El frente oriental de la Segunda Guerra Mundial dejó miles de muertos tanto en el bando nazi como en el soviético. La URSS fue el país que más bajas tuvo en toda la contienda y los soldados alemanes, siendo erosionados constantemente por este y oeste, no fueron capaces de resistir a los Aliados.

La decisión de abrir el frente con Rusia fue responsabilidad de Adolf Hitler. El 22 de junio de 1941, con ayuda de otros estados que le apoyaban, comenzó la mayor operación militar de la historia, la Operación Barbarroja, un descomunal despliegue que supuso la invasión de la Unión Soviética y que marcaría la Segunda Guerra Mundial. El ataque cogió por sorpresa al Ejército Rojo, que apenas reaccionó en un primer momento, lo que permitió que en pocas horas las fuerzas del Reich penetraran en territorio enemigo.

Sin embargo, el avance se frenó en seco cuando los soviéticos reaccionaron y la URSS se convirtió en un cementerio para miles de alemanes y rusos. Aquella gélida tierra sería, empero, el lugar en el que triunfó Michael Wittmann, comandante de tanque de las Waffen SS que fue condecorado con la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro por sus hazañas en el campo de batalla.

Adolf Hitler entregando a Wittmann las espadas para su Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro. Bundesarchiv

Ediciones Salamina ha publicado recientemente en castellano Michael Wittmann. As de Tigres, una exhaustiva investigación llevada a cabo por Gary L. Simpson, quien ha entrevistado a veteranos de guerra para reconstruir la vida de este alemán que estuvo presente en Polonia, Francia, los Balcanes, Barbarroja, Kharkov, Kursk, Kiev y Normandía.

Su estrategia en la invasión soviética era sencilla pero efectiva. Tal y como señala el libro, al divisar los carros blindados, disparaban un primer proyectil para conseguir "un impacto directo, algo que aturdía y confundía generalmente a los comandantes de blindados del Ejército Rojo". Lo habitual, escribe Simpson, era que los tanques se detuvieran en seco para averiguar de dónde provenía el fuego enemigo. "Una vez que estuviesen completamente detenidos serían blancos fáciles, momento que aprovecharía el tirador de Wittmann para comenzar a destruirlos", relata. 

A lomos de su Tiger destruyó 141 tanques enemigos, 132 cañones anticarro y decenas de vehículos de transporte y reconocimiento. Concretamente, fue una de las pesadillas del Ejército Rojo en la batalla de Kursk, donde se enfrentaron más de 6.000 tanques y combatieron hasta 3 millones de hombres.

Prokhorovka es uno de los choques enmarcados en la batalla de Kursk. Está considerada "la batalla de tanques más grande de la II Guerra Mundial" y Wittmann fue uno de sus protagonistas principales. Los soviéticos atacaron en primera instancia. El teniente Rudolf von Ribbentrop, de 22 años e hijo del ministro de Asuntos Exteriores de Hitler, fue el primer alemán en divisar la avalancha de tanques que se les aproximaba.

No obstante, aquel rápido avance soviético sería todo un fiasco. Los rusos se habían olvidado de su propia zanja antitanques. Jornadas antes de la batalla habían cavado una trinchera de aproximadamente 5 metros de profundidad para dificultar el desplazamiento de los nazis. Los rusos habían caído en su propia trampa.

Los alemanes observaban con asombro cómo los T-34 soviéticos bajaban una pequeña colina y volcaban uno tras otro en la zanja. Y la solución para sortear este obstáculo fue todavía más perjudicial: los tanques rusos se amontonaron en una pequeña pasarela que había sido reparada para seguir avanzando, convirtiéndose en objetivos sencillos para los Panzers alemanes.

Así quedó una de las zonas en la que se enfrentaron los tanques soviéticos y nazis. Journal of Intelligence History

Wittmann ni siquiera tuvo que idear una estrategia para destruir al enemigo. Solo él y otros cuatro Tigers bajo su mando destruyeron a medio centenar de T-34 y T-70. "Quedaron expuestos en los flancos y eran blancos mucho más sencillos. Los T-34 en llamas se chocaban unos con otros. ¡Aquello era un infierno de fuego, humo, vehículos ardiendo, muertos y heridos!", explica el historiador británico Ben Wheatley, experto en el conflicto germano-soviético, en una investigación publicada en la revista Journal of Intelligence History. Solo el 29 Cuerpo de tanques del Ejército Rojo perdió 102 de sus 212 carros blindados. El número total de víctimas fue de casi 2.000 hombres.

La derrota que ocultó Stalin

Tal fue el ridículo que sintió el aparato propagandístico de Stalin que trató de ocultar aquella catástrofe militar. Aprovecharon que la Wehrmacht no realizó ninguna nueva ofensiva en el frente del Este para desarrollar su propio acontecimiento de los hechos. Según su teoría, las tropas alemanas sufrieron una derrota decisiva, perdiendo más de 400 carros blindados en un solo día ante el empuje del Ejército Rojo.

Del frente soviético, Wittmann fue enviado al occidental, donde los Aliados eran cada vez más fuertes. Una vez más, su valía y sus habilidades fueron la pesadilla de sus enemigos. "La visión de esos carros pesados Tiger alemanes siempre quedará fijada en mi memoria", declaró un veterano británico superviviente de Villers-Bocage durante una entrevista con Simpson.

Michael Wittmann en mayo de 1944.

Era 12 de junio de 1944. Los Aliados apenas llevaban una semana en el norte de Francia tras el desembarco de Normandía. El alemán tenía órdenes de resistir en la localidad de Villers-Bocage. Con lo que no contaba Wittmann era que para cuando su compañía llegó a destino, los británicos los estaban esperando. Sin dudarlo un solo segundo, cargó contra la columna británica, dividiéndola y atacando a las fuerzas británicas a distancias muy cortas, tras lo cual la atravesó y se adentró en el pueblo. Posteriormente, se sumarían los demás tanques alemanes. En tan solo 5 minutos consiguieron desarticular la resistencia británica.

Su último combate tuvo lugar el 8 de agosto. Al parecer fue alcanzado por un tanque británico pero muchos son los hombres que se atribuyen la muerte de Michael Wittmann. Se convirtió en un personaje popular en Alemania y admirado, desde una perspectiva militar y no política, por muchos soldados Aliados. Es por ello que el escritor dedica un capítulo entero a desvelar qué pudo haber sucedido en aquella batalla al sur de Caen donde moriría una de las pesadillas de Stalin y posteriormente del ejército británico.

Noticias relacionadas