Un teatro público como éste necesitaba una sacudida para renovar su audiencia, aunque sea a riesgo de provocar desbandadas. Tal y como ha podido saber este periódico, el pasado jueves Alberto Ruiz Gallardón abandonó el Teatro de la Zarzuela a mitad de función de ¡Cómo está Madriz! ofendido por las referencias a sus compañeros de partido en el número de los Ratas, que alude directamente a Bárcenas, Rato y Camps.

Otros aguantan como pueden su vela, como el ministro Méndez de Vigo, presente en la función del viernes. Pablo Iglesias, por su parte, ya ha manifestado en Twitter su intención de verla. ¿Le invitará Del Arco? “No, porque no le conozco, pero que vaya. Los políticos deberían ir al teatro, yo no debería perseguirlos para que fueran”, dice el director. También aparece una Doña Virtudes vestida de Chanel –que entra en escena a ritmo de la marcha imperial de Star Wars– y a la que Paco León confunde con Esperanza Aguirre.

En escena sacude a la corrupción, la burbuja inmobiliaria, la Ley Mordaza...

Estamos ante una municipalidad endeudada que quiere acometer una obra faraónica. ¿Les suena? A finales del XIX era el trazado de la Gran Vía, ayer los túneles de la M-30 y hoy Plaza de España. La historia siempre se repite en la capital.

¡CÓMO ESTÁ MADRIZ!

¡Cómo está Madriz! -hasta el 12 de junio se representa en el Teatro de la Zarzuela- es un espectáculo de Miguel del Arco, maestro en el arte de reinterpretar clásicos, que se estrena en el género chico con la revisión de dos recurrentes piezas de Chueca y Valverde: La Gran Vía (1886) y El año pasado por agua (1889). En escena sacude a la corrupción, la burbuja inmobiliaria, la Ley Mordaza o la deuda pública, entre otras cuestiones, y saca los colores al bipartidismo y la cuestión catalana.

A veces, en alegorías o personificaciones nada elaboradas, porque esta zarzuela no disimula su chabacanería como buen sainete y ópera bufa. Otras, con la invocación de prohombres históricos –del Pablo Iglesias socialista al Pablo Iglesias de Podemos–, que se pasean junto a Machado, Valle-Inclán o Pardo Bazán del mismo modo que Scott Fitzgerald y Dalí lo hacían en Midnight In Paris.

Pero, sobre todo, abundan las referencias directas a la actualidad, con cánticos de "Democracia Real Ya" y "Más churros y menos porras", que podrían escucharse desde el Congreso de los Diputados, a dos pasos del teatro. Aunque no hace falta alzar la voz, pues a la Zarzuela ya han acudido varios políticos atraídos por el morbo del espectáculo.

Gritos de “¡Fuera, fuera”!

Pero lo que provoca gritos de “¡fuera, fuera!”, pataleos y la espantada de más de 20 cabezas cardadas –ninguna por debajo de los 60– es su segundo acto. Porque sí, entre las butacas también hay indignados, los que se ofenden porque a un cardenal se le practique una felación en un prostíbulo recreado sobre el escenario.

Era lo esperable en un público tan cerril. No quieren entrenar el oído para escuchar nada nuevo

“Estamos hablando de una época en la que la Iglesia tenía un poder brutal de sometimiento con las mujeres. Y hoy no pasa un día sin que tengamos una noticia de un sacerdote pederasta. Lo curioso es que a algunos les molesta menos la mamada del cura que aparezca Pablo Iglesias”, dice el director. Son más ruidosos los gritos de bravo, los aplausos y las carcajadas, pero por si algún quedaba nonagenario indeciso, el número lésbico que le sigue, un homenaje a la bailaora Tórtola Valencia, les convence de desertar.

Cómo está Madriz es la zarzuela más ruidosa de los últimos años.

Una lástima, porque las entradas, como sucede con casi todo lo dirigido por Del Arco, están prácticamente agotadas. Pero ¡Cómo está Madriz! Está dirigida a un tipo de espectador poco acostumbrado a ver travestis blandiendo la bandera gay en una función de abono. “Era lo esperable en un público tan cerril. No quieren entrenar el oído para escuchar nada nuevo. Es como si la zarzuela fuera suya y yo les hubiera robado. Cada uno es libre de levantarse, lo que me parece una barbaridad es que los más irrespetuosos increpen a los actores a voces. Afortunadamente, son una minoría”, dice Del Arco, que no se enorgullece de que los puristas abandonen su función.

Yo siempre quiero gustar, no pienso en joder al público

“Nunca fue mi intención y me produce cierta violencia. Yo siempre quiero gustar, no pienso en joder al público. Esta es una revista fundamentalmente divertida que reparte caña por todos lados, pero me acusan de dar un mitin y de escorarme a la izquierda. No quería reinventar el género, eso es una tontería, quería que el espectador de 2016 tuviera una sensación parecida al espectador de 1886”, añade.

Un viaje de LSD

¡Cómo está Madriz! se articula en torno a un pretexto dramático tan recurrente y fácil como efectivo: un sueño. El de Paco (Paco León), un personaje creado para la ocasión que, en el Madrid de 2016, es incapaz de pegar ojo por el bullicio que se concentra bajo su ventana en la Plaza Mayor. Hasta que cae rendido y es transportado al Madrid onírico de finales del XIX, marcado por la lucha de clases y donde las calles y plazas tienen voz para sublevarse contra la megalómana idea de proyectar una arteria que atraviese el centro de la ciudad.

Ya contaba con las críticas y, en cierto modo, me incentivan. Prefiero provocar antes que aburrir

Sólo que en esta versión, la calle Montera es una puta –¿acaso cabía otra metáfora?– y Libertad “un pedazo de maricón de dos metros con plataformas”, en palabras de Paco León. Licencias que no convencen a una parte de su conservador público, que se queja de que, más que una zarzuela, parece una sesión de control al gobierno.

“Ya contaba con las críticas y, en cierto modo, me incentivan. Prefiero provocar antes que aburrir”, dice el actor, que también se estrena en el género chico. Desde la web del teatro ya se advierte: algunas escenas no son recomendables para menores de 16 años. “La zarzuela es un género perfecto para desempolvar y esta tiene una cosa como de Homozapping intelectual”, dice el creador de The Hole.

La Gran Vía fue un exitazo de su época que contó con no pocos detractores en su estreno. “Durante el franquismo se apoderaron de ella, pero si vas a las fuentes originales, lo que encuentras es una revista de actualidad donde el ciudadano de a pie se sentía perfectamente reconocido”, cuenta Del Arco sobre la obra. Fue muy crítica con el gobierno “cuando la libertad de expresión estaba aún por conseguirse y las mujeres ni siquiera tenían derecho a voto”.

Hoy esa historia se repite a diario en el teatro en forma de hojas de reclamación, pero sus responsables hacía años que no vivían un éxito así. “Si los géneros no se renuevan y concitan a nuevos públicos, se mueren. Y eso no se consigue si se siguen representando piezas de museo”. Aún queda mucho para que, como se consiguió en la ópera, en la zarzuela se premie la transgresión y la inventiva.

De Madriz al cielo

Las quejas apenas desvían la atención de lo que realmente es ¡Cómo está Madriz!, una celebración del carácter madrileño y un homenaje lúdico y sincero a sus moradores, sean de donde sean. Porque hay pocos sitios en los que importe menos de dónde vengas. “En Madrid no preguntamos de dónde eres sino cómo te llamas”, se escucha en un momento de la función. “Es una frase que siempre les he dicho a mis amigos catalanes independentistas”, explica Del Arco. “Estoy harto de que los madrileños nos tengamos que tragar todo. No soy nada nacionalista ni tengo un sentimiento identitario con Madrid, pero cuando te dicen lo fea que es, lo mal que hacemos las cosas o que robamos, te agotas. En tal caso, te robará un gobierno en concreto, pero no los madrileños”.

Por eso ha incluido frases como “Todos venís a Madrid, pero ninguno venís a quererla” en boca de Paco León, que ya en Kiki, el amor se hace se queja de lo poco moderna que es la ciudad. “Nada, es más villa que corte. Es una gran urbe, pero de carácter popular. ¡Si esta gente inventó el género chico, que era el microteatro de la época!”, explica Del Arco. “La mayoría no tenía dinero para pagar funciones de dos horas, por eso la zarzuela nació como un espectáculo de consumo rápido, barato y que hablara directamente al pueblo. Eso siempre ha atraído a las clases altas, a las que les da mucho morbo ver cómo el pueblo se divierte mejor que ellos”.

Para cuando llega el bis, la platea ya se ha convertido en un carnaval con todo el mundo en pie y más de 80 intérpretes en el escenario, director de orquesta incluido. Ya lo dice el espíritu de Barbieri en el entreacto: para sermones, la Iglesia. En el teatro, diversión y deleite.