Edward Clarke, autor de 'Sex in Education', un tratado sobre la inferiodad de la mujer.

Edward Clarke, autor de 'Sex in Education', un tratado sobre la inferiodad de la mujer.

Salud Los científicos que no amaban a las mujeres

'Sex in Education', el infame libro de Edward Clarke sobre la degeneración de la mujer

Profesor de Harvard y lector de Darwin, defendía que las féminas no podían trabajar o estudiar porque atrofiarían sus órganos reproductores.

30 julio, 2023 03:03

Cuando Netflix estrena en 2019 Sex Education no sabía que tenía entre manos un gran bombazo. La ficción sobre los consejos sexuales de dos adolescentes ha sido colmada de buenas críticas por su contribución a visibilizar los tópicos que uno se encuentra en sus primeras relaciones. Lo que probablemente el público desconoce es que en el pasado hubo un libro titulado Sex in Education que también triunfó. No obstante, lejos del argumento idílico de la serie, defendía la necesidad de apartar a las mujeres de la educación y el trabajo para preservar intactos sus órganos reproductores.

El artífice de la obra es Edward Clarke (1820-1877, Massachusetts, Estados Unidos), un reputado médico famoso entre las clases altas y profesor de la Escuela de Medicina de Harvard durante 17 años. Su nombre era de lo más sonado entre los círculos científicos de la época, por eso nadie sospechó de él cuando fue invitado a dar una charla en el New England Women's Club (Club de mujeres de Nueva Inglaterra, en Español), una asociación progresista afincada en Boston. Su discurso, para disgusto de las presentes, tuvo como principal línea argumental el perjuicio de los estudios y el trabajo en la salud reproductiva de la mujer.

"La leucorrea, la amenorrea, la dismenorrea, la ovaritis crónica y aguda, el prolapso uterino, la histeria, la neuralgia y otras enfermedades similares se ven afectadas indirectamente por la alimentación, la ropa y el ejercicio. El sistema de escolarización para chicos, si se impusiera a las chicas, las fomentaría aún más", reza un pequeño fragmento de lo que expresó en aquel momento recogido por un artículo de New England Historical Society.

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Con este discurso, pronunciado para más inri en el seno de una de las primeras asociaciones de mujeres de la historia, Clarke acababa de sentar las bases de un pensamiento que haría mucho daño a las generaciones venideras: la idea de que el cuerpo de la mujer era una reserva limitada de energía que funcionaba a través de un eje útero-cerebro. Cuánto más recibía un lado, menos el otro.

La degeneración sexual

Como detalla la antropóloga social Emily Martin en su obra The Woman in the Body: A Cultural Analysis of Reproduction (La mujer en el cuerpo: Un análisis cultural de la reproducción, en español), el hecho de que muchas mujeres de clase baja se hubieran incorporado a las fábricas para 'hacer trabajos de hombres' era algo que no gustaba demasiado. Además, contrariaba la idea de la invalidez femenina que tanto se había promulgado años atrás. Lo ideal era alejarlas de este mundo y la forma en la que Clarke lo hizo fue aduciendo un supuesto peaje que la sociedad no iba a dejar que pagaran: la degeneración de su mayor activo, su cuerpo.

Si fuera por los oídos de aquellas que escucharon la charla, las palabras del médico habrían quedado ahí. Para su desgracia, unos años más tarde se publicaba Sex in Education (1873), en el que plasmaba todo lo expuesto anteriormente, argumentado además con el caso de siete mujeres 'histéricas' a causa de su educación y el trabajo. El libro fue tan popular que su primera edición se agotó en una semana y fue editado más de una decena de veces más.

Las palabras del médico serían un jarro de agua fría sobre todo para las adolescentes que quisieran estudiar, pues la obra las señala como las mayores víctimas del nuevo mundo y los estamentos modernos. Si es en la pubertad cuando las mujeres se desarrollan, siguiendo el esquema útero-cerebro, también es cuando más energía necesitan, y no se podía permitir que la desperdiciasen en la escuela.

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Muchos acataron lo expuesto como el padrenuestro, pero hubo quienes se levantaron contra lo que tacharon de "disparate". Una de ellas fue Mary Putnam Jacobi, la primera mujer en estudiar Medicina en la Universidad de París. En 1876 publicó The Question of rest women during menstruation (Sobre la cuestión del descanso femenino durante la menstruación, en español), en el que descartaba que la regla y la inteligencia estuviesen reñidas. El ensayo la convirtió en la primera mujer en ganar el Premio Boylston de la Universidad de Harvard, algo muy curioso dado que refutaba la tesis de uno de los más reputados profesores de la facultad.

De Darwin a Mitchell

Más allá de este revuelo, la historia de Sex in Education es muy interesante por las influencias que recibió y por las que ejerció. Respecto a lo primero, justifica la inferioridad mental de la mujer basándose en lo promulgado por un gran científico de la época, Charles Darwin, que dos años antes acaba de publicar una de sus obras más afamadas: The Descent of Man and Selection in Relation to Sex (La pendiente del hombre y selección en lo referente al sexo, en español). Si el nombrado padre de la evolución decía que el sexo femenino era inferior al masculino, por algo sería. 

Mientras, sembró la semilla que recogería Weir Mitchell, otro gran médico de la época —a día de hoy se le reconoce como el padre de la neurología moderna—. La idea de que la actividad física o mental hacía que la mujer se atrofiara sería la base de Fat and Blood, publicada cuatro años más tarde y que conduciría a la locura a las señoras que pretendía sanar. Además de ser uno, Clarke es la conexión entre dos de los mayores científicos que no amaban a las mujeres.