Gonzalo Pontón

Gonzalo Pontón (Barcelona, 1944) quiere morirse con las botas puestas. Es decir: editando. Ejerce el oficio desde hace medio siglo. En 1976, con el cadáver de Franco aún caliente, fundó Crítica, un sello emblemático en él ámbito del ensayo. Pero en 2009, Planeta, que se había hecho ya con una participación mayoritaria de su pequeña editorial, decidió jubilarlo. La decisión era impecablemente legal: Pontón había cumplido 65 años. Él quería seguir en la trinchera de los libros pero no hubo manera de entenderse con José Manuel Lara. Por imposición contractual, tuvo que apartarse de la edición durante dos años. Ese plazo acaba de agotarse y Pontón vuelve a la carga, con Pasado & Presente, su nuevo proyecto, en el que Oliver Stone, Noam Chomsky, Diderot y Josep Fontana serán sus cabezas de cartel. Un comienzo muy prometedor.



Pregunta.- Su salida de Planeta no fue precisamente amigable. ¿Se pueden conocer las circunstancias?

Respuesta.- Bueno, cumplí 65 años y decidieron jubilarme. Yo no estaba dispuesto. Creo que el fin de un trabajo intelectual no se debe determinar por la fecha de nacimiento.



P.- Intentó recuperar la editorial comprando las acciones que Planeta tenía de Crítica pero no hubo manera, ¿no?

R.- Cuando me asocié con José Manuel Lara en el 98 me exigió tener una parte mayoritaria de la editorial, aunque yo quería compartirla al 50%. Y cuando en 2009, tras comunicarme su intención de jubilarme, le propuse comprarle su pare, él se negó. No está en la naturaleza de los grandes tycoons vender. Ellos sólo compran. Además, Crítica era una editorial rentable. Al final, Planeta compró mi participación y me impuso dos años de retirada de la edición.



P.- Algunos pensaran que no tiene sentido quejarse de haber perdido la editorial cuando fue usted quien decidió asociarse con un gran grupo como Planeta.

R.- Yo no me quejo. Al contrario, me maravillo de que un gran grupo así me mantuviera durante 10 años al frente de Crítica, Paidos y Ariel. A alguien como yo, un tipo tan molesto, con unos criterios editoriales tan dispares de los que son su seña de identidad. Cuando me asocié con ellos me pudo el pecado de hybris, como decían los antiguos griegos. Fui tan arrogante que creí que yo podía cambiarles, al menos en mi pequeña parcela.



P.- ¿Ha padecido síndrome de abstinencia en estos dos años de parón forzoso?

R.- Yo me quiero morir editando. Pero este tiempo me ha venido muy bien. He podido escribir el libro que llevaba varios años dándole vueltas a mi cabeza. Se titulará Historia del mundo occidental en el siglo XVIII. Forma parte de lo que será la trilogía La lucha por la desigualdad, y espero escribir otros dos volúmenes dedicados al XIX y al XX. A ver si puedo, porque ahora que vuelvo al mundo editorial tendré mucho menos tiempo.



P.- Reconoce todavía su editorial, dos años después de haberla dejado.

R.- Sí, porque la persona que la dirige, Carmen Esteban, se crió en mis pechos y además están publicando muchos de los libros que yo dejé contratados. Pero ya veremos en el futuro, sobre todo a partir de la entrada en el mercado editorial de Pasado & Presente.



P.- ¿Por qué? ¿En qué puede afectar a Crítica?

R.- Yo fundé crítica hace 35 años. Es una creación personal mía, una editorial basada en las relaciones personales, todo lo contrario de lo que se estila en la edición McDonald. Muchos de los autores de Crítica, Ariel y Paidos son amigos míos, con los que comparto muchas cosas. Yo no los voy a perseguir, pero si ellos me piden que los edite no les diré que no, claro. Es algo que ya se está dando: Alesandro Barbero es autor de Ariel, y Fontana y Chomski, de Crítica.



P.- ¿Hacia dónde camina la industria editorial? ¿Se siente capaz de predecir su rumbo?

R.- Yo estoy centrado en el estudio del presente y sobre todo del pasado. No sé si soy el más indicado para hacer vaticinios. Sólo puedo decir que Ibarra y Sancha editaban en el siglo XVIII 3.000 ejemplares. Yo, cuando empecé en esto hace 50 años, imprimía 3.000 ejemplares. En Crítica, desde el 76, he publicado 3.000 ejemplares. Y en Pasado & Presente voy a imprimir también 3.000 ejemplares. No hay ningún cambio desde el siglo XVIII hasta hoy en la edición de libros de reflexión y formativos en España. Algo que dice muy poco del nivel cultural del país, porque España, en ese siglo, tenía 25 millones de habitantes. Y ahora somo 45.



P.- Pregunta obligada para un editor: ¿de qué libros se siente más orgulloso de haber editado?

R.- Los diarios completos de Manuel Azaña, prohibidos durante el franquismo. También he sido el primero y el único en editar a Stephen Hawking. Y un tercero sería La pequeña historia de España de Pierre Vilar, también prohibido bajo el franquismo y que me harté de vender.



P.- Chomsky, Diderot, Tariq Ali, Oliver Stone... ¿El acento crítico será la divisa de la editorial?

R.- Sí. Es que no sé hacer otra cosa. Lo que intento es que la gente que lee los libros que edito adquiera una mayor autonomía en su pensamiento. Es la intención que ya tenía hace 50 años. No voy a cambiar ahora, ¿no?

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