Imagen del circuito de Montmeló

Imagen del circuito de Montmeló MotoGP

F1

Barcelona encuentra un hueco en el calendario de F1: Liberty logra la fórmula para tener a los clásicos y a los nuevos trazados

Montmeló acepta no estar cada año para seguir vivo en un calendario saturado por nuevos mercados.

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La Fórmula 1 ha dejado de ser un campeonato anclado a la tradición europea para convertirse en un producto global de entretenimiento premium.

En ese nuevo escenario, Barcelona ha encontrado una fórmula para seguir presente en el calendario aunque sin ocupar una plaza fija.

No es una solución romántica, pero sí pragmática: alternar su presencia con otros circuitos históricos para abrir espacio a nuevos destinos sin superar el techo de veinticuatro grandes premios por temporada.

Liberty Media, propietaria del campeonato, ha impuesto una lógica clara. El calendario no crecerá más, pero tampoco quiere renunciar a algunas de las plazas más icónicas de su historia.

Stefano Domenicali, presidente y consejero delegado de la F1, ha repetido que 24 carreras es el "número correcto" a largo plazo, tanto por razones logísticas como por la salud física y mental de equipos y personal.

El problema es que, al mismo tiempo, hay más de 35 sedes interesadas en albergar un Gran Premio y al menos 11 candidaturas consideradas realistas. La ecuación solo se resuelve sacando carreras para poder meter otras nuevas.

El momento de la salida en el GP de España en Montmeló.

El momento de la salida en el GP de España en Montmeló. F1

El pasado ya no cuenta

El mensaje que Liberty ha trasladado a los circuitos clásicos es tan directo como incómodo: la historia suma, pero no asegura continuidad.

Ni siquiera trazados emblemáticos como Spa-Francorchamps, Monza o Mónaco tienen garantizada su plaza de forma automática. Para seguir en el calendario, la F1 exige inversiones constantes en infraestructuras, seguridad, servicios al aficionado y hospitality, acordes a un producto con entradas cada vez más caras y exigentes.

A eso se añade la capacidad hotelera y de transporte del entorno, un punto crítico para algunos circuitos europeos con limitaciones estructurales, y, sobre todo, la solidez financiera para asumir cánones al alza.

Si un trazado histórico no puede modernizarse ni pagar, entra en el mismo nivel de riesgo que cualquier otro. La tradición ya no manda.

La rotación como clave

En ese contexto aparece la gran novedad del nuevo calendario: la rotación. Spa-Francorchamps ha sido el primer gran símbolo de este cambio.

El circuito belga renovó hasta 2031, pero con un calendario no anual: correrá en 2026, 2027, 2029 y 2031, y descansará en 2028 y 2030. Es la prueba de que ni siquiera uno de los templos del automovilismo es intocable.

Barcelona sigue ese mismo camino. El Circuit de Barcelona-Catalunya tiene contrato en vigor hasta 2026 y negocia una extensión hasta 2032, pero solo para acoger la Fórmula 1 en años concretos: 2028, 2030 y 2032.

Compartirá esos huecos precisamente con Spa, que cede plazas en los años pares. La rotación permite mantener vivos a los clásicos sin bloquear la entrada de proyectos nuevos, mucho más rentables desde el punto de vista comercial.

Circuito de Spa-Francorchamps en Bélgica durante un Gran Premio de Fórmula 1

Circuito de Spa-Francorchamps en Bélgica durante un Gran Premio de Fórmula 1 Europa Press

Nuevos mercados

Liberty Media ha dejado claro qué busca en los nuevos destinos. Las Vegas, Miami, Qatar, Arabia Saudí o los futuros proyectos de Bangkok y Kigali ofrecen paquetes económicos muy superiores a los de muchos circuitos europeos tradicionales.

No solo pagan cánones más altos, sino que aportan inversiones en promoción, city branding y hospitality, además de un impacto televisivo global.

A eso se suma el factor espectáculo. Carreras nocturnas, trazados urbanos o semiurbanos integrados en zonas icónicas y una experiencia de aficionado que se acerca más a un gran festival que a un evento deportivo clásico.

Desde la óptica de Liberty, estos grandes premios son activos de entretenimiento global, no solo carreras.

La llegada de Madrid

La situación de Montmeló no se puede entender sin la entrada de Madrid. La capital ha firmado un contrato de diez años, de 2026 a 2035, para albergar el Gran Premio de España en un circuito urbano y semipermanente en la zona de IFEMA-Valdebebas.

A partir de ese momento, el nombre oficial del gran premio pasará a Madrid, mientras que Barcelona utilizará una denominación alternativa, como Gran Premio de Barcelona-Catalunya.

Con el calendario prácticamente lleno, la única forma de mantener dos sedes en España ha sido aceptar que una de ellas no esté todos los años.

Madrid tendrá presencia continuada; Barcelona, una participación puntual pero estable en el tiempo. Es un cambio histórico: Montmeló pierde la continuidad anual que tenía desde 1991, pero evita desaparecer del mapa.

Render del Pit Building del futuro circuito de MADRING

Render del Pit Building del futuro circuito de MADRING MADRING

La aceptación de ese modelo de alternancia no llega sola. El Circuit de Barcelona-Catalunya ha invertido alrededor de 50 millones de euros entre 2022 y 2026 en la modernización de sus instalaciones.

Paddock, boxes, edificios, accesos, servicios al público y actualización tecnológica forman parte de un paquete pensado para cumplir los estándares actuales de la F1.

Además, desde 2025 la gestión del circuito pasa a manos de Fira de Barcelona, a través de Fira Circuit, con un modelo de gestión a largo plazo que aporta estabilidad financiera y profesionalización.

Todo ello se presenta a Liberty como garantía de que Barcelona sigue siendo un socio fiable, aunque no esté cada temporada.

Un futuro distinto

La renovación de MotoGP hasta 2031 refuerza ese planteamiento. Montmeló seguirá siendo un gran centro del motor, con una presencia estable de MotoGP y una F1 más exclusiva y puntual.

Para el aficionado, eso puede traducirse en carreras con mayor demanda y un carácter especial cada vez que la Fórmula 1 vuelva a Barcelona. En el fondo, el caso de Montmeló resume el nuevo equilibrio de la F1.

Un calendario limitado, una columna vertebral de grandes premios históricos, rotación para los clásicos no estratégicos y una expansión decidida hacia mercados de alto valor económico.

La historia ayuda, pero ya no decide. Barcelona ha aceptado esa realidad y, gracias a ello, ha encontrado su hueco.