Valladolid

Los astros se confabulan contra Isabel Coixet. Haga lo que haga la directora, todo queda empañado por la actualidad de Cataluña. Hace menos de un mes presentaba un cortometraje en el Festival de San Sebastián. Lo hacía un día antes del 1-O y poco se habló de su trabajo. Ayer inauguraba la Seminci de Valladolid con su nueva película, La librería, el mismo día que el Gobierno aprobaba aplicar el artículo 155 para frenar la independencia. Así que iba preparada para que se hablara mucho de la cuestión catalana y poco de su trabajo.

Coixet ha vivido el último mes en el ojo del huracán desde que firmara un manifiesto junto a intelectuales en los que se posicionaba en contra de la independencia y pedían un referéndum con todas las garantías. También denunció los insultos que estaba sufriendo por haber dicho su opinión contraria al gobierno de Puigdemont. Todo ese trajín se nota en su cara. A la directora se le nota cansada, con los sentimientos a flor de piel y se le humedecen los ojos cuando se le pregunta por cómo está viviendo la situación.

Coixet dando órdenes a Emily Mortimer.

Sin darse cuenta se ha convertido en un alter ego de la protagonista de su nueva película, que adapta una novela de Penelope Fitzgerald. Una mujer que a pesar de lo que dice el pueblo se atreve a montar una librería y a decir lo que piensa. Por eso será señalada, coartada y hasta obligada a abandonar su casa. La propia Coixet reconoce que es el personaje en el que se ha visto más representada. “Sí que me he sentido señalada muchas veces en mi vida, hoy más que nunca. Pero tengo una brújula moral que señala a un sitio- Sé que mi vida sería más fácil y cómoda si estuviera callada pero te vas a la cama y piensas que quizás debería haber dicho algo. Es que, hay que decir lo que uno piensa aunque las consecuencias sean chungas”, asegura la directora a EL ESPAÑOL.

Asegura que nunca ha querido ser la voz de nadie, ni convertirse en mártir, sólo ser fiel a lo que piensa: “Tengo cero vocación de Juana de Arco, no voy ahí con el rollo mártir, pero hay que decir que ya está. Mucha gente se ha callado mucho tiempo, y yo desde hace muchos años lo he dicho. Y cuando no sé lo que pienso no digo nada, por ejemplo con los vientres de alquiler, veo las dos partes y no sé por qué decantarme. Pero hay otras que lo tengo claro, intento estar informada de lo que puedo y digo lo que pienso”, añade.

Me he sentido señalada muchas veces en mi vida, hoy más que nunca. Pero tengo una brújula moral que señala a un sitio

Prefiere seguir diciendo la verdad, y cuenta a la prensa que se siente “agotada… como todos”. “Cataluña, España, el mundo… tienen que estar agotados. Hace dos días se quemaba Galicia, han matado a 500 personas en Somalia, que después del 11S es el más sangriento que se ha producido… y cuando ves lo que pasa en el mundo, piensas cómo podemos vivir en un ambiente tan enrarecido. Estamos todos agotados, los psiquiatras se van a forrar en los próximos meses. Es difícil vivir en una sociedad así”, dice la directora que confiesa que se ha planteado salir de Cataluña, aunque cada día piense una cosa.

“Te pasan muchas cosas por la cabeza cuando te pasan cosas constantemente… la última ha sido algo que en otro momento de mi vida me hubiera reído. Una mujer me esperaba a la puerta de casa, otra, con una bandera que ponía ‘democracia’, me la pone en la cara, y me grita: ‘de esto es lo que tienes que escribir’. Pienso: ‘Joder a las nueve de la mañana cómo vamos’. Y yo le digo:’Señora, ¿usted sabe lo que yo he escrito? Y su respuesta, gritando, es que no le interesaba. Claro, yo le dije que a mí no me interesaba su ‘democracia’ entre todas las comillas del mundo. Ahora ya no me río, ahora con todo esto se te queda un mal cuerpo de cojones. Es verdad que una manzana más arriba una pareja te abraza y te dice gracias por decir lo que muchos pensamos, por ser nuestra voz. Y yo no quiero ser voz de nadie. No pretendo eso. Hablo por mí. Pero vivir en una sociedad donde te insultan o te abrazan te crea un síndrome, que es que cuando alguien se me acerca no sé si me va a insultar o abrazar, es muy raro. Estos meses mi refugio es currar, hablar de La librería, porque amo esta película y me ha costado muchos años hacerla”, ha añadido.

No quiero ser voz de nadie. No pretendo eso. Ahora cuando alguien se me acerca no sé si me va a insultar o abrazar

Reconoce que de ella se han dicho muchas mentiras, y que prefiere pensar en el trabajo y en esta adaptación de una autora que admira muchísimo y una historia que recupera una de sus temáticas favoritas, la correspondencia y el amor a los libros. En esta ocasión con una defensa de Ray Bradbury como “un puto genio” y un autor al que reivindicar. La película no podía tener otro nombre, porque es precisamente en las librerías donde Isabel Coixet siempre se ha refugiado. Lo hace en sus a viajes a países desconocidos y lo hace ahora cuando fuera cae un chaparrón político que siempre parece que le moja.

El otro tema del momento es Harvey Weinstein, el productor de Hollywood del que se ha destapado una década de abusos hacia actrices y que parece no tener fin. Actrices como Gwyneth Paltrow o Angelina Jolie han señalado al que era el hombre más poderoso de la industria. Coixet, que muchas veces ha sido tentada con hacer las américas -se le ofreció el proyecto de Million Dollar Baby cuando Sandra Bullock la iba a protagonizar- cuenta que esos rumores “se oyen desde hace muchos años” y recuerda que también destrozaba la carrera a muchos directores a los que cambiaba la película a su antojo. “Si le caías bien, hacías lo que quisieras, si no, te destrozaba la película. Este hombre cuando le veías se notaba que no estaba bien. Ese abuso de poder existe en la industria, se está abriendo la caja de Pandora y saldrán cosas tremendas”, zanja la realizadora que durante unas horas, cuando abra la Seminci, volverá a encontrar su librería particular en la que refugiarse de la realidad.

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