El 1 de septiembre de 1939, hoy hace 80 años, comenzó en Europa el periodo más oscuro de su historia reciente. Alemania cruzaba la frontera polaca y Reino Unido y Francia respondieron con una declaración de guerra al régimen nazi. Durante el conflicto, España adoptó la neutralidad aunque siempre apoyó a las potencias del Eje —la División Azul fue enviada por Franco a luchar contra la Unión Soviética—.

Hubo, sin embargo, españoles republicanos que combatieron para terminar con el fascismo en Europa después de haber sido derrotados en la Guerra Civil. La mayoría de estos españoles se habían exiliado en Francia en busca de una paz que llegaría a su fin a los pocos meses. "La guerra no es una novela de aventuras, es una tragedia", escribió el historiador británico Max Hastings. Pese a que los republicanos habían escapado del horror de la guerra en su propio hogar, algunos optaron por volver a las armas porque les parecía que combatir por sus ideales, y no en representación de su país, era una causa justa.

Tras la invasión de Polonia en apenas un mes Europa se mantuvo en una etapa donde apenas hubo combates entre las potencias del continente. No fue hasta 1940 cuando la Alemania nazi se expandió por el norte y ocupó Dinamarca y Noruega. El país danés no resistió a diferencia del noruego, donde se produjeron los primeros enfrentamientos directos entre los Aliados y el Eje.

La 13.ª Media Brigada de la Legión Extranjera, fundada en febrero de 1940, estuvo presente en la campaña de Noruega, donde los españoles jugaron un papel principal en la lucha contra los alemanes. Tal y como escribe Evelyn Mesquida en La Nueve: los españoles que liberaron París (Ediciones B), muchos oficiales franceses desconfiaban de ellos "llamándoles comunistas y lamentando que se les hubiera incluido en la expedición de Noruega".

El kamikaze español

"La 13.ª Media Brigada de la Legión Extranjera estaba integrada, en particular, por unos 900 españoles, morenos, alborotadores, difíciles de mandar, pero de una valentía extraordinaria". Así los describió el general Antoine Béthouart, quien dirigió a la brigada en Noruega. Los datos son imprecisos. Algunos analistas e historiadores hablan de 1.000 españoles luchando en el fiordo noruego, mientras que otros afirman que tan solo eran 500 —lo mismo sucede con los nombres y datos personales, pues muchos utilizaban pseudónimos por miedo a las represalias franquistas—.

Batalla de Narvik.

No obstante, los libros de historia se han hecho eco de héroes anónimos que se enfrentaron a los alemanes en la fría Noruega. Intelectuales como Georges Blond o Erwan Bergot narran la heroicidad de tres españoles que trataron de asaltar la cota 220, ubicado a tan solo 220 kilómetros del Círculo Polar, donde lucharon otros 39 legionarios de los cuales 14 eran españoles.

Bajo el fuego incesante de cuatro ametralladoras automáticas alemanas, los españoles cruzaron un torrente de agua y nieve que les llegaba hasta las rodillas. Después, pasándose los fusiles de mano en mano y protegiéndose de las balas, se vieron obligados a escalar una pendiente para acercarse lo máximo posible al enemigo. Con bombas de mano y tiros consiguieron inutilizar tres de las máquinas pero la cuarta era imposible de alcanzar desde su posición. "Salir del resguardo de las piedras era exponerse a la muerte segura", escribe Mesquida. Todos los que lo intentaban morían al instante por la ametralladora que no descansaba. 

El último asalto fue obra de tres españoles: Málaga, Pepe y Gayoso. Los dos primeros no tardarían en "desplomarse" pero el último, un joven gallego, "consiguió poner pie en la cornisa, derribar la máquina de un puntapié, y de un culatazo derribar al oficial alemán, un capitán que con la ametralladora había estado protegiendo el repliegue de su compañía". Así fue ocupada la cota 220.

Narvik fue tomada el 28 de mayo tras batallas a 20 grados bajo cero. Los Aliados estaban a tan solo 14 kilómetros de la frontera sueca cuando los alemanes abrieron un nuevo frente en Francia, por lo que las tropas aliadas retrocedieron sus filas y abandonaron lo que con tanto esfuerzo habían recuperado en el país escandinavo.

Tumba de Benito Rodríguez, fallecido en Narvik el 13 de mayo de 1940.

Luis Lorenzo, Benito Rodríguez o el sargento Ramón Pujol de Villalonga son algunos de los nombres los caídos españoles en la campaña de Noruega. Solo 16 legionarios pueden ser encontrados en el cementerio noruego de Franske Kirkegarr aunque la cifra de españoles fallecidos podría ascender a 500. 

De los supervivientes, muchos continuaron en la brigada —como fue el caso del héroe Gayoso—. Otros, en cambio, prefirieron alistarse en unidades inglesas. En el caso del legionario gallego, su valentía fue reconocida por el propio Béthouart. Gayoso se convertiría en el primer español en recibir una medalla militar en la Segunda Guerra Mundial.

No sería el único. Aquellos españoles hoy olvidados cumplieron con su deber de proteger la libertad en Europa pese a que su país les hubiera dado la espalda. A los franceses tampoco les interesó dotar de protagonismo a los extranjeros puesto que siempre alardearon de su resistencia ante los nazis. Empero, por mucho que la historia fuera manipulada una vez terminada la guerra, nadie puede eliminar el rastro de los héroes españoles que dieron su vida en el campo de batalla. "Españoles del olvido / Por ellos, al sur de Europa, / crecen llantos, mueren lirios", escribió en su honor el poeta sevillano Antonio Aparicio.

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