Las grandes se han compuesto a menudo pensando en los cantantes que las estrenaban. Se escribían pensando en la estrella del momento, pero podía ocurrir lo contrario, que los compositores acabasen siendo en parte rehenes de la influencia de los divos de la música vocal. Si Giacomo Puccini hubiera visto la representación de su Tosca este sábado en la Ópera de Viena, es probable que hubiera retocado la partitura para incluir alguna referencia a Jonas Kaufmann.

Tras pasarse minutos cantando a su amor por Tosca ("entraba ella, fragante / caía entre mis brazos/ El tiempo ha huido... / ¡Y muero desesperado! / ¡Y no he amado nunca tanto la vida!), el tenor descubrió que le habían dado plantón. Lo que en lenguaje del siglo XXI se puede considerar una cobra que siendo poco generosos convierte al renombrado tenor en un pagafantas.

Kaufmann interpretaba una de las arias más famosas de la obra. Al público, como en anteriores representaciones, le había gustado, por lo que aplaudió a rabiar hasta que el cantante ofreció un bis. Sin embargo, al acabar, la ópera no continuó. Faltaba la soprano Angela Gheorghiu, lejos del escenario, al parecer en su camerino. El momento puede verse en el siguiente vídeo, que comienza con la repetición del aria E lucevan le stelle (Y lucían las estrellas), a partir del minuto 3:00, cuando Kaufmann termina su interpretación.

"¡Ah, non abbiamo soprano!" ("¡Ah, no tenemos soprano!"), canta Kaufmann tras unos segundos esperando y manteniendo la tonalidad de lo que seguía en la partitura. Sus gestos de desconcierto y sus sonrisas le granjean la comprensión del público, al que se dirigió, ya en alemán, para aclarar que no se explicaba la ausencia y que esperaba que todo saliese bien.

Finalemente, Angela Gheorghiu apareció y la ópera continuó. Cosas del directo. Desde entonces, se ha especulado mucho con los motivos para esa llegada tardía al escenario. Varían desde una llamada de la naturaleza a un despiste con el tiempo.

Las malas lenguas y los detractores de la soprano rumana especulan con la posibilidad de que no haya resistido el éxito de su compañero de reparto y tratase de robarle protagonismo. El primer bis, días antes, le habría sentado mal a una cantante que ya ha protagonizado polémicas en otros teatros por comportamientos de diva, en sentido literal. 

Según un portavoz del teatro citado por The New York Times, la cantante estaba en su camerino y no llegó a tiempo porque no hubo pausa tras el bis de Kaufmann. Tampoco hubo aplausos, como en previas representaciones, lo que provocó el despiste de la soprano, nunca intencionado, según la institución cultural, una de las más prestigiosas en Europa. 

En el incidente podría haber tenido que ver un español: el director Jesús López Cobos, que dirigía la función de esa noche al encontrarse en Viena para otra ópera y en sustitución del director titular, indispuesto. López Cobos decidió continuar con la música sin parar, lo que podría haber desconcertado a la cantante. 

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