El Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión (conocido por las siglas ATCI o más aún por su acrónimo en inglés TTIP -Transatlantic Trade and Investment Partnership-) es algo de lo que llevamos meses oyendo hablar no solo en el ámbito de la alimentación, pero que precisamente en esta, jugará un papel importante en el ámbito de las exportaciones de alimentos entre los estados a ambos lados del Atlántico.

¿Qué es el TTIP?

A día de hoy, el Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión, ATCI o TTIP, es un proyecto de tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos que está en fase de negociaciones y que aún no ha sido aprobado pero que está generando mucha controversia y el tema de la alimentación está siendo uno de los más debatidos.

La historia detrás del TTIP

La idea de este tratado de libre comercio no es algo que haya surgido recientemente, pues se considera que nace con la Declaración Transatlántica que firmaron en el año 1990 el entonces presidente de Estados Unidos, George Bush -padre- por el lado norteamericano y por el Primer Ministro italiano Giulio Andreotti -que en aquel semestre ocupaba la presidencia del Consejo europeo- y el presidente de la Unión Europea Jacques Delors, por el lado europeo.

Más tarde, en 2007, Angela Merkel -Primera Ministra alemana y presidenta del Consejo Europeo y Durao Barroso – Primer Ministro luso y presidente de la Comisión Europea- firman con George Bush – esta vez, el hijo- la creación del Consejo Económico Transatlántico para la armonización legislativa entre la Unión Europea y Estados Unidos.

En 2011, se crea un Grupo de Trabajo con el fin de estudiar a fondo las mejores maneras de reducir los obstáculos para el comercio entre ambos lados del Atlántico.

Finalmente en febrero de 2013, el presidente de Estados Unidos -Barak Obama-, el presidente del Consejo Europeo -el belga van Rompuy- y el presidente de la Comisión Europea -el portugués, Durao Barroso- anuncian el inicio en firme de las negociaciones entre ambos gobiernos para llegar a un acuerdo definitivo.

Y si hay acuerdo, ¿qué viene después?

Cuando finalicen las negociaciones, la Comisión Europea debe presentar el proyecto al Consejo de la Unión Europea que, para que pueda seguir adelante, deberá ser aprobado por lo que se conoce como mayoría cualificada (deben estar a favor como mínimo el 55% de los estados miembros y, a su vez, estos deben representar como mínimo al 65% de la población).

Si se aprueba en el Consejo, entonces se elevará al Parlamento Europeo donde también tendrá que ser aprobado y, posteriormente tendrá que ser ratificado por los Parlamentos nacionales de cada uno de los estados miembros y no se prevé que ninguno de ellos vaya a celebrar ningún referéndum para contar con la opinión de los ciudadanos.

Pero con todo esto, lo que sí sabemos es que el TTIP no es algo que vaya a ser ya, sino que todavía queda mucho camino por andar.

Los argumentos de quienes defienden el TTIP

Quienes defienden el TTIP se basan en que beneficiaría a las naciones que formen parte del acuerdo porque las ayudaría a crecer económicamente y se crearían más puestos de trabajo.

Se eliminarían las obligaciones aduaneras entre los países de la UE y EEUU.

Las corporaciones privadas obtendrían derecho de litigio contra las leyes de aquellos estados que consideren que representan obstáculos al libre comercio.

Los argumentos de quienes critican el TTIP

Todo lo anterior suena muy bonito, pero hay quien alerta de los peligros que puede haber tras el TTIP. Para empezar, está siendo muy criticado el secretismo y la falta de transparencia con que se están llevando a cabo las negociaciones por parte de la Unión Europea.

También se critica que supondría un aumento de poder para las grandes multinacionales que podría llegar a desestabilizar los mercados, a reducir los niveles de protección social y medioambiental, disminuir los salarios, promover la privatización de servicios fundamentales como la sanidad, etc.

Y esto del TTIP, ¿tiene algo que ver con la alimentación?

Pues tiene que ver y mucho, ya que a día de hoy, en lo que a temas de alimentación se refiere, las políticas de ambos lados del Atlántico son muy diferentes en cuestiones como el etiquetado, el uso de antibióticos y hormonas en la alimentación del ganado que se cría para consumo de carne, el uso de pesticidas en cultivos agrarios, irradiación de alimentos -lo sé, os prometí un post sobre esto y no me he olvidado- y alimentos y cultivos transgénicos -genéticamente modificados-.

No es novedad a estas alturas que, así como en Europa la legislación se basa en lo que se denomina “principio de precaución” y es mucho más restrictiva en lo que hace referencia al uso de sustancias que podrían ser un riesgo para la salud, en Estados Unidos, las leyes que regulan las cuestiones expuestas en el párrafo anterior son mucho más permisivas.

Para hacernos una idea rápida, en Europa no están permitidas ni la cuarta parte de las cosas que en Estados Unidos. Si os interesa profundizar sobre el tema, la organización ecologista vsf-Justicia Alimentaria Global ha elaborado el informe “TTIPex, borrando derechos” en el que se habla con detalle de todas estas cosas.

Aunque de todo ello, lo que realmente está suscitando polémica desde que se anunció el comienzo de las negociaciones sobre el TTIP son los cultivos y alimentos transgénicos. En la actualidad, Europa solo permite un cultivo transgénico que es el maíz MON810, propiedad de Monsanto, que se cultiva únicamente en España, pero existen otros 60 alimentos transgénicos autorizados que se importan y se utilizan para la elaboración de piensos para el ganado y es por ahí por donde se introducen estos alimentos en la cadena alimentaria.

En Estados Unidos, se cultivan más de 150 transgénicos que pueden ser comercializados sin necesidad de una evaluación previa y para los que tampoco es obligatorio indicar su origen transgénico en el etiquetado. Si entrase en vigor el TTIP tal como está planteado, estos productos acabarían campando a sus anchas por nuestros mercados y son muchas las personas a las que no les gusta la idea.

Fuentes | 20 minutos, vsf, Comisión Europea, El Diario