Una explosión de felicidad ha inundado Instagram esta semana. Los usuarios madrileños y turistas de paso han encontrado la foto perfecta en la Plaza Mayor. El desfile eufórico deriva en la foto que todos queremos ver y favoritear. Una bonita, alegre y luminosa eyaculación de humanidad en el corazón de una ciudad bárbara. O como algún concejal llegó a definir, una explosión de “feminidad”. En definitiva, una sobredosis de buen rollo en medio del catacrack secesionista, que ha llevado a algunos a comparar a Manuela Carmena con el mito Tierno. Hay quien ha pedido “menos banderas y más praderas”.

“Madrid así, sí”, comenta un usuario en el pie de foto de su imagen. Acaba de subirla para confirmar que él también está allí, compartiendo el acontecimiento más difundido de la semana y de los dos años de legislatura de la alcaldesa. Ha colocado su móvil a ras de suelo y las hojas del césped aparecen en primer plano. Al fondo, la escultura ecuestre de Felipe III de Pietro Tacca (1616), recortado sobre la famosa fachada decorada de la Casa de la Panadería.

#buenrollito

Otra cuenta anuncia: “El lugar donde todos quieren estar #PlazaMayor”. Y muchos comentarios cuquis a la imagen. La mayoría reclama su perpetuidad: “No lo quiteissss!!! es G E N I A L”. Y lluvia de hashtags: #cesped #madridmola #fresco #cesped #plazamayorverde #ilovemadrid #sentaditosenelcesped #buenrollito #madridlover #madridseduce #secondhome #carmenadejaelcespedparasiempre #demadridalcielo y claro está #nofilter

Y el viernes apareció la imagen definitiva: una vista aérea. El gran círculo verde rodeado, en medio de una masa de tejados, callejuelas y asfalto. El oasis: “Una imagen preciosa de la Plaza Mayor”, se podía leer en otra cuenta de Twitter. Hasta la del Marca publicó las suyas: “La Plaza Mayor se convierte en un improvisado terreno de juego con la instalación de césped natural por el artista urbano SpY para conmemorar los 400 años del espacio”.

La plaza verde, con la escultura ecuestre de Felipe III, de Pietro Tacca. @SecretosdeMadri

¿Un campo de fútbol? ¿Un parque? ¿Un área de picnic? ¿Un espacio público para sentarse y no producir? ¿Un lugar donde creer no consumir, pero compartir por redes sociales vía pasando por caja de telefónica la foto en el césped? ¿Una postal? ¿Un voto? ¿Un deseo: “#carmenadejaelcespedparasiempre”? ¿La foto de la legislatura? ¿Una resistencia del espacio público al espacio privado? ¿Qué pretendía SpY y qué ha conseguido?

Lugar de encuentro

Remedios Vincent, comisaria de estas acciones conmemorativas, aseguraba a este periódico que SpY, el artista anónimo, “está diciendo que en una plaza hay que estar sentado sin que nos obliguen a consumir”. El propio autor, en referencia al círculo perfecto de 70 metros de diámetro y la operación de 30.000 euros, nos explicaba: “Las plazas son lugares de encuentro ciudadano y espero que esta obra consiga ofrecer a los madrileños y visitantes nuevas formas de vivir el espacio urbano”. Lo logró.

El arte le ha montado el mejor retrato a Manuela Carmena y ni siquiera ha tenido que encargarlo. La ingenuidad es la principal causa de mortandad entre los artistas. Sobre todo entre aquellos que inician una relación con la política, sin asumir que terminarán siendo fagocitados por ella. Y, si no prevén el resultado de su intervención con dinero público, convertidos en parte de la máquina de propagar el discurso interesado. En este caso, un Madrid verde, habitable, humano, feliz y feminista. El que sus ciudadanos quieren, el que deben ejecutar las políticas. No los artistas. Cinco días de utopía, de falsa recuperación de la ciudad. 

Vista aérea de la Plaza Mayor. @FastCoDesign

SpY ha hecho lo mismo que Pietro Tacca cuatro siglos atrás: fortalecer la imagen del pagador, depurar las intenciones del gestor, abrillantar las sombras del político y poner su creatividad al servicio del partido. Hacer del arte un mensaje electoral y entregar las armas que cuestionan, que sospechan, que denuncian, que agitan y que molestan. El césped ha sido desde el primer minuto una alfombra de cohesión y confort, que ha unido a todos los vecinos en un deseo: Carmena déjalo todo el año. De ahí que no se haya entendido como una instalación artística, sino como una iniciativa política (“necesaria”).

Un artista en libertad

SpY era un artista político y urbano, con intervenciones tan sugerentes como aquella en una pared del centro de Bilbao, en 2015: pegó 1.000 monedas de dos céntimos para formar la palabra “CRISIS”. En menos de 24 horas las monedas desaparecieron. Dos años antes colocó 150 cámaras de seguridad falsas en una fachada de un edificio. No vigilaban nada. En 2010, pintó la palabra “LEÉ” sobre un edificio abandonado. Durante el proceso, asegura que fue interrumpido en varias ocasiones por la Policía. Incluso el último habitante “declaró su intención de denunciar la obra por no ser de su gusto. Por mutuo acuerdo se decidió conservar la pieza a cambio de un módico pago”.

SpY había contribuido hasta el momento a la construcción de condiciones sociales que permiten la subversión, la construcción de individuos autónomos, la irrupción de una multiplicidad de subjetividades. Pero en la Plaza Mayor ha triunfado como publicista. Si la intención era denunciar algo ha fallado de lleno. No ha molestado, no ha contravenido, no ha acusado, pero ha contribuido a un fenómeno viral a mayor gloria política.

Intervención en 2010 de SpY.

Este caso debería servir al colectivo artístico para hace autocrítica y replantear las relaciones con ayuntamientos afines. Antonio Saura, en Contra el Guernica, aclaró que la injerencia del Estado en los asuntos artísticos “suele ser peligrosa cuando no francamente nefasta”. Lo que no atisbó el pintor es que la implicación del arte en asuntos políticos es mortal. Porque la autonomía del arte no se otorga, se conquista.