Noel Gallagher.

En cierta ocasión, durante una gala de los NME Awards, justo después de recibir el premio al mejor compositor y mientras era aplaudido tanto por el público como por sus propios compañeros de profesión, Noel Gallagher se acercó al micrófono y pronunció uno de esos discursos sinceros y sobrecogedores que de vez en cuando surgen en una ceremonia de entrega de premios paralizándola, suspendiéndola en el tiempo mientras el mundo entero contiene la respiración: “Es difícil ser humilde en momentos como éste—comenzó diciendo el entonces guitarrista de Oasis—, así que ni siquiera lo voy a intentar. Todos vosotros sois una mierda”.

Si a Noel Gallagher se le puede reconocer un mérito evidente es que nuca defrauda. Pasan los años y, mientras los de su generación van flaqueando, demasiado ocupados, quizá, en la publicación de buenos discos, él sigue manteniendo el nivel. Es prácticamente imposible que un periodista le arrime una grabadora y no aproveche para verter una opinión cruel y disparatada sobre otro músico, elogiar su propio talento creativo o, sencillamente, evacuar cualquier barbaridad que en ese preciso instante se cruce en su pensamiento. Nunca está en baja forma. No todas las estrellas del rock son tan generosas con la prensa y eso siempre es de agradecer.

Su hermano ha dicho alguna vez que el rock debe ser “música hecha por gente que parezca peligrosa”. El criterio de Noel Gallagher a este respecto no debe de ser muy diferente

Su hermano ha dicho alguna vez que el rock debe ser “música hecha por gente que parezca peligrosa”. El criterio de Noel Gallagher a este respecto no debe de ser muy diferente. Le gusta que los músicos y grupos de rock and roll sean provocadores, irreverentes y alborotadores. Que se ciñan, en definitiva, a un tópico anticuado, con cierto olor a rancio y bordes desleídos del que sólo quedan ya algunos ecos adolescentes.

Así se refería a los actuales ídolos del pop en una entrevista para Esquire hace dos años: “¿A alguien le importa un carajo lo que cualquiera de ellos esté haciendo? ¿A quién le importa una mierda lo que esté haciendo One Direction? Chupapollas, todos ellos estarán en rehabilitación para cuando cumplan los treinta. ¿Adele, qué? Me parece increíble. Me parece jodidamente increíble. ¡A nadie le importa! La fama se desperdicia con ellos, con sus putos monitores in-ear y sus cigarrillos electrónicos. Y los perfumes que lanzan por Navidad. Vosotros, putos idiotas”.

Contra todos

En general, le molesta cualquier músico de éxito que no sea un divo adicto a las drogas y el alcohol empeñado en destrozar su habitación de hotel después de un concierto. Lo cual no deja de ser un punto de vista comprensible, tratándose de quien lo expone. Como explicó en una entrevista reciente con NME, “no puedo vivir en un mundo en el que Ed Sheeran toca en Wembley”. Quizá porque su habilidad para hacer grandes canciones se quedó encasquillada en la era preinternet, detesta todo lo que huela a modernidad. Especialmente en lo que se refiere al aspecto físico: “¿Conoces la canción de Alt-J Left Hand Free? Es una gran canción. Pero a Alt-J les pueden dar por culo por lo que a mí respecta. Uno de ellos tiene bigote y eso es inaceptable” (2015, Rolling Stone).

Otras veces, sin embargo, los motivos por los que ataca a algún músico parecen mucho más arbitrarios. No sé por qué Noel Gallagher podría tener algo en contra de Alex Turner, de los Arctic Monkeys, sin embargo ha llegado a decir que prefiere “beber gasolina directamente de la manguera en una gasolinera” que escuchar una entrevista con él. Aunque lo habitual es que atice a cualquiera al que considere un mojigato alejado de su modelo de ídolo del rock, siendo sus objetivos favoritos Phil Collins (“Sólo porque vendas muchos discos no significa que seas bueno. Mira a Phil Collins”), James Blunt (“Si tuviese que escribir canciones sobre mi propia vida, probablemente serían más aburridas que James Blunt. En el caso de que eso fuese posible, ya que, por supuesto, como todos sabemos, no lo es”) y Robbie Williams, a quien suele referirse siempre que tiene ocasión como “el bailarín gordo de Take That”.

No necesito acceso a tres billones de canciones de mierda. ¿Por qué querría tener todo el jodido catálogo de Kaiser Chiefs? ¿Por qué querría un montón de malditos conciertos de Foo Fighters?

No necesito acceso a tres billones de canciones de mierda. ¿Por qué querría tener todo el jodido catálogo de Kaiser Chiefs? ¿Por qué quiero acceso a eso? ¿Por qué querría un montón de malditos conciertos de Foo Fighters? No los tendría en casa, así que tampoco los quiero en mi teléfono”, explicaba Gallagher el año pasado en declaraciones a The Toronto Star sobre la música en formato digital. En esa reflexión se concentra tanto su aversión a lo moderno como ese gusto especial que tiene por ensañarse con sus víctimas. Sobre Kaiser Chiefs, de hecho, ya se había pronunciado unos años antes en BBC Newsbeat: “Tomé drogas durante dieciocho años y nunca estuve tan mal como para decir: ¿Sabéis qué? ¡Creo que los Kaiser Chiefs son brillantes!”. Fue en esa misma época cuando declaró: “No creo que Kaiser Chiefs signifiquen nada para nadie excepto para sus jodidas y feas novias”.

Drogarse y destrozar hoteles

En aquella ocasión, Andrew White, guitarrista de la banda, le contestó a través del diario The Sun, donde lo llamó “viejo amargado” y añadió: “No tenemos tiempo para él. La música es un arte, pero él no aprecia la música por lo que es”. Y puede que esta sea, en definitiva, una de las claves. A pesar de su talento como compositor, para Noel Gallagher el rock and roll trata sobre tipos duros tocando con una bota sobre el monitor y metiéndose en peleas. Célebre es su frase “somos buenos en beber, tomar drogas, romperle la cara a la gente, destrozar bares y hoteles y ser deportados de otros países; hay que tener cierta profesionalidad para estar en la mejor banda del mundo”.

Cualquier artista que escriba canciones con cierta delicadeza, que se comporte de forma elegante y educada o que esté interesado en la música desde un punto de vista más intelectual, para Noel Gallagher será poco menos que un meapilas.

Aunque, en el fondo, puede que tenga razón y todo eso no tenga nada que ver con el rock. Serán grandes canciones, en efecto. Se tratará de músicos de gran talento. Será arte, de acuerdo. Pero tal vez no sea rock and roll. Podría entender a qué se refiere, si esa fuese su postura. El problema es que es difícil discernir si se trata de eso o bien, sencillamente, está meando otra vez fuera del tiesto. Algo que no parece muy complicado tratándose de un hombre que se ha comparado a sí mismo con Elvis, que ha afirmado que su primer disco es mejor que el primer disco de McCartney, Weller, Townshend o Richards y que ha presumido de ser el mejor compositor del mundo, “a la altura de Neil Young, U2 y Paul Weller”. Es lógico que, con esa altísima consideración de sí mismo, desprecie todo lo que no se parezca a él.

La guerra contra Thom Yorke

Como le ocurre con Radiohead. Lleva toda su vida arremetiendo contra Thom Yorke y los suyos. Incluso llegó a decir hace dos años en una entrevista para Esquire que una vez decidió darles una oportunidad y fue a verlos en directo, no siendo capaz de aguantar ni la primera canción. No entiende que alguien pueda querer escuchar esa “música post-techno, ‘de-de de de’”. En su opinión, el rock and roll es para divertirse. Por eso se preguntaba en esta entrevista en qué momento querría la gente escuchar a Radiohead. “¿Es cuando van a salir a alguna parte o es cuando vienen de vuelta? Porque es difícil determinarlo”.

Los periódicos publican titulares del tipo ‘Oasis y la droga: el shock’. Francamente, ¿por qué el shock? Sería mucho más sorprendente que de golpe nos diese por ir a la iglesia

Ahora Noel Gallagher ha vuelto a colocarlos en su diana. Esta vez, en unas declaraciones realizadas al diario Irish Independent. Ha explicado que su mujer tiene una reacción física cuando los escucha. “Es como: ‘No, no puedo hacerlo. En el momento en el que [Thom Yorke] se pone a cantar. No puedo hacerlo’”. Aclara que tiene algunas canciones suyas en su móvil, pero nunca tiene un “momento Radiohead” en el que esté pensando: “Oh, un poco de angustia moderna lo solucionará”. Por momentos parece querer tender puentes con sus compatriotas, como cuando reconoce que han compuesto grandes canciones, pero todo se derrumba cuando confirma que su gato tiene más rock and roll que ellos. Una apreciación a la que añade: “Es que Boots es un puto demonio”. Y se queda tan ancho.

Pero en el fondo es normal. Lo extraño habría sido que contestase todo lo contrario. Lo realmente sorprendente habría sido que elogiase a Radiohead. Y a Kaiser Chiefs. Y a James Blunt. Y al “bailarín gordo de Take That”. Una vez le preguntaron a Noel Gallagher qué opinaba de la visión que la prensa tenía de él y su grupo, a lo que contestó: “Los periódicos publican titulares del tipo ‘Oasis y la droga: el shock’. Francamente, ¿por qué el shock? Sería mucho más sorprendente que de golpe nos diese por ir a la iglesia todos los domingos. ‘Oasis y la iglesia: ¡el shock!’”. Puede que con Radiohead y todos los demás ocurra lo mismo. Lo raro sería que Noel Gallagher dejase de ser Noel Gallagher a estas alturas. No hace mucho leí una entrevista suya en la que se quejaba de que siempre le preguntasen por las cosas que odiaba y nunca por las que le gustaban. Por qué será, Noel. Por qué será.