Jean Moluin nunca pudo volver a contemplar la belleza de París sin la oscura sombra que proyectaban las banderas nazis. Este hombre, alias Max, fue el encargado de organizar y unificar la Resistencia francesa a escondidas de las tropas alemanas y de los colaboracionistas; era la mano derecha del general De Gaulle en la Francia ocupada. Sin embargo, su cometido se vio frenado de golpe el 21 de junio de 1943, cuando la policía secreta alemana irrumpió en una reunión de la Resistencia en Lyon y arrestó a ocho de sus mandos, entre ellos al que la había convocado, Moulin.

El delegado de De Gaulle fue torturado de forma sádica hasta la muerte por el terrorífico Klaus Barbie, oficial de la Gestapo y conocido como El carnicero de Lyon. Moulin se convirtió entonces en el mártir de la Resistencia, en uno de los sacrificios que hubo que realizar para que la capital gala fuese liberada. Quien sí entró triunfante por los Campos Elíseos fue Philippe de Hauteclocque, más conocido como Leclerc, el otro héroe nacional de la II Guerra Mundial que homenajea el Museo de la Liberación de París, que se inaugura este domingo coincidiendo con el 75 aniversario de la expulsión de los nazis.

La odisea del general Leclerc luce más por el resultado final, aunque todo el proceso no hubiera sido viable sin las maquinaciones de Moulin y el resto de resistentes. El líder militar de las fuerza francesas combatió en África, desembarcó en Normandía, dirigió la liberación de París y luego llegó hasta el Nido del Águila, el cuartel de Hitler en Berchtesgaden. De forma póstuma —murió en un accidente de avión en 1947— recibió el título de mariscal de Francia.

El carné de identidad y un retrato de Jean Moulin, uno de los líderes de la Resistencia. Reuters

Las vidas de estos dos héroes galos —que nunca se llegaron a conocer— son el hilo conductor del impresionante Museo de la Liberación - Museo del general Leclerc - Museo de Jean Moulin que se inaugura en un edificio del siglo XVIII cuyo sótano lo utilizaron las Fuerzas Francesas del Interior (FFI) como centro neurálgico durante la batalla por expulsar a los nazis de París, del 20 al 28 de agosto de 1944. En concreto, el coronel Rol-Tanguy, su mujer y sus camaradas se asentaron allí, en lo que años antes había sido transformado en un refugio antiaéreo por miedo a los bombardeos, para comandar los últimos compases de la ofensiva.

Ese búnker es uno de los grandes atractivos del nuevo espacio, situado en la plaza Denfert-Rochereau, que por primera vez se abre al público. Una gran puerta blindada y oxidada marca la entrada al subsuelo desde donde se pilotó la semana de la insurrección, la más decisiva de la historia de la ciudad. Tras bajar 99 peldaños, el visitante puede descubrir un lugar frío, en el que el museo quiere hacer palpable la historia y la tensión allí vivida con una experiencia inmersiva: timbres de teléfonos, diálogos, el teclear de las máquinas de escribir...

La exposición también muestra objetos pertenecientes a los nazis. Reuters

Objetos originales

"El nombre del museo es el reflejo preciso de su temática: mostrar que la liberación de París y de Francia se debe a la acción de estos dos hombres", dicen desde la institución en referencia a Moulin y Leclerc, "dos personajes muy diferentes", que apuesta por una exposición didáctica y pedagógica. "Cada vez menos personas de la generación que estuvo directamente involucrada pueden transmitir su historia... Se trata de ayudar al público de hoy a comprender y reflexionar sobre una página fundamental de la historia de Francia", añade Sylvie Zaidman, la directora del museo.

La vasta exposición, que reemplaza a una anterior mucho más pequeña y menos accesible en la estación de Montparnasse, reúne alrededor de 7.000 objetos entre mapas, fotografías, carteles propagandísticos, imágenes de archivo y todo tipo de cosas de los habitantes de la París ocupada, como la cartera de un niño que conserva las cartillas de racionamiento o unos zapatos de madera también de un joven francés. 

Para más sensación de realismo, el búnker se recorre con gafas de realidad virtual. Reuters

Pero lo más interesante son las pertenencias de los dos grandes protagonistas del museo. La familia de Jean Moulin ha donado algunos de los objetos que poseyó el líder francés antes de la guerra, como unos skíes o unas ceras pastel, y una partida de la colección privada de su galería de arte, inaugurada el 9 de febrero de 1943 como coartada de sus operaciones clandestinas. El museo también muestra una minúscula caja de cerillas en la que escondió microfotografías con las órdenes del general De Gaulle.

En cuanto al legado de Leclerc, se pueden contemplar numerosas cartas o su mítico bastón. También se muestran las misivas originales de la resistente Charlotte Jackson, un vestido realizado por una joven patriota en vistas de la jornada histórica o armas y uniformes de los soldados de la 2ª División Blindada, comandada por el propio Leclerc y la encargada de irrumpir en París y terminar con cuatro años de ocupación nazi. Asimismo, hay una mención especial a los integrantes de La Nueve, formada casi exclusivamente por exiliados españoles formada casi íntegramente por republicanos españoles exiliados y que fue la primera en entrar una ciudad que ahora recuerda a sus héroes.