Algunos compañeros ya bromean llamándole Lina. Por eso de que, a partir de hoy, el director y dramaturgo Miguel del Arco cuenta con un teatro propio en Madrid, precisamente en La Latina y a escasos metros del que Lina Morgan tenía en propiedad. Es el Pavón, rebautizado como El Pavón Teatro Kamikaze para conservar la identidad de la compañía con la que ha dirigido, entre otras, La función por hacer, Veraneantes, Misántropo y, más recientemente, Hamlet y ¡Cómo está Madriz!, la polémica zarzuela que hace un mes tuvo que detener una función ante un amago de linchamiento por parte de una minoría del público.

Junto al actor Israel Elejalde y los productores Aitor Tejada y Jordi Buxó, Del Arco ha alquilado a sus propietarios, Amaya Curieses y Pepe Maya, la que fuera sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico hasta finales del año pasado para contar por fin con una base de operaciones. En principio, por un periodo de cinco años prorrogables en los que asumirá las funciones de codirector artístico –junto a Elejalde– y donde espera dirigir un montaje por temporada para prolongar así su idilio con la crítica y el público. “Ha sido todo de una rapidez brutal, fruto de la más absoluta inconsciencia. Si hubiéramos tenido más tiempo para pensarlo, no estaríamos aquí”, dice.

El Pavón Teatro Kamikaze, que con dos salas y un ambigú nace con la idea de convertirse en un teatro de repertorio y multiprogramación a medio camino entre la gestión pública y la privada, abrirá sus puertas a finales de agosto con las funciones previas de Idiota, de Jordi Casanovas, protagonizada por Gonzalo de Castro y Elisabet Gelabert, bajo la dirección de Elejalde. Detrás llegarán reposiciones como La función por hacer, La clausura del amor, Juicio a una zorra, Misántropo y Hamlet, obras que no contaron con periodos lógicos de exhibición en la capital.

Por si fuera poco, Del Arco estrenará el 28 de octubre en cines su primer largometraje, Las furias, y en abril estará presente en el Centro Dramático Nacional con Refugio, protagonizada por Elejalde y Emma Suárez.

Los miembros de la compañía Kamikaze. Vanessa Rabade

¿La marca Kamikaze corre el riesgo de morir de éxito o sobreexposición?

No creo. Tenemos dos referentes muy claros: en España, el Teatre Lliure; y en Alemania, la Schaubühne. ¿Puede morir de éxito Thomas Ostermeier porque coincidan en la cartelera de Berlín cinco montajes suyos de cinco años diferentes? Creo que no, porque las obras hablan por sí solas. Yo no entro en el Pavón con la voluntad de que este sea el teatro de Miguel del Arco. De hecho, no se inaugura con una producción mía sino de Israel Elejalde. Quiero abordar un montaje al año, pero tener cierta tranquilidad. Aunque la gente no se lo crea, solo me encargo de uno o dos montajes por temporada cuando tengo compañeros directores que llegan a dirigir incluso cinco. Y trato de que no sean muy grandes y sí diferentes, como este año, que me he metido en la zarzuela y en un Shakespeare. Necesito tener tiempo para pensar, reflexionar y viajar con la compañía, que para mí es absolutamente necesario. Yo he aprendido más de teatro en las repeticiones de las funciones que he dirigido que en los propios ensayos.

¿Os sentís más empresarios que antes?

Son cosas que nunca pienso formalmente. El otro día me preguntaron qué tal mi último año. Pues mira, he hecho mi primera película, mi primer Hamlet, mi primera zarzuela y voy a abrir mi primer teatro. Somos aprendices de forma continua. Hay veces que me gustaría ser una persona corriente que no tuviera que tomar grandes decisiones todos los días o que no estuviera sometido a vértigos permanentes. Ahora estamos entre los ataques de pánico y los ataques de risa, que es la manera de estar en esta profesión.

Ahora estamos entre los ataques de pánico y los ataques de risa, que es la manera de estar en esta profesión

¿Cuesta reunir ayudas, patrocinios y subvenciones públicas para un proyecto como este?

Ni lo hemos intentando. Es más fácil que el proyecto se explique por sí solo y a partir de ahí concitar la atención de la gente. Porque ya tuvimos ese problema con el Teatro de la Ciudad [laboratorio escénico que reunió a Del Arco, Alfredo Sanzol y Andrés Lima], tratamos de buscar ayudas previas durante un año antes de echar a andar y fue muy complicado. Al final decidimos emprender el camino solos con la colaboración del Teatro de La Abadía.

¿Qué salió mal con el Teatro de la Ciudad?

El proyecto salió adelante de una forma maravillosa y la segunda fase está comenzada. Alfredo y Andrés han iniciado una investigación sobre la comedia que verá sus frutos la próxima primavera, pero que yo no he completado porque me pilló con Hamlet. Era complicado que tres directores tan activos pudiéramos volver a encontrarnos y que se diera el tiempo y el lugar para empezar de nuevo. Para mí lo más importante fueron los momentos compartidos con Andrés y Alfredo, así que si no podía estar con ellos, no tenía sentido seguir.

El Pavón Teatro Kamikaze se presenta cuando los teatros institucionales madrileños atraviesan un punto crítico. Tras el cese de Pérez de la Fuente, el Teatro Español y Las Naves de Matadero buscan sendos directores artísticos, al igual que los Teatros del Canal tras la marcha de Boadella. Y los contratos de Ernesto Caballero en el Centro Dramático Nacional y Helena Pimenta en la Compañía Nacional de Teatro Clásico están próximos a vencerse. ¿Te interesa alguno de estos cargos?

No, para mí es absolutamente necesaria la libertad. Los políticos aún no se han enterado de que la cultura y los teatros públicos tienen que trabajar de una manera independiente de la política y empoderar a la cultura para que esta tome sus propias decisiones. Mira cómo estamos ahora en el Ayuntamiento de Madrid, es terrorífico lo que está sucediendo. Ha pasado un año y medio de las elecciones municipales y Madrid está paralizada en el terreno teatral porque siguen sin ponerse de acuerdo. Me alegró la llegada del nuevo equipo de gobierno, pero de momento lo que me han demostrado es una cosa bastante penosa. Yo rindo cuentas a la gente que está involucrada en un hecho artístico, no a políticos. El hecho político sucede en el escenario porque el teatro, si es reflejo de la sociedad y el ser humano, tiene que ser necesariamente político. Pero esa es la única política que me interesa, la de la expresión artística.

Miguel del Arco, director teatral y nuevo responsable del Teatro Pavón. Vanessa Rábade

Jaime de los Santos, director general de Promoción Cultural de la Comunidad de Madrid, ha dejado entrever que el sucesor de Boadella en los Teatros del Canal no se designará por concurso. ¿Cuál es el mejor sistema, nombramiento a dedo o concurso público?

No lo sé, pero si se ponen de acuerdo en una cosa, tienen que ser consecuentes con ella. Si Ahora Madrid entra y destituye a Pérez de la Fuente, independientemente de lo que haya pasado con él, ya no están respetando los concursos públicos. Entonces, ¿por qué voy a creerme que su concurso público va a ser mucho más fiable? Si como político tienes una responsabilidad y se supone que eres el representante del pueblo, ¿por qué no habrías de decidir quién es el más apropiado? Lo que tienen que hacer es darle al nuevo director un marco de actuación para poder desarrollar libremente su profesión. ¿No te gusta lo que hace o no estás de acuerdo? Pues lo destituyes. Pero los concursos públicos hacen que los teatros sean de una inflexibilidad absoluta en su forma de funcionar y no casan con el arte.

Me alegró la llegada del nuevo equipo de gobierno, pero de momento lo que me han demostrado es una cosa bastante penosa. Yo rindo cuentas a la gente que está involucrada con el arte, no a políticos

¿Por qué no?

Porque trabajamos en una profesión en la que las cosas cambian de un día para otro, así es el camino artístico. No es un capricho, es una investigación. Y si para cambiar un detalle tengo que dar explicaciones a un interventor por temas de presupuesto, las cosas no funcionan. Nosotros estamos haciendo juegos de equilibrio permanentemente, lo que incluye quitar dinero de una partida presupuestaria para dársela a otra. Eso en un teatro público no es posible.

¿Qué panorama deja el 26J a los trabajadores de la cultura?

La cultura no ha estado en boca de los políticos en ningún momento, y sigue sin estar, aunque algunos se han posicionado contra el 21% del IVA de una forma más o menos clara. Veo a gente en las redes sociales echándonos en cara lo pesados que estamos con el IVA. Pero es que si sumas el IVA, el alquiler del Pavón y las tarifas de los autores, este teatro no nos sale rentable ni aunque llenemos Hamlet al 100%. ¿Y resulta que estamos pesados con el IVA? No estoy pidiendo una subvención, estoy pidiendo trabajar y ganarme la vida con mi actividad.

No hay un país en el mundo que grave la cultura como lo hace el gobierno español, es una vergüenza. Lo peor de todo es que poco a poco lo voy asumiendo, pero me niego a asumir una cosa que impide el desarrollo natural de la cultura. ¿Qué espero del nuevo gobierno? Que baje el IVA e impulse una Ley de Mecenazgo para que empresas como la nuestra conciten la atención de otras empresas. No soy nada conspiranoico ni creo que los políticos quieran cargarse el teatro, es mucho peor que eso, es ignorancia.

Si Ahora Podemos entra y destituye a Pérez de la Fuente, independientemente de lo que haya pasado con él, ya no están respetando los concursos públicos

¿Por qué parece que los políticos solo acuden a la ópera y a la zarzuela?

Algunos vienen al teatro, pero la mayoría ni está al tanto de lo que sucede en la cartelera de Madrid. El Ministro Méndez de Vigo, por ejemplo, ha venido tres veces a ver Hamlet.

La zarzuela ¡Cómo está Madriz! se ha representado en Oviedo sin incidentes. ¿Qué pasó entonces en Madrid?

Forma parte de la crispación que vivimos y de la incapacidad para escuchar. Ves otra manera de hacer las cosas o a un personaje que no te gusta y automáticamente te niegas a escuchar. Esta falta de oído y de diálogo es lo que se ha apoderado de la política y de la sociedad. Me preguntan si busco la confrontación, y siempre digo que el teatro es puro conflicto. Yo no estoy orgulloso de que alguien se levante y me llame sinvergüenza, solo quiero que se detenga a escuchar. Porque puedes no estar de acuerdo, pero párate a hablar con nosotros, dialoga.

Los Kamikazes en un ensayo. Vanessa Rábade

¿Hubo un boicot planeado contra tu zarzuela?

No lo creo. Sigo diciendo que hemos sido vistos por veinte mil personas y que quienes la han liado son grupos de tres. Pero con que uno o dos se levanten a gritos ya es suficiente para interrumpir una función. Si ese día en concreto había gente más excitada porque entre el público estaba Manuela Carmena lo relaciono con la crispación que hay en la sociedad.

¿Has sufrido alguna injerencia política trabajando para un teatro público?

Nunca he tenido problemas. Por ejemplo, Daniel Bianco, director del Teatro de la Zarzuela, ha apoyado el montaje de cabo a rabo. La única injerencia política son las estructuras gubernamentales por cómo están planteadas.

No soy nada conspiranoico ni creo que los políticos quieran cargarse el teatro, es mucho peor que eso, es ignorancia.

El Pavón Teatro Kamikaze abre con la vocación de ser también una escuela de artes escénicas. ¿Se enseña mal el teatro en este país?

Los maestros de teatro tienen que funcionar de una manera particular. Yo puedo ir a uno y no tener ningún tipo de conexión y otra persona puede descubrir en él al gurú de su vida. Eso pasa en todas las sensibilidades artísticas. Cada creador, actor, director y cantante encuentra al suyo propio. Nuestra escuela consiste en abrir los talleres de investigación previos de nuestros montajes a profesionales y escuelas para que quien quiera dedicarse a esto tenga un puente entre la parte académica y el mundo real. Sonido, luz, dirección, interpretación... Queremos tocar todas las disciplinas, incluido el mantenimiento de profesionales para dar la oportunidad de conocer a otros compañeros, porque a mí los castings me horrorizan. También los abriremos al público porque, aunque yo soy muy pudoroso, me he dado cuenta de que fidelizas al espectador más curioso.

La media de edad del público es cada vez es más alta. ¿Os preocupa la brecha generacional?

Sí, pero con nuestros montajes no lo hemos notado mucho. Una de las cosas más bonitas que me ha pasado en un teatro es ver a un chaval de 16 años alucinándolo con Hamlet. Tenemos grupos de fans muy jóvenes, pero es necesario enseñar el gusto por el teatro, no lanzarlo como parte de un temario porque sí. En las tres semanas que estuvimos en el Teatro de la Zarzuela conseguimos bajar la media de edad en treinta años. Yo no quiero echar a nadie, quiero que todos sientan que en el teatro se puede convivir. ¿Por qué los teatros institucionales tienen una edad muy alta pero las salas alternativas no pasan de los 30? No es una cuestión de precio, sino de conexión con el ciudadano.

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