Barcelona

Una enorme bola de 5,2 toneladas recibe al espectador en el escenario del Liceu de Barcelona. Es de noche, el único momento propicio para los protagonistas de un amor prohibido en medio de la inmensidad de una galaxia que les trasciende.

Àlex Ollé, director de escena e integrante de La Fura dels Baus, bromea con que el universo que ha creado para Tristán e Isolda, la ópera de Richard Wagner que se estrena este martes en el Liceu de Barcelona, incluye una "Estrella de la Muerte de la Guerra de las Galaxias". La obra de Wagner, clave en el repertorio operístico, ha pasado en muchas ocasiones por ser difícil o imposible de representar.

Son casi cuatro horas (sin contar los descansos) de amor cósmico encerrado en cuerpos mortales que, por supuesto, acaban sucumbiendo. De amor imposible y al mismo tiempo extremo. "El trabajo es muy interno y psicológico mas que coreográfico y de mucho movimiento para los cantantes", según dijo Ollé en la presentación a los medios de la producción, que se pudo ver hace algunos años en la ópera de Lyon. "No es una obra de acción sino de reflexión", en palabras de Josep Pons, el director musical del Liceu, que lleva la batuta de esta producción. 

Morir por amor, morir por otra persona

Wagner escribió Tristán e Isolda en dos años a mediados del siglo XIX, pero su importancia ha trascendido mucho a su época, ya que tanteó los límites de la música tonal, de la armonía tradicional, y señaló el camino a compositores futuros como Gustav Mahler o Arnold Scgönberg. Es también, según la directora artística del Liceu, Christina Sheppelmann, "un amor para todas las edades", que lleva a la pareja "a una unión fuerte y al final fatal". 

Morir por amor, morir por otra persona. Ollé se pregunta si es una quimera. "¿Qué sentido tiene hablar de este tipo de amor? ¿Seguimos buscándolo? ¿Nos creemos capaces de amar, renunciando al deseo colectivos en pro de una satisfacción individual, siempre incompleta sin la presencia del otro?"

Momento de Tristán e Isolda, que este martes se estrena en el Liceu. A. Bofill / Liceu

La enorme semiesfera se convierte en el centro del universo simbólico, pasando de ser una gran luna en el primer acto, en el que Tristán lleva a Isolda en barco a casarse con el rey Marke al castillo del monarca, donde los amantes consuman un amor prohibido, acabando en una gran losa que acaba matando a Tristán en el tercer acto, un destino al que lo seguirá Isolda protagonizando uno de los momentos épicos de la obra

Irene Theorin y Stefan Vinke protagonizan una obra que la soprano consideró "minimalista" a pesar del monstruoso tamaño de la bola. Los actores pueden centrarse en sus voces conscientes de que, en este caso, la envolvente música de Wagner es gran parte de la escena y no un mero complemento.

"¿Qué importa el tiempo?"

Cabe preguntarse si una ópera de amor extremo y místico, basada en una leyenda medieval de las que entusiasmaban a los autores románticos y que obligue al espectador a recluirse cuatro horas y media en un teatro, es una obra atractiva para la pareja de jóvenes que, enseñando piel, protagonizan el cartel promocional. 

"La ópera es atractiva para todo el mundo. Si te dejas hipnotizar de la musica, quedas enganchado", explica Scheppelmann, la directora artística. Hay que querer, pero en el momento en el que el espectador se pone a tiro, corre el riesgo de caer rendido. "Estamos tan apretados por el tiempo que no aprovechamos las emociones que se pueden vivir", lamentó ante los medios. "Apaga el chip, vente una noche y no pienses en el tiempo. Déjate seducir por la música. Vive la emoción. El tiempo es relativo. ¿Qué importa el tiempo?", se preguntó. 

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