Dar forma física a los grandes textos conlleva un elevado riesgo explícito para cualquier director de teatro, que ha de enfrentarse a los latiguillos tipo "Shakespeare no aparece ni por asomo" o "esto no es Chéjov". Este último seguramente lo escuche Ernesto Caballero durante los próximos días, pues estrena en el Valle-Inclán, en una producción del Centro Dramático Nacional, El jardín de los cerezos, una adaptación con una realidad escénica muy alejada del consabido canon forjado en torno a la obra del autor ruso. 

La pieza es un viaje a la Rusia de finales del siglo XIX, en la que una clase emergente, la burguesía, reemplaza a una aristrocracia feudal que se resiste a morir. Chéjov habla de una sociedad que ha agotado su modelo, del paso del tiempo, del relato que desarrollamos para crear una identidad, de la vida entendida como un juego tragicómico. La acción transcurre en la hacienda de Lyubov Andreyevna, la propietaria de una hacienda rural que vuelve a su casa después de una larga estancia en París. Las deudas la asfixian y ha de tomar una solución: aferrarse al pasado o mirar la futuro.

A Andreyevna le da vida Carmen Machi, que confiesa admirar a los personajes chejovianos por tener "una capacidad de amar increíble, sobre todo las mujeres". En ese sentido, la actriz, que ganó el Goya a Mejor Actriz de Reparto en 2014 por Ocho apellidos vascos, cree que el escritor ruso "era bastante feminista". Durante la presentación de la obra, Machi ha asegurado que su personaje "no se entera de nada porque no quiere sufrir. Es una mujer enamorada sin remedio de la vida y para eso hay que desprenderse de un pasado terrible. Pero ella es capaz de seguir sonriendo. Es una mujer muy libre".

Chéjov escribió una comedia aunque el director escénico Konstantín Stanislavski articuló en su día un relato mucho más sombrío. Ernesto Caballero propone ahora una reinterpretación más accesible a la risa, de sátira amable:"El jardín de los cerezos es el retrato irónico de un declinante grupo social en la Rusia prerrevolucionaria. En sus páginas se hallan condensadas todas las constantes del escritor: el gran caudal poético y dramático que conforman unas criaturas, en ocasiones ridículas e incoherentes, pero que terminan revestidas de grandeza heroica dada su descarnada humanidad".

El director añade que la obra está cargada de simbolismo, por lo que deja a los espectadores que imaginen. "Es provocadora en este sentido. Obliga a trabajar desde la certeza". Se ha acercado al texto poniéndose en la situación de que lo ha escrito una persona que habita en la actualidad. "Contiene muchos elementos de distancia irónica, de comicidad, de sátira amable, pero también existe un retrato prodigioso de la vida, con todas sus grandes riquezas y miserias", expone Caballero.

En este sentido, Secun de la Rosa, otro de los protagonistas ha asegurado que  "cuando era pequeño y veía las películas en la tele me decían: es de pena. Cuando me leí esta obra pensaba que era de pena, un dramón súper nostálgico. Me ha dado mucha alegría descubrir en este montaje a Ernesto y ver que ha dotado a los personaje de esperanza y los ha sentado en el presente".

La obra se estrena este viernes y estará en cartelera hasta el 31 de marzo. El reparto lo completan Chema Adeva, Nelson Dante, Paco Déniz, Isabel Dimas, Karina Garantivá, Miranda Gas, Carmen Gutiérrez, Isabel Madolell, Tamar Novas y Didier Otaola.

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