Josep Ramoneda. Foto: Marcel.li Sàenz

El ex director del CCCB recibe el Premio Ciutat de Barcelona de Proyección Internacional

Forma parte del elenco de recientes premiados con el prestigioso galardón junto al artista Perejaume, el escritor Ignacio Martínez de Pisón, el director teatral Oriol Broggi y el de televisión Jordi Évole, entre otros. A su vez, la exposición Totes les cartes. Correspondèncias filmiques, realizada por el mismo centro CCCB, se ha hecho con el premio de audiovisuales. Y ante este doble logro Ramoneda (Cervera, Lérida, 1949) se muestra contento, como no podía ser menos, aunque no reprime una cierta ironía al respecto: "Éstas son las paradojas de la vida (señala), por un lado te destituyen y por el otro te galardonan". Al frente del Centre de Cultura Contemporánea de Barcelona desde su creación, en 1994, se ha ido por la puerta grande dejando atrás más de trescientas ediciones de festivales y actividades de los más diversos formatos.



PREGUNTA.- El 31 de diciembre pasado fue cesado de su cargo de director del CCCB, un consorcio público entre la Diputación y el Ayuntamiento de Barcelona. ¿La cultura debe ir ligada a la política?

RESPUESTA.- Es inevitable que haya cierta vinculación entre ellas, aunque objetivamente no deberían ir de la mano. En el caso del CCCB, el presidente del consorcio tiene la autoridad de nombrar al director. Y se supone que ese nombramiento debe basarse en la confianza y la autonomía. Si el presidente no tiene confianza en el que hasta entonces ha sido el director, en este caso yo, lo normal es que lo destituya. Y así es como ha ocurrido.



P.- ¿Se lo esperaba?

R.- Sí, me parecía bastante probable y lo esperaba desde el mes de septiembre. Ha sido una agonía de tres meses que se me han hecho muy largos.



P.- ¿Dieciocho años al frente de un organismo como el CCCB no son demasiados?

R.- Yo siempre he trabajado teniendo muy presente que un día u otro debería irme del CCCB, y lo raro es que haya tardado tanto en hacerlo. Desde el momento en que me cesaron, las compensaciones y los reconocimientos han sido muy superiores a lo que esperado, quizás debido justamente a esa larga agonía que le comentaba. Han sido muy lentos en decirme que no me renovarían.



P.- ¿Es difícil encajar una destitución?

R.- Sí, no voy a negarlo. Tengo una profunda sensación de melancolía. He trabajado con un equipo muy competente, muy entusiasta y muy empático. La dirección del centro tuvo un principio difícil, ya que era complicado definir el modelo que íbamos a seguir. Se generaron muchas dudas alrededor, y hasta se llegó a decir que el centro nacía como un capricho de Pasqual Maragall y mío. Pronto se vio que ese supuesto capricho tenía contenido y en seguida llegó el reconocimiento internacional que era lo que nos daba el impulso.



P.- ¿En qué modelo se inspiró?

R.- Yo me hice una reflexión muy simple que es la siguiente ¿qué es aquello en lo que nosotros podemos tener más cosas que decir, ser más competentes y tener más conocimientos que los demás? Llegamos a la conclusión de que Barcelona era muy reconocida internacionalmente por la calidad de su medicina y su investigación y por la calidad de su urbanismo. Decidí centrarnos en esta segunda línea Barcelona tiene una gran conciencia cívica y buena musculación en creatividad y arte. Entonces decidimos que la ciudad debía convertirse en la primera urbe que tuviera un centro que reflexionara sobre la cultura urbana con carácter universal. Esta elección por la línea a seguir en el fondo era tan natural que fuera se nos entendió en seguida, de ahí que el reconocimiento no se hiciera esperar.



P.- ¿Cuáles han sido los logros y los defectos de estos años al frente del CCCB?

R.- Todavía es pronto para evaluarlos. Tengo que dejar pasar un poco de tiempo, todavía me veo en la línea de planificar lo que deberíamos hacer en un futuro y no en la reflexión de qué es lo que hemos hecho bien y lo qué hemos hecho mal. Me fui con la programación del 2012 ya cerrada y la del 2013 bastante esbozada, ahora tengo que distanciarme un poco.



P.- ¿Qué es la cultura?

R.- Pues lo primero que me viene a la cabeza es la frase de San Agustín sobre el tiempo: "Sé muy bien lo qué es pero cuándo me toca explicarlo no sé muy bien cómo hacerlo". Pues a mí me ocurre lo mismo. La cultura son los signos, los puntos de referencia y los iconos que nos marcamos para dar un sentido a nuestra existencia. La vida probablemente no tiene sentido, pero el sentido es indispensable para la vida. Y la cultura nos ayuda a encontrar este sentido.



P.- ¿Es un termómetro para medir la riqueza de un país?

R.- Sí, y hay que entender que la cultura es un bien de primera necesidad. Y esto cuesta mucho de aceptar. Asumida esta idea todo sería mucho más fácil. La cultura no es garantía de nada, sabemos muy bien que la raya que separa la cultura de la barbarie es finísima. Por tanto no hay que pensar que con la cultura ya estamos salvados. Ahora bien, también es verdad que el nivel cultural de un país juega un papel muy importante.



P.- ¿Y ha de ir ligada a la élite?

R.- No, hay un nivel elemental que es la cultura de la base de la sociedad. Los franceses, por ejemplo, han vivido muchos años de tener un bachillerato mejor que los demás. Ahora tienen otros muchos problemas pero ese no es el tema en cuestión. Cuanto más grande es la masa crítica más posibilidades hay de que emerja la excelencia. Para que se desarrolle bien la cultura es muy importante que se dé en una sociedad abierta, libre y sin miedo... a mí me preocupa este clima de pesimismo inducido en que estamos inmersos. La cultura necesita libertad, ganas de romper y de transgredir.



P.- Dicen que el motivo de su cesión es su talante cosmopolita y nada nacionalista, que es el que ha transmitido al CCCB.

R.- Se han dicho tantas cosas... los nacionalismos me incomodan, no me gusta la obligación de tener que comulgar con unos valores y unas ideas. Tampoco me gusta tener que aceptar forzosamente el relato determinado del propio país. En cambio cada vez estoy más convencido de que la única salida de Cataluña empieza por la independencia. Eso acabaría con el nacionalismo catalán, lo cual sería muy positivo, por eso estoy a favor de la independencia. Es verdad que al CCCB se le ha puesto la etiqueta de cosmopolita y no me molesta sino todo lo contrario. Yo creo que cultura solo hay una, y es la cultura universal. Lo demás son puras decantaciones de esta cultura de la humanidad.



P.- ¿Cómo ve el arte contemporáneo en estos momentos?

R.- Me interesa mucho la fotografía, que hasta hace poco era la hermana pobre del arte y se ha convertido en una línea prometedora. En cuanto al resto de las disciplinas, veo que el panorama está algo desorientado por la presión de los nuevos medios y las nuevas tecnologías. A veces en los museos tengo la sensación de que no hay nada, ni siquiera tonterías. Hay que evitar el papanatismo de trabajar con las nuevas tecnologías porque sí, porque toca. El artista ha de acercarse a un instrumento cuando el despliegue de su proceso creativo le lleve hasta allí, pero no porque esté de moda, o por puro capricho. Y con esto me estoy refiriendo al videoarte y a las videoinstalaciones… cuando estoy frente a una de ellas me quedo patidifuso y lo primero que me viene a la cabeza inevitablemente es que Orson Welles lo hacía muchísimo mejor.



P.- ¿Están caducas las ferias de arte?

R.- Yo creo que ahora ya hay demasiadas y con un esquema que ya no es válido. Deberían buscar nuevas fórmulas.



P.- ¿En qué le gustaría reinventarse ahora?

R.- Yo tengo una peculiaridad y es que nunca he pertenecido a ningún gremio. Soy un poco filósofo, un poco periodista, he dirigido un centro sin ser gestor cultural… me siento cómodo funcionando así aunque a veces estoy muy solo. Y ahora necesito reflexionar para ver hacia dónde quiero ir.

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