Patricia Gómez.

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Salud Psicología

Patricia Gómez, psicóloga: "Regalar un móvil a un niño antes de los 12 años es un grave error"

"Hay que crear espacios sin móviles pero no demonizarlos" / "No pueden estar el día 5 de enero sin móvil y el 6 las 24 horas con él" / "Los padres tienen que estar dispuestos al conflicto"

5 enero, 2024 02:08

Lo primero que aparecerá en la carta a los Reyes Magos de muchos preadolescentes y adolescentes es el temido smartphone. Y muchos padres le habrán dado vueltas durante semanas -o meses- sobre la conveniencia o no de que su hijo o su hija tengan uno entre las manos.

Patricia Gómez conoce bien esas preocupaciones. Forma parte de la Unidad de Psicología del Consumidor y Usuario de la Universidade de Santiago de Compostela e imparte charlas a padres y profesores sobre el uso de las tecnologías por los menores de edad.

La psicóloga explica que el móvil no es malo per se, incluso puede ser positivo para el desarrollo del adolescente. Pero los padres deben formar parte activa de la entrada de su hijo a un entorno nuevo que amplía enormemente las fronteras de su mundo. Y en ese entrada, el conflicto es inevitable: los chavales siempre van a querer más autonomía e independencia.

Estos Reyes, muchos adolescentes y preadolescentes recibirán como regalo un smartphone. ¿Es bueno, es malo o todo lo contrario?

Como buena gallega, me inclinaría por 'depende'. No hay una respuesta contundente de sí o no, sino que habría que valorar diferentes cosas. Lo primero, la edad del adolescente y preadolescente.

En la etapa de primaria no sería un buen regalo y lo desaconsejaría totalmente, pero en la ESO, con 12, 13 o 14 años, puede ser un buen momento para iniciarse.

Habría que ver si el chico lo está demandando, si es algo que lo pide o lo necesita, porque a veces nos adelantamos a sus demandas. Por otro lado, hay que valorar si el chico o la chica es suficientemente maduro.

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Sobre todo, lo que hay que tener en cuenta es que no sea algo que pase de 0 a 100: que el día 5 de enero no tengan móvil y el 6 lo tienen las 24 horas del día, sin ningún tipo de supervisión por parte de los padres, con acceso a todas las aplicaciones que quieran, etc. Ese cambio sería muy brusco y totalmente desaconsejado. 

Animaría a acompañarlos y guiarlos en esta transición: por ejemplo, comenzar empleándolo en los fines de semana, acordando, imagínate, una hora por la mañana y otra por la tarde. Después de unos meses o al siguiente curso, dar lugar a que el tiempo sea un poquito mayor, que una de las tardes tengan acceso a ello, etc.

Después, preocuparnos no solo por el tiempo de uso sino qué están haciendo ahí, educarlos en el uso de las redes sociales cuando empiecen a tener algún perfil (en videojuegos también), el tipo de aplicaciones que utilicen... Hay que entenderlo como un campo más en que tenemos que educar, acompañar y guiar a nuestros hijos y no dejarlos solos.

¿Son razonables los padres que se niegan a regalar un smartphone a sus hijos?

Hay que tener en cuenta estas cuestiones de las que hablábamos, la edad del niño, su madurez, si lo necesita o no, si creemos que estamos preparados para apoyarles y darles este seguimiento, si vamos a  tener unas normas y límites que podamos ver si se cumplen... y si estamos dispuestos a que vaya a haber cierto nivel de conflicto, porque la adolescencia es esto, conflicto con los adultos por intentar conseguir mayor autonomía e independencia. Dependiendo de la combinación de estos factores tendríamos la respuesta de si es recomendable o no.

Lo decía por los padres que montaron un grupo de Whatsapp para acordar no regalar smartphones a sus hijos. ¿Es un miedo irracional?

Esa es una iniciativa que algunos países nórdicos ya la habían puesto en marcha. Puede ser una medida útil, en el sentido de que nos va a dar fuerza de 'tribu' como padres y madres para establecer que, si hasta los 16 años no van a tener móvil y toda la clase sigue la misma consigna, va a ser algo mucho más fácil de mantener.

Ahí no hay lo de "mi amigo o mi amiga lo tienen y no me puedo relacionar con ellos". Estaríamos todos en la misma situación.

Los padres no están planteando un no rotundo a que sus hijos tengan un móvil, sino un "no por ahora", porque consideran que no es el momento. Más adelante, cuando vean que lo es, sí que lo tendrá, y hacerlo de manera conjunta puede ser una buena estrategia.

¿Pero no es demonizar un objeto que los adultos estamos usando constantemente?

Desde luego. No estoy de acuerdo con la demonización pero tampoco con la idealización. Tenemos que ser conscientes de lo que los móviles y las redes sociales nos aportan: comunicación instantánea, un lugar donde puedo forjar mi propia identidad, relacionarme con los otros, sentirme querido, volcar muchas de mis emociones… Pero tenemos que ser conscientes de que esto es un negocio, de que hay mucha gente detrás interesada en que los empleemos cada vez más.

Como adultos, tenemos responsabilidad en muchos campos. Por una parte, por supuesto, ser lo más coherentes posible. Si le pido a mi hijo o hija que no esté con el móvil mientras estamos comiendo y yo estoy con él, no estoy siendo congruente. De hecho, me lo hará notar.

El ejemplo es un arma muy poderosa que tienen padres y madres y les animo a que lo pongan en funcionamiento: somos ejemplo las 24h, incluso cuando no queremos.

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No hay que demonizar, tenemos que saber que aporta personas buenas y nadie lo pone en duda, pero hay que preservar espacios y tiempos en los que la tecnología no esté presente.

Tratar de que nuestros adolescentes vivan experiencias enriquecedoras en muchos ámbitos de su vida y desarrollen su personalidad de forma completa, pasa por utilizar este tipo de aparatos pero también incentivar otro tipo de experiencias como el deporte, el contacto con la naturaleza, actividades culturales y artísticas... Nutrir la vida de nuestros adolescentes de cosas que les puedan estimular más allá de la tecnología.

¿Cómo sería el smartphone ideal para regalar a un adolescente? ¿Qué características debe tener?

Aquel que los padres puedan alcanzar a regalarle, no habría límite en eso. Los animaría a, en vez de poner una tarifa plana con todos los gigas que quiera, racionalizarlo con una tarjeta prepago, con unos gigas concretos, de manera que nos ayude a ese control.

Sobre todo, que preservemos espacios donde no esté presente: durante las comidas, apagarlo por las noches, no dormir con él en la habitación… Que, en los espacios que compartimos, tengamos tiempo para mirarnos a los ojos y no a la pantalla.

Si un padre niega a un hijo el uso del móvil, ¿puede hacer que se sienta apartado de sus compañeros?

Esto dependerá mucho de cómo sea su experiencia vital en otras áreas. Por mi parte, a veces damos charlas a madres y padres en escuelas y vemos que la experiencia de unos y otros puede ser distinta. Puede haber algunos niños que sientan cierta exclusión, sobre todo si hablamos de adolescentes mayores, de 17 o 18 años, que se pueden sentir bastante fuera. 

En edades más jóvenes, dependerá de las relaciones sociales que haya construido el adolescente en la escuela, de las actividades a las que vaya, la comunidad en la que participe... Si esas relaciones son satisfactorias y realiza actividades gratificantes, puede no notarlo.

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A medida que va creciendo, la demanda irá aumentando, porque será otro espacio más en el que podrá relacionarse, pero no podremos decir rotundamente sí o no. Dependerá del niño o la niña y sus circunstancias.

¿Cuáles son los riesgos del smartphone? 

La adicción es uno de los que siempre saltan. Dentro los manuales diagnósticos de la psiquiatría no existe adicción al móvil pero somos conscientes de que puede haber un uso problemático, de muchas horas al día, y que dejemos del lado otras áreas de nuestra vida descuidadas y que nos lleva a tener conflicto con otras personas de nuestro entorno.

Otros de los riesgos que podemos tener en mente pueden ser cuestiones relacionadas con la relación con los otros a través de la redes sociales. Por ejemplo, la sextorsión, cuando compartimos imágenes o vídeos propios de carácter sexual y nos acaban haciendo chantaje, o vernos involucrados en casos de ciberacoso, o cuando las redes o el Whatsapp son usados como herramienta de control dentro de la pareja…

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Todo esto deberíamos verlo desde una perspectiva más amplia: la clave está en educar, en mayúsculas. Esa parte de educación emocional, que sepan reconocer sus sentimientos, sus emociones, a qué los mueve eso y cómo lo reflejo… Cómo todo eso fluye en nosotros y cómo poder regularlo.

La educación en igualdad es muy importante y afecta a cómo nos relacionamos en las redes; también la sexual y los valores y habilidades de vida. La empatía con el otro, ponemos en su lugar antes de hacer un comentario hostil hacia esa persona, trabajar la asertividad...

Cuando pensamos en tratar de prevenir todos estos riesgos a través de la red, en realidad, también son riesgos que suceden en la vida off-line de las personas.