Yo con yo mismo (Bruguera), de Flavio, de la última edición de OT, es la última vuelta de tuerca de la maquinaria del programa para exprimir a sus concursantes hasta el absurdo -como ya vimos con el sonado caso Aitana o el bluff de Ana Guerra-: la rueda sigue, y si no triunfan con sus canciones, procurarán rascar algunos pueriles e insustanciales libros vendidos entre sus fans. De la televisión a la industria literaria no hay un paso, porque el paso no existe: el rédito lo es todo. Se publica ya cualquier borrón, cualquier idea, cualquier garabato, y nos lo cuelan como un producto legítimo y trabajado, exclusivo.

La calidad literaria, claro está, brilla por su ausencia. Para muestra, un botón: “Quiero que sepas que, aunque a veces me ‘saques de quicio’, me vuelvas loco con tus idas y venidas, con tus momentos de altura y saltos al precipicio, tus instantes de soledad y momento de cariño y contacto, quiero que sepas que te quiero, que te quiero mucho”, escribe el joven Flavio en uno de sus ‘poemas’.

Hay muchas páginas ilustradas con imágenes coloridas, huecas. En una sólo pone, con letras enormes: “Respirarte cada mañana”. Chimpún. “Quiero volver a respirarte cada mañana, / bailar contigo entre mis sábanas, / deshacernos el uno por el otro como dos adolescentes que experimentan por primera vez, / ahogarme en tu saliva y entre tus lágrimas, / cederte mi hombro en las buenas y en las malas, / en las noches de sábado de “peli y mantita” / para que apoyes tu cabeza y te duermas en mitad de la trama”, desarrolla en la siguiente hoja.

“Estás tan bonita cuando estás, / que río por no comerte”, lanza en otro verso. También hay textos de desencanto, claro: “Creo que te conozco de antes y no me hiciste bien. Tu carácter me suena, tu cara, tus manos, tus labios ya los probé. Tengo esa extraña sensación, lo siento si me equivoco. Y es que me pongo a pensarlo y no me haces mejor persona, no haces que te quiera más y más cada día o que me quiera yo más y más”. En otras páginas hay garabatos, borrones de la libreta de Flavio, pertinentemente escaneados para pasar al formato libro.

'Poesía social'

Visto un extracto, vistos todos. Ilustraciones de aves, de notas musicales, de un chico solitario frente a un escaparate. “Yo, que di tanto, no supe darme cuenta / de que solo era un tanto de tantos. / ¿Tan tonto fui? / Tan tonto fui, y soy, por decirte ahora “Te quiero”. Pero eso ya lo sabías”. Aunque también hay espacio para cierta poesía social: “Mentes millonarias tiradas por las calles tratando de sobrellevar esta sociedad injusta y egoísta, eclipsadas por la ingenuidad y la soberbia, por la apatía y el desprecio, tratando solo de sobrevivir”.

Al poco, desiste de la revolución: “Podría tirarme años escribiendo sobre las diversas mentes y sus diversos problemas e inventarme metáforas con ellas, pero... ¿para qué? ¿Para qué, si no voy a cambiar el mundo, y menos tu forma de pensar? (…) Por desgracia”.

La ansiedad

Hay un lugar -necesario, aquí sí- para hablar de la ansiedad, ese trastorno que afecta a tantos jóvenes de la generación Z. “Llegó el momento del día en el que debes dejarte huir, reír, desinhibirte e impedir que tu "amiga del alma", esa que te ha acompañado de la mano todos estos años (ansiedad se llama, ¿no?), te carcoma, se apodere de ti y te destruya por millonésima vez. (…) Basta ya de dejar que te gane las batallas; que tú eres mucho más fuerte. Puedes hacer todo lo que te propongas y más”. Pues eso.

Este libro sigue la misma senda que el publicado por Aitana, una obra, además, escrita por una ghost writer -antes conocida como ‘negra’ literaria’, aunque la editorial la llamó ‘coach literaria’-, con un total de quince ilustraciones y poesía de baratillo. En la presentación de La tinta de mis ojos (Alfaguara), hace casi tres años, reconoció que cometía faltas de ortografía y que no sabía expresarse bien. Más comida rápida.

Algo parecido le sucedió a Alfred o a Ana Guerra con Con una sonrisa (Grupo Planeta), sólo que la presentación de su libro fue un bluff: hubo menos de 40 personas entre prensa y fans. También los magnates equivocan el tiro a veces. En cualquier caso, son malas noticias para la literatura.

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