"Frankenstein es una novela imprescindible no porque ofrezca respuestas, sino porque plantea preguntas. Y esas preguntas siguen siendo actuales, y lo seguirán siendo en un contexto en el que las amenazas surgen de la mano del hombre, como ocurre con el cambio climático. Es una novela que tiene mucho futuro".

Lo dice Isabel Burdiel, premio Nacional de Historia 2011 y una de las personas que más saben sobre el libro, del que ha hecho una imprescindible edición crítica para Cátedra. En gran parte, porque ha estudiado toda la genealogía intelectual de su autora, Mary Shelley, con una especial atención a su madre, la pensadora y pionera defensora de los derechos de la mujer Mary Wollstonecraft, y a su padre, el intelectual radical William Godwin, a quien define como "marxista antes de Marx". Sin semejante influencia, resulta imposible entender la radical importancia de la novela, de cuya primera publicación se cumplen 200 años, y así lo ha expuesto en la conferencia Monstruosa progenie, en la Fundación BBVA de Madrid.

Mary Shelley, la autora de Frankenstein.

"Mary Shelley consiguió abordar las grandes tensiones que estaba provocando la modernidad, los enormes cambios de todo tipo, sociales y políticos, que estaban produciéndose por el paso del absolutismo al liberalismo. De repente, el marco intelectual era menos rígido, y lo que persistía era una inquietud enorme hacia el cambio". Quizá ésa sea la razón de que cada nueva época se asome a ella con una mirada nueva, porque vivimos permanentemente en el cambio: "Frankenstein no es una novela que lance una mirada hacia atrás, sino que aborda las consecuencias de nuestros actos como seres humanos. En este sentido, es una obra muy flexible, abierta a muchas interpretaciones.

Y una de ellas, que ha estado siempre presente, pero que en los últimos tiempos ha ido ganando peso, es el de la lectura en clave feminista. Y ahí, como no podía ser de otro modo, aparece como clave la figura de Wollstonecraft: "Por supuesto, Mary Shelley conocía a la perfección los escritos de su madre, en los que denunciaba los efectos de una educación que sólo pretendía llevar a la mujer hacia una pretendida Virtud, con mayúscula, una vida destinada a una posición secundaria y centrada en la búsqueda de marido. Eso, inevitablemente, llevaba a la creación de seres monstruosos, y es lo mismo que le sucede a la criatura de la novela".

Frankenstein no es una novela que lance una mirada hacia atrás, sino que aborda las consecuencias de nuestros actos como seres humanos

No deja de ser llamativo que, de los integrantes de la mítica reunión del verano de 1816 en Villa Diodati, donde surgió el reto de que cada uno de los presentes intentara crear la mejor historia de fantasmas escrita nunca, fuese precisamente una chica de apenas dieciocho años la que consiguiera pergeñar el relato que se haría inmortal: "Lord Byron y Percy Shelley eran unos auténticos monstruos literarios, pero tenían tan asumido que ya pertenecían al canon que pronto dejó de interesarles el juego. Fueron los otros dos que no se sentían tan importantes, Mary Shelley y Polidori, el médico personal de Byron, los que finalmente se lo tomaron en serio". John William Polidori escribió El vampiro, el primer texto que introduciría a este personaje en la literatura universal, y que posteriormente inspiraría a Bram Stoker para su Drácula.

En este sentido, Burdiel, que ha trabajado directamente en Oxford sobre el manuscrito original de la novela, no tiene ninguna duda sobre la total autoría de Mary Shelley, y que los cambios sugeridos por su marido no fueron esenciales: "En las notas de Percy puede verse que sus sugerencias se referían sobre todo al estilo, porque le sugería a Mary utilizar un inglés más culto, como por ejemplo cambiar 'fast' por 'rapid'. Además, suya fue también la idea de que una parte transcurriera en Inglaterra, algo que en realidad no tenía demasiada importancia. En general, su participación hizo que el libro fuera algo más ampuloso".

Sin embargo, mantenían una verdadera comunión intelectual: "se intercambiaban continuamente lecturas, escritos, discutían y ponían todo en común. El ambiente entre ellos era de verdadera camaradería". Y eso, en una época en la que aún se pensaba que el papel de la mujer de un escritor se reducía a servirle de musa y apoyo.

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Precisamente, la amistad es un concepto clave en una novela en la que todos sus personajes, humanos o no, están obsesionados por huir de la soledad y encontrar un alma gemela: "la amistad está muy presente en las páginas de Frankenstein. Se mueve constantemente en la duda de cuál es el afecto perfecto, si la amistad o el amor por la pareja, que incluso podría ser considerado como una forma de amistad. Es otro tema de rabiosa actualidad que Mary Shelley aborda sin limitaciones. Y el monstruo, al compartir esa búsqueda con Victor Frankenstein, su creador, está demostrando lo absolutamente humano que es".

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