no depende de mí, sino de la respuesta del público.



P.- Si la Transición es nuestro mito de los orígenes, parece que los escritores actuales la eluden para regresar una y otra vez a la Guerra Civil y postrimerías... ¿Lo suyo es provocación?

R.- En absoluto, no hay ninguna voluntad de provocar por mi parte. Por otro lado tampoco estoy seguro de que los escritores actuales eludan la transición. Hay novelas sobre aquellos años y miles de ensayos. Sin ir más lejos, hace poco cayó en mis manos una tesis doctoral titulada La transición a la democracia en la novela española, donde se analiza el periodo en las obras de Umbral, Azúa, Vicent y Vázquez Montalbán. Lo que sigue existiendo es una falta de voluntad -generalizada entre la población y absoluta entre la clase política- de cuestionar las reglas del juego creadas en la transición y la legitimidad del proceso mismo. De hecho, la literatura parece tal vez el único ámbito donde se puede cuestionar con cierta facilidad el mito de la Transición.



P.- Tal parece que al incidir en el estatuto intercambiable de espías y terroristas quisiera privilegiar la fuerza de los sentimientos frente a lo voluble incluso de las más fanáticas ideas. ¿Lo ve así?

R.- Sí, absolutamente. Mi intención cuando creé al protagonista de la novela, Teo Barbosa, era construir una representación del hombre devorado literalmente por su época. En las épocas de conflicto social abunda esa clase de personajes, cuya personalidad los lleva a menudo a ser inmolados, revolucionarios, contrarrevolucionarios y gente adicta al fragor de la lucha. Por eso durante casi toda la novela es imposible saber en qué bando está exactamente Barbosa, y tampoco importa demasiado. Es un hombre de su época, alguien que desapareció en la lucha, desapareció incluso de forma material. La ideología es lo de menos, es una víctima sacrificial de la Historia. Por otra parte, la novela retrata la connivencia secreta entre el estado y sus enemigos y también un fenómeno bastante común en los cambios de régimen, que es el cambio de identidad, lo que llamamos el "cambio de chaqueta", un momento en que la gente desaparece y reaparece convertida en otro y formando parte de otro régimen. Y en última instancia, lo que hoy en día el lenguaje institucional llama un "terrorista" se define por su marginalidad respecto al poder. Cuando un terrorista hipotético alcanza el poder, se transmuta en una parte legítima del sistema.



P.- La Barcelona presa de la nueva España que dormita encastillada en su novela, ¿tuvo finalmente Príncipe Azul que la despertara con su beso?

R.- Bueno, en principio la idea de la Nueva España que desarrollo en la novela se refiere al país en el que vivimos ahora, de manera que la respuesta es no. Lo que postulo es un país nuevo, desvinculado del pasado, que se inauguró en 1977 y 78, con la Constitución, las primeras elecciones, etc, y que es lo que hemos heredado y tenemos hoy entre manos. La gente que ha intentado combatir ese modelo de país, casi siempre desde la marginalidad política y lo que se denomina el "terrorismo", ha fracasado claramente.



P.- ¿Qué es lo más jugoso de agarrar el Breve? ¿El prestigio, la pasta, más lectores, cambiar de editorial...?

R.- Todo lo que has mencionado. Quizás el dinero es lo de menos, porque no es tanto. Pero lo más excitante para mí ahora mismo es la magnitud de todo lo que rodea al libro. La magnitud de la campaña de márketing, de la promoción ante medios, etc. Si eso ayuda a conseguir más lectores, maravilloso. Si no, me quedará la satisfacción de haber ganado el premio.



P.- Creo que el día en que ganó el Breve un tal Javier Calvo (actor) fue profusamente felicitado en Twitter...

R.- Lo de compartir mi nombre con el actor lo tengo muy asumido y me hace gracia. Lo de las redes sociales es un mundo extraño que me sorprende a diario, por su experiencia de la simultaneidad absoluta y por su redefinición de las fronteras de lo privado y lo público. En cierta manera todos nos estamos espiando a todos todo el tiempo, es el paso previo a ese episodio de Black Mirror en el que la retina ya lo graba todo para obtener un recuerdo absoluto.



P.- ¿Cómo disfruta más? ¿Escribiendo o traduciendo a Pratchett y a David Peace?

R.- Escribir es mucho más intenso, pero precisamente por eso no podría dedicarme todo el año a escribir. De todas maneras, no pienso renunciar a ninguna de las dos actividades.

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