Luis Magrinyá. Foto: El Mundo

Constantino Bértolo reedita sus 'Cuentos de los 90'

Pregunta. Cuenta Bértolo que cuando recibió el original de Los aéreos y leyó su prólogo, le sonó a "pedante, a listillo", aunque luego sus relatos le conquistaron, pero ¿tuvo tanto cuento en los 90 como parece en este volumen abrumador?

Respuesta. Sí, fueron años de mucho cuento. Si soy sincero, creo que, a pesar de las apariencias, nunca he dejado de escribirlos, y de hecho sólo reconozco como novela uno de mis libros; los demás así considerados creo que no lo son, pero jamás me han preocupado los géneros literarios ni me han molestado las etiquetas. Quizá se debe a que aún no sé muy bien qué es un cuento, y en cambio tengo una conciencia muy clara de lo que es la novela, un género que me coarta un poco. Por eso creo que mis dos últimos libros no lo son...

P. ¿Cómo surgieron estos Cuentos de los 90?

R. Porque me apetecía que siguieran vivos. Los aéreos y Belinda y el monstruo estaban en edición de bolsillo, pero el contrato había vencido y aunque sobrevivían algunos ejemplares, me hacía tanta ilusión recuperarlos, como hacerlo con quien fue su primer editor, Constantino Bértolo, lo que da a este volumen un carácter simbólico, ya que Bértolo sigue siendo hoy lo que era entonces, un editor valiente que sigue descubriendo nuevas voces. Cuando se lo propuse se quedó asombrado, porque ahora soy un autor de Anagrama, pero me apetecía que el libro apareciese en una colección de nuevos valores y él, como también está loco, dijo que sí a este volumen de 900 páginas. No sé, yo recomiendo que nadie se lo lea de un tirón, y a Bértolo le he sugerido que en la contraportada regalemos Almax, para que los lectores puedan digerirlo sin problemas.

P. ¿Usted también ha necesitado medicación?

R. Más que nadie. No es broma: cuando releí todos los cuentos de seguido llegué a cierto hartazgo de mí mismo. La exigencia del túnel del tiempo no está mal, me hacía ilusión, pero releerte es un mal trago porque estás en otra cosa. Es un juego que te obliga a distanciarte de ti mismo y a reconocer al autor que fuiste y al que pudiste ser; en algún caso llegué a pensar que lo había escrito otro, e incluso sentí la tentación de aplicar las tijeras a alguno para mejorarlo.

P. ¿Por qué no lo hizo?

R. Por respeto. Verá, hay quien lo ha hecho, como Henry James al final de sus días, y aunque hubo un tiempo en que se respetó esa versión supuestamente definitiva, los editores de todo el mundo han preferido recuperar la primeras ediciones de sus novelas. Es más coherente respetar el libro tal y como apareció la primera vez, con sus virtudes y defectos, sus buenas intenciones y sus valores. Reescribir no tiene sentido.

P. Ahora que lo menciona, creo que James es uno de sus autores, porque usted es también editor... ¿está de acuerdo con Bértolo cuando escribe que hoy "un editor que lee está condenado al fracaso"?

R. Je, je, no, espero que no. Es una de esas boutades de Bértolo que encierran bastante verdad, porque sí hay muchos editores que no leen nada, ni siquiera lo que editan, pero junto a esa perversión del mercado editorial también hay editores de sellos pequeños que son responsables de cada uno de sus títulos, en una nueva tendencia que habla mucho y bien de nuestra cultura.

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