Image: Joaquín Achúcarro

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El Cultural

Joaquín Achúcarro

"Con Bartók sufrí el síndrome de Stendhal"

17 marzo, 2010 01:00

Joaquín Achúcarro en Madrid. Foto: Bernardo Díaz

Esta tarde inaugura en el Auditorio Nacional el Ciclo de Grandes Conciertos Cajamar.

Benjamín G. Rosado
En el año Chopin, que es el que va después de Albéniz y antes que Szpilman, reconforta saber que Joaquín Achúcarro (Bilbao, 1932), uno de los grandes ases de nuestra baraja musical, sigue en plenas facultades. Hace 50 años que ganó el Concurso Internacional de Liverpool, y desde entonces ha ido abanderando un tipo de pianismo -"derivado de una interpretación global", ha dicho - que le tiene, como al marinero, con un piano en cada puerto y "un cepillo -de dientes, se entiende- en Londres, Dallas, Bilbao y Madrid". Con su nuevo DVD bajo el brazo (con la Sinfónica de Londres de Collin Davis), esta tarde inaugura en el Auditorio Nacional de Música de Madrid el Ciclo de Grandes Conciertos Cajamar y el viernes se pondrá a las órdenes de Salvador Mas en el Festival de la Orquesta Ciudad de Granada.

PREGUNTA.- Hace 50 años que ganó el Concurso Internacional de Liverpool. Cinco décadas de viajes, recitales, conciertos, clases y actuaciones. ¿Cuánto se le parece el Achúcarro de entonces al de ahora?
RESPUESTA.- Se le parece en las ganas de seguir haciendo música con el piano. El de ahora tiene el pelo un poco más blanco, eso resulta evidente. Pero creo que puedo decir que he ganado en madurez musical, que he aprendido a transformar los impulsos juveniles del virtuosismo en otro tipo de pianismo, mucho más íntimo. Tampoco entonces conocía bien a Béla Bartók sabía, que fue mi caída hacia Damasco. Quedé fulminado con su Segundo concierto. Creo que sufrí el síndrome de Stendhal o algo parecido.

P.- Ha ganado también en confianza. Se ha dicho que nada más terminar el concurso apunto estuvo de tirarlo todo por la borda...
R.- La verdad es que rara vez estoy satisfecho del todo después de un concierto. Pero sí, aquella vez, tan importante para mí, porque era mi debut en Londres, quería haber hecho mucho más. Luego, ante mi asombro, todos los periódicos de Londres me pusieron por las nubes, así que fue una inyección de moral...

P.- ¿Le salvaron los genes "griegenses"?
R.- Es posible que sin ser consciente de ello, en mi concierto diera algo que no sabía que estaba dando y que gustó a los críticos, como algo nuevo, que igual debo genéticamente a Edvard Grieg.

P.- Y hubo boda...
R.- Sí, hace 49 años y 303 días que me casé, poco después de aquel debut de Londres que hizo temblar todos mis planes de juventud.

P.- No faltará en sus citas de Madrid y Granada la propina chopiniana. ¿Tiene pensado algo para el bicentenario?
R.- Chopin no necesita centenarios. Él siempre está presente. Acaso me quedo con la reflexión temporal a la que nos invita. Ahora me pregunto cómo habría vivido Chopin en un mundo en el que se trasplantan hígados, en un mundo con viajes espaciales, con toda esta tecnología que comprime toda su obra en un cedé...

P.- Plácido Domingo, amigo y compañero de batallas, no atraviesa su mejor momento. ¿Se ha puesto en contacto con el tenor?
R.- Cenamos juntos en Nueva York hace mes y medio, después de su Simon Boccanegra, que puso el Metropolitan boca abajo. Y he hablado hace poco con él por teléfono. Es un monstruo no sólo como cantante sino como persona. Puede con todo. Lo admiro al máximo y le deseo lo mejor.

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