Existe un dicho casposo que recomienda “no fiarse” de “un bicho que sangra cinco días al mes y no se muere”. Adivinen: el bicho es la mujer y el sangrado es la menstruación. Más allá de la misoginia que destila esta expresión popular, lo cierto es que en la frase se intuye cierta sorpresa por parte del hombre -cierta ¿admiración?- por la resistencia femenina ante el período. Demasiado poco nos hemos quejado hasta ahora: sencillamente se ha asumido que hay que hacer vida normal -es decir, ser eficiente en el trabajo, ya sea físico o no- a pesar del dolor menstrual porque siempre se ha hecho así. Una vez más, la tradición imponiéndose a la lógica.

Sin embargo, ahora la reputada periodista británica Emma Barnett -presentadora de BBC Radio 5 Live- ha reavivado una polémica de género que lleva coleteando unos cuantos años sin llegar jamás a canjearse en soluciones concretas, al menos en Occidente: se trata de la posibilidad de que las mujeres disfruten de una baja laboral cuando tengan el período. Barnett apunta y dispara: “Si los hombres tuvieran la menstruación, tendrían horas de asueto automáticamente y la ‘licencia menstrual’ se incluiría en las políticas de recursos humanos”. Ella considera que la regla, en pleno 2019, sigue siendo “un tabú” que condena a las trabajadoras a sufrir en silencio mientras desempeñan sus oficios. Ha escrito un libro reflexionando sobre el tema, pero además lleva su batalla a los hechos: ha sido la primera persona en Reino Unido en anunciar que estaba menstruando durante su programa, en riguroso directo.

Su caso es especialmente espinoso porque padece endometriosis: una afección que consigue que el ciclo menstrual se convierta en una enfermedad. Afecta a una de cada diez mujeres en España, según el Ministerio de Sanidad, y se desarrolla cuando el tejido del endometrio está también fuera del útero -en los ovarios, trompas de Falopio, en la vejiga urinaria o en los intestinos-. Eso provoca que, cuando se tiene la regla, parte de este tejido endometrial se desprenda y sangre. Se canjea en períodos mucho más dolorosos, hasta volverse incapacitante, porque el endometrio se inflama y puede alterar otros tejidos y órganos. Barnett reitera que, aunque se ha acostumbrado a entrar en antena con una botella de agua caliente en el regazo para calmar los latigazos, la situación es injusta y no se daría si los protagonistas del pesar fueran hombres.

Mujeres que visibilizan

No obstante, hay muchas mujeres que sin sufrir endometriosis se ven afectadas por reglas dolorosísimas en la zona pélvica y abdominal, y que pueden ir acompañadas de náuseas, vómitos, mareos, fatiga o dolor de cabeza. El nombre médico que recibe esta dolencia es “dismenorrea” y se estima que la padece un tercio de la población femenina. “No me malinterpreten; a pesar de todo, agradezco menstruar”, guiña Barnett en su libro. “En primer lugar, es la mitad de la razón por la que todos estamos aquí. Segundo: nos permite procrear si así lo deseamos. A veces odio mi período y deseo que acabe, pero hay algo que odio aún más: no poder hablar de esto. Libremente, de forma divertida y honesta”, señala.

No es la única mujer prestigiosa que presta su voz contra este silencio social: ahí Lena Dunham, creadora de la exitosa serie de HBO Girls. También ella publicó un ensayo titulado The Sickest Girl (La chica más enferma) donde reflexionaba sobre su experiencia padeciendo endometriosis. Donde detallaba cómo había afrontado el vivir y trabajar con esta dolencia, como si nada.

Especial mención al trabajo de la periodista y escritora norteamericana feminista Gloria Steinem, If men could menstruate, que publicó en 1978 en la revista Ms Magazine. Era una sátira donde la autora proyectaba una sociedad donde sólo los varones tuvieran el período: vaya jaleo se montaba ahí. Los hombres competían -y presumían- por la duración e intensidad de su sangrado, la primera regla se recibía como una fiesta porque suponía la inauguración de la verdadera hombría, las compresas y támpax los financiaba el Estado y se llegaba a fundar el Instituto Nacional de la Dismenorrea -para luchar contra las molestias menstruales-. 

A ojos de militares, políticos de derechas y fundamentalistas religiosos, la regla significaría la prueba definitiva de que sólo los machos están capacitados para entrar al ejército, ocupar un cargo político o ser sacerdotes. Ahí echar sangre como muestra de virulencia -en el ejército- o de pureza moral -en la política y la religión-. Hay algo más: "Los hombres convencerían a las mujeres de que las relaciones sexuales durante esos días son más placenteras y satisfactorias”.

La situación en España

¿Acaso va a repensar el mundo moderno, especialmente ahora que sabemos que la gran revolución del siglo XXI es el feminismo, la gestión laboral de la menstruación? Bien: en Occidente vamos suspendiendo, a pesar de que el tema empieza a calar en el debate social. El país en el que la cuestión ha llegado más lejos ha sido en Italia. Fue en marzo de 2017 cuando el Partido Demócrata llevó al Parlamento la propuesta de que las mujeres que sufran dismenorrea u otros trastornos herederos de la menstruación puedan demostrarlo con un informe de sus médicos y obtener tres días de baja al mes. Sin embargo, la idea no llegó a mayores.

España sigue a años luz: nuestros partidos políticos sugirieron -el mismo año que Italia abrió el debate- que este permiso podría desincentivar la contratación de mujeres y se agarraron a esa idea para negarse. El PP alegó que habría que determinar “cuál es el concepto de ‘menstrualidad dolorosa’” y Ciudadanos recalcó que “debería estudiarse el impacto en la contratación”. “No tenemos una postura definida, es algo a analizar, si la mujer está incapacitada para trabajar, hay que reconocer ese derecho, pero sin mermar los derechos de todas”, dudó Patricia Reyes. PSOE y Podemos, por su parte, sí se mostraron más receptivos, pero a día de hoy la problemática sigue estancada, especialmente por la falta de estadísticas fiables sobre cuántas mujeres en este país sufren dismenorrea. El aval científico sí existe, claro: lo establecen los médicos, y es su aportación la que justificaría la incapacidad y limitaría las bajas.

Existen opiniones profesionales que, además, recomiendan esta baja: el reputado ginecólogo londinense Gedis Grudzinskas, por ejemplo, alega que “aumentaría la productividad de las mujeres” y que “debería ser obligatoria”. En Occidente hay algunas empresas que lo han regulado de forma particular -por ejemplo, la compañía británica Coexist, Nike o la sede australiana de Toyota, donde se permite a las empleadas faltar doce días al año por esta causa-.

Los países asiáticos: pioneros

Son los países asiáticos los que llevan la auténtica delantera: en Japón se les concedió este permiso a las féminas en 1947; en Corea del Norte, las empleadas tienen derecho a un día de descanso cada mes desde el año 2001 -aunque culturalmente no se hace uso apenas de él: muchas mujeres temen que sus jefes hombres tomen represalias contra ellas-. En 2014, Taiwán cambió su legislación para dar a las trabajadoras un día de permiso menstrual al mes. En Indonesia gozan de dos días de licencia menstrual al mes, también por ley.

Lo que es seguro es que se trata de una cuestión de género no resuelta: por el simple hecho de ser mujeres, las empleadas cumplen con su cometido en desigualdad de condiciones frente a los varones. Hacen el mismo trabajo, pero con dolor y sin derecho a baja. Se sigue tratando la agonía menstrual como una pequeñez, y, es más, como una vergüenza: en vez de afrontar el tema como una cuestión de salud -igual que otro tipo de dolencia-, se sigue mirando el período como una circunstancia oscura que debe quedarse únicamente en la esfera íntima de las mujeres.

Cualquier conquista referente a los derechos laborales es una lucha ardua; más cargada de estigma aún si la lideran hembras rebeldes. Mientras las activistas feministas se esfuerzan en visibilizar la injusticia, los empresarios hombres siguen dirigiendo una mirada circunspecta ante esta problemática. Como escribía la brillante poeta venezolana María Auxiliadora Álvarez, "usted nunca ha parido / no conoce / el filo de los machetes / no ha sentido / las culebras del río / nunca ha bailado / en un charco de sangre querida / doctor / no meta la mano tan adentro / que tengo ahí los machetes / que tengo una niña dormida / y usted nunca ha pasado / una noche en la culebra / usted no conoce el río".