La batalla de las Navas de Tolosa, acaecida el 16 de julio de 1212 al norte de Jaén, ratificó el vuelco de poderes que se estaba produciendo en la Península Ibérica; fue el impulso definitivo hacia la Reconquista. Los monarcas Pedro II de Aragón, Alfonso VIII de Castilla y Sancho VII de Navarra se unieron en una cruzada contra los ejércitos de la media luna que capitaneaba al-Nasir. Los cristianos, apoyados por otros nobles de países como Francia, Italia o Portugal, derrotaron a los musulmanes.

Unos días antes de la emblemática victoria en las Navas de Tolosa, los cruzados hubieron de hacer frente a una primera fase de la batalla: tomar la fortaleza de la ciudad de Calatrava, protegida por los ríos Guadiana y Valdecañas y el emplazamiento más relevante entre Toledo, dominada por los cristianos, y Córdoba, perteneciente a Al-Ándalus. La fortificación, que se había integrado en el reino de Castilla durante medio siglo, fue recuperada por los almohades en 1195 a raíz de su victoria sobre Alfonso VIII en la batalla de Alarcos.

La antigua capital andalusí de La Mancha, de un alto valor estratégico y rodeada por un foso húmedo artificial que convertía a la ciudad en una verdadera isla, la recuperó el propio Alfonso VIII días antes de enfrentarse a las tropas de al-Nasir, que superaban en número a los ejércitos cristianos. La ciudad fue cabeza de la Encomienda de Calatrava la Vieja e inició un proceso de decadencia culminado a principios del siglo XV con el abandono definitivo del lugar.

Yacimiento de armas

Calatrava la Vieja, localizada en Carrión de Calatrava, Ciudad Real, es uno de los conjuntos arqueológicos más destacados de la Edad Media hispana al poseer, entre otros elementos, el único foso islámico conservado en Occidente, los primeros ejemplos peninsulares de determinadas estructuras defensivas, el ábside templario más antiguo del reino de Castilla y la primera iglesia calatrava.

Un equipo de arqueólogos españoles liderados por Manuel Retuerce y Miguel Ángel Hervás lleva trabajando en la zona desde 1984. Las últimas excavaciones se realizaron entre agosto y septiembre y, según adelanta El País, han sacado a la luz más armas empleadas en la toma de Calatrava, como espadas, ballestas, flechas, puntas de lanza, dardos, saetas, etcétera.

Estos descubrimientos que han ido apareciendo durante las tres últimas décadas se consideran ya “el mayor y más variado conjunto de piezas de armamento encontradas en un yacimiento medieval de la Península Ibérica”. En total, se han desenterrado más de 20.000 objetos metálicos de los que 1.605 son elementos arrojadizos.

El proyecto de los arqueólogos pretende profundizar en el estudio del último periodo de ocupación de la ciudad (siglos XII-XIII), a lo largo del cual se sucedieron en Calatrava una fase de dominio almorávide (1090-1147); un primer periodo de ocupación cristiana (1147-1195) con presencia de la Orden del Temple (1150-1157) y la posterior fundación de la Orden de Calatrava (1158); una fase almohade (1195-1212); y una nueva ocupación cristiana (desde 1212).

Trama urbana medieval

Durante el pasado verano, estudiantes de los grados de Historia y Arqueología de las universidades Complutense de Madrid, Granada, Extremadura, Oviedo y Nantes (Francia), realizaron trabajos de excavación en el foso interior que separa el alcázar de la medina, un espacio que funcionó como vertedero durante siglos, y situado en la zona más próxima a las murallas más antiguas del yacimiento, construidas entre los siglos V a.C. y VIII d.C.

A lo largo de todo este tiempo se han hallado destacados elementos defensivos (corachas, torres pentagonales y albarranas, puertas en recodo)y se ha logrado el acondicionamiento de los recorridos de visita. Entre 2001 y 2008 se puso al descubierto una parte importante de la trama urbana medieval, lo que proporcionó nuevos e interesantes datos acerca de la estructura de la antigua medina islámica y su posterior ocupación en época cristiana.

También, durante la excavación de la medina, encontraron la vivienda más grande hasta ahora excavada en este yacimiento, con una superficie de 600 metros cuadrados, que era muy distinta a las viviendas al uso encontradas hasta el momento, que disponían de un pequeño zaguán, un pasillo, una habitación sencilla y otra doble. 

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