"Pongo mi corazón en el futuro./ Y espero, nada más./ De los dos monosílabos prefiero/ el más claro, el sencillo, el que despliega/ un lienzo en el que todo/ podrá ser. El amor/ dará firmeza a lo que digo. Estoy/ con los que creen sin ver, con los que andan/sobre las aguas. Cuando el mundo entero/ o mi mundo se hunden/tantas veces, entonces/ algo relacionado con los pájaros/ y los lirios me salva".

El poeta y catedrático de Filología de la Universidad de Salamanca (USAL) Juan Antonio González Iglesias no conocía el coronavirus Sars CoV-2 cuando escribió el poema Confiado -al que pertenece el fragmento anterior-, en el libro del mismo título que público en Visor en 2015. Ahora lo conoce, claro. Y ya lo hacía, como todos, cuando en España se declaró el estado de alarma sanitaria el pasado 14 de marzo.

Aunque las universidades y centros educativos cerraron días antes, no lo hizo su talento y son varias las iniciativas que han brotado de este sector para aportar algo a la lucha contra el coronavirus y la grave enfermedad que provoca, la COVID-19. Muchas no han tenido eco en los medios, abrumados por un exceso de información, de cifras, anuncios de posibles vacunas y tratamientos e historias personales dramáticas o no sobre cómo se convive con este patógeno.

El rector de la USAL, Ricardo Rivero, fue uno de los que promovió que la comunidad universitaria se apuntara a esta lucha y lo hizo a priori animando a los profesores de ingeniería y de química a fabricar elementos protectores para los sanitarios, como viseras transparentes o hidrogeles para los hospitales. Pero no se olvidó de la poesía, como escribió en el Diarium de la Universidad González Iglesias. "Cumplo con una precioso encargo que acaba de hacerme el Rector de la Universidad de Salamanca. Me anima a que difunda, con algún poema mío, un mensaje de confianza en medio de estos momentos difíciles", relataba.

En el inicio, un poema breve de su último libro -Lo sencillo-; al final, Confiado, cuyo título no podría resumir mejor lo que más hace falta en estos tiempos de zozobra. Cumplía así el poeta con el encargo humanista de su rector, pero pronto sintió que necesitaba hacer algo más.

Su particular llamada vino al explicar en sus clases telemáticas el  poema científico de  Lucrecio (99 a. C.-c. 55 a. C)  De la naturaleza de las cosas. El poeta y catedrático explica a EL ESPAÑOL que fue sobre todo "el pasaje terrible de la peste, que cuenta que morían tantos que ni los animales querían comerse los cadáveres por miedo a contagiarse", lo que le hizo reaccionar.

"Los labios abultados, resaltaba/ Tirante frente; a poco fallecían:/ El sol octavo o nono los veía/ Las más veces lanzar su último aliento".

Y ahí llegó su idea, lejos en principio de la poesía. O, según se miré, más cerca de la poesía que de cualquier otra cosa. Porque en Lucrecio poesía y ciencia son lo mismo. Y poesía en griego es creatividad, subraya. "Se me ocurrió que hay dos industrias que podrían fabricar respiradores y viseras: la del juguete y la del pequeño electrodoméstico", explica a este diario. "Si pueden fabricar una aspiradora o una vaporetta, o un robot que se mueve y respira, no les costará mucho un respirador o una visera", continua.

Pero de poco sirve la idea si los propios destinatarios no son conscientes de que alguien ha pensado en ellos, y que lo ha hecho nada menos que un poeta, ajeno en principio a esos avatares -aunque, como señala, poesía es creatividad en griego y la mejor traducción actual para poeta es "el que hace"-. "Escribí a la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes, AEFJ, desde donde me contestaron muy amablemente", destaca.

Entre medias, noticias como la del equipo de investigadores italianos que habían logrado modificar las famosas máscaras de buceo de Decathlon para conectar más enfermos a un único respirador, le sirvió como la gasolina necesaria para continuar en su empeño.

En la respuesta de AEFJ vino la sorpresa: no sólo agradecían a González Iglesias su petición, sino que ellos mismos ya se habían ofrecido a las autoridades sanitarias, poniendo a su disposición todos sus recursos y medios de innovación para hacer frente a la COVID-19. "Creo que todas las iniciativas particulares son pocas. Son iniciativas que el Gobierno central o los regionales deberían promover, no esperar a que los particulares se pongan a fabricar", comenta.

Por esta razón, no se conformó con la respuesta de los fabricantes de juguetes, y no lo hará hasta que lea en medios como éste u otros que ya están manos a la obra. El siguiente paso del autor de Eros es más (Visor, 2008) fue contactar con políticos. El gabinete de la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, le contestó en seguida y hace pocos días hizo lo propio Begoña Villacís. También escribió a la vicepresidenta Carmen Calvo que, obviamente, no le ha podido contestar aún. "Lo único que quiero es ver ya que los jugueteros fabrican algo de esto", concluye. Así sea.

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