La presentadora Adela González: "La muerte de mi hija es una cicatriz que voy a tener siempre"
La periodista ha regresado al trabajo, de la mano de Telemadrid, ocho meses después de su gran pérdida. JALEOS ha hablado con ella.
10 febrero, 2021 01:19Noticias relacionadas
El pasado 29 de mayo, Adela González (48 años) realizaba en Instagram la publicación más complicada de su vida. Su hija, Andrea (8), acababa de fallecer. El cáncer, un sarcoma de Ewing (la misma enfermedad que días antes se había llevado al hijo de Ana Obregón (65), Álex Lequio, a los 27 años), se llevaba a la niña tras dos años de lucha. La periodista decidía rendirle homenaje con una foto de despedida, de espaldas. "¡Y el mundo se puso a sus pies! ¡Hasta siempre vida mía!", escribía un día después de haberse despedido de ella.
Un mes más tarde, con el dolor reposado (pero nunca apagado), publicaba una carta abierta. Unas palabras con las que mostrar su gratitud a todos los que acompañaron a la familia en ese camino con continuas visitas al hospital. Un relato en el que no se olvidaba de ninguno de los doctores que trataron a Andrea. Tampoco de los amigos que supieron darles soporte: a ella y a su marido, Mikel Mas (quien también firmaba esa misiva).
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Ahora, ocho meses después, la guipuzcoana ha encontrado el bálsamo de un nuevo proyecto. Incorporada a mediados de agosto a su trabajo en la televisión autonómica vasca como prestadora de Qué me estás contando, ha aceptado el reto de hacer las maletas y dar un giro a su vida. De buscar en ese cambio ilusiones renovadas. El pasado 1 de febrero, se encendían las luces de La Redacción, un magacín en directo con el que Telemadrid busca innovar en su franja vespertina. Una vuelta a la capital, aunque al canal regional. Porque, con una carrera fuertemente ligada a la ETB (de allí viene y allí comenzó, en 2001), González se puso ante la audiencia nacional en 2014, en Más vale tarde (LaSexta), con Iñaki López (47) como compañero.
JALEOS ha contactado con Adela para conocer qué ha supuesto esta nueva aventura delante de la cámara para ella, cómo le está ayudando en el día a día y, por supuesto, cómo se encuentra tras recibir el golpe más duro que la vida puede dar a una madre.
¿Cómo fue el primer contacto para ofrecerle este espacio?
Me llama Óscar Cornejo, de La fábrica de la tele, junto con Virginia García, la directora de La Redacción, y me hablan del proyecto. De una apuesta muy dinámica e interesante, en directo, que era la franja que le faltaba a Telemadrid para hacer 15 horas de directos. Es un contenedor en el que cabe absolutamente de todo, toda la actualidad. Además, tiene un añadido: es una redacción abierta en la que mis compañeros redactores vienen a la mesa central, o yo me acerco a sus puestos de trabajo, que es donde estamos cada día. Ahí recabamos y mostramos la información, los vídeos más virales, las imágenes más impactantes y, sobre todo, esa actualidad. Cuando me comentaron el proyecto, me pareció muy interesante y muy chulo, muy dinámico. Y cuando vi el plató, me encantó: la corona donde podemos lanzar los mensajes, toda la estética... Me parece una apuesta valiente y yo, eso, también se lo quiero agradecer a Telemadrid.
¿Cómo ha sido volver a Madrid? ¿Cuánto te ha costado dejar atrás la etapa en la ETB, a donde regreso hace casi cinco años?
A mí lo que me apetecen son los proyectos. Me parecía interesante. Me gusta, pero lo mastico bien, porque, al final, es trasladarte de una ciudad a otra con todo lo que ello implica. Pero me parece que me va a aportar mucho profesionalmente porque La fábrica de la tele hace un entretenimiento como nadie y lo mezclan con la información. ¿Qué hay que irse a Madrid? Allá que me voy.
¿Cómo ha sido la logística para empezar de nuevo aquí teniendo toda su vida ya hecha en Bilbao?
Yo siempre he sido una persona muy inquieta y si me han ofrecido proyectos que me han interesado me he movido. Hacer las maletas no me importa. Sí que es cierto que, en este caso, primero me he venido yo. Mi familia sigue en Bilbao, porque el niño está en el colegio y no le voy a sacar a mitad de curso.
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Su marido juega un papel básico en toda la logística, ¿no?
Vital. En el sentido estricto de la palabra. Sin él no sabría qué hacer. No sabría cómo organizarme y se lo agradezco en privado, obviamente, pero también en público.
¿Cuál es la clave para la conciliación en su caso?
Es complicado, pero las mujeres de este siglo, incluso del pasado, ya sabemos que es difícil, pero no imposible. Se hace. Ahora mismo, mi marido está con nuestro hijo. Vamos, que no está solo y abandonado. Siempre se cargan las tintas cuando una mujer tiene que abandonar, entre comillas, el hogar familiar, pero mi marido está allí. Está mañana he hecho una videollamada y hemos desayunado juntos. En la distancia, pero hemos compartido ese rato.
¿Cómo es Adela González cuando se apaga la cámara?
Tranquila, familiar, con su puntito de diversión. Y montañera, deportista... Obviamente, cuando hay cámara hay algo de impostura, pero también de naturalidad. Soy, también, muy curiosa, y eso me facilita mucho el trabajo. Si hay un tema de última hora, no tengo problema, porque es una conversación normal para mí. Como periodista pregunto dónde ha estado, quién es, si hay heridos... Cuando conozco a alguien, sin estar en plató, ya saben que soy periodista por la cantidad de preguntas que hago. Me atrae.
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Y muy transparente también, porque el pasado mes de mayo fue protagonista de muchos titulares por compartir esa imagen de su hija, que acababa de fallecer. ¿Por qué decidió hacerlo?
Primero, para agradecer a todas las personas que estuvieron allí todo el tiempo. Fueron dos años muy duros. Quería agradecer a todo el servicio médico, que se deja la piel con los pacientes, a la familia y a los amigos. Detrás de mi hija, que ha sido más conocida, vamos a decirlo así, hay tantas y tantas familias que pasan eso cada día y que se vieron reflejadas con esa carta... Necesitaba hacerlo. Sobre todo, por el reconocimiento a todos esos profesionales que se deja la vida por nuestros niños.
¿Cómo se encaja un golpe tan duro como ese?
Trabajando. Ahora mismo, el trabajo es mi terapia. El duelo va a estar siempre ahí, pero el trabajo, ahora mismo, me permite tener la cabeza muy ocupada. Obviamente mi familia, que está ahí, también me ayuda. Pero esa cicatriz la voy a tener siempre. En mi caso, como te digo, lo estoy superando gracias al trabajo, que es un aliciente para levantarme, para estar en el día a día y tener una ilusión en estos momentos.
Unos momentos, además, muy complicados para un sector muy grande de la población por la crisis que ha traído la pandemia. Que tener trabajo es casi un regalo, una bendición.
Y, además, nuestro trabajo. Que quienes nos dedicamos a los medios, sabemos que es apasionante. Tener trabajo es una bendición, pero tener este trabajo en concreto, es maravilloso.
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También permite poder salir un poco de casa en estos tiempos que corren... ¿Cómo vivió usted, junto a su familia, el encierro más estricto? ¿Cómo fue la cuarentena?
Como todo el mundo. Hay que estar encerrado, pues hay que estar encerrado. Es lo que las circunstancias nos ha marcado. Y como todo el mundo: haciendo pasteles, gimnasia en YouTube, saliendo a aplaudir a las ocho al balcón, haciendo videollamadas... Lo que todo el mundo, vamos.
Como profesional que trabaja con la actualidad cada día, ¿ve la luz al final del túnel de la pandemia?
Hay que verla. Como no la veamos, mal vamos... Por eso este proyecto me gusta tanto, porque podemos hablar perfectamente de la Covid, pero también necesitamos un poco de margen para oxigenarnos, con imágenes divertidas. Me parece que este proyecto encaja en las circunstancias, que son completamente compatibles.
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