Una de las costumbres más típicas de España es la siesta. Aunque haya países en los que ni siquiera tienen una palabra para referirse a esta ancestral práctica, en el nuestro es un 'ritual' imperdonable para muchos privilegiados. Ahora bien, existen varias formas de echarse una siesta. Desde dar una cabezadita de media hora en el sofá hasta superar los 60 minutos de descanso (con pijama incluido). Un reciente estudio ha demostrado que estos últimos tienen un mayor riesgo de obesidad.

Así es, los investigadores del Hospital Brigham and Women's en Boston (Estados Unidos) han evaluado a más de 3.000 personas para comprobar la relación que existe entre la siesta y la salud metabólica. Y como no podía ser de otra forma, siendo claros representantes de esta tradición, el grupo poblacional que han analizado procedía de España; en concreto, de la Región de Murcia.

"No todas las siestas son iguales. La duración, la posición en la que se duerme y otros factores específicos pueden afectar a los resultados de una siesta para la salud", afirma la autora principal, Marta Garaulet, doctora de la División de Sueño y Trastornos Circadianos del Hospital Brigham and Women's. Por este motivo, establecieron que "una siesta larga" sería aquella con una duración mayor a los 30 minutos.

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Aunque no se trate del primer trabajo en el que se estudia la relación entre la siesta y la salud metabólica, los investigadores eran conscientes de que en nuestro país es una práctica más común que en otros lugares. "Un estudio anterior que realizamos en una amplia población de estudio del Reino Unido había descubierto que las siestas se asociaban a un mayor riesgo de obesidad. Pero queríamos determinar si esto era cierto en un país donde las siestas están más arraigadas culturalmente, como es el caso de España", explica Garaulet.

El peligro de la siesta larga

Los resultados del estudio, que se ha publicado en la revista Obesity, revelan que el 35% de los 3.275 adultos de 18 a 65 años solían dormir la siesta unas cuatro veces por semana. Pero sólo el 16% de la población encuestada confesó que disfrutaba de una siesta larga.

La primera diferencia en cuanto a la duración de la siesta se encuentra justo después de despertarse. Así, el 19% de los que practicaron la siesta larga reconocieron que se sentían mal (con somnolencia y malhumarados), en comparación con el 8% que se sentía mal después de una siesta corta.

Los investigadores descubrieron que quienes dormían siestas de 30 minutos o más tenían más probabilidades de presentar un índice de masa corporal (IMC) más elevado, una presión arterial más alta y otras afecciones asociadas a enfermedades cardíacas y a la diabetes.

Sin embargo, en el caso de los que dormían siestas cortas no se ha detectado un mayor riesgo de obesidad y alteraciones metabólicas. Además, eran menos propensos a tener una presión arterial sistólica elevada que los que no dormían siesta.

La investigación también muestra que las siestas largas se asocian con un horario de sueño nocturno y de comidas más tardío. No sólo eso, sino que además la vincula con una mayor ingesta de calorías en la comida, el consumo de tabaco, y el lugar en el que se echan la siesta: el 22% de los participantes lo hacía en la cama. Esta relación podría explicar los mayores riesgos asociados a las siestas de mayor duración.

Aunque se trata de un estudio observacional, por lo que es posible que algunos factores sean consecuencia de la obesidad y no de las siestas per se. Además, los autores exigen que en el futuro se realicen más investigaciones para comprobar si una siesta corta es más beneficiosa que una larga, sobre todo en individuos con hábitos como retrasar las comidas y los horarios de sueño, o en quienes fuman.

"Este estudio muestra la importancia de considerar la duración de la siesta y plantea la cuestión de si las siestas cortas pueden ofrecer beneficios únicos", dijo el coautor Frank Scheer, neurocientífico sénior y profesor del Programa de Cronobiología Médica en la División de Trastornos Circadianos y del Sueño de Brigham.

Beneficiosa para la memoria

Pese a que, según el citado estudio, la siesta pueda coger mala fama por su vínculo con un mayor riesgo de IMC elevado, también hay investigaciones que avalan esta práctica al ser beneficiosa para la memoria. Como recuerda el neurocientífico Richard Restak en sus seis consejos para no perder la memoria con 81 años, la siesta ayuda a absorber información, solidificarla y codificar la memoria para luego poder acceder a ella.

"Cuando tomamos dos grupos de estudiantes y les permitimos a uno de ellos hacer una siesta después de haber aprendido, notamos que el que durmió aprendió mucho mejor", justifica Restak, aconsejando que no se duerma menos de 20 minutos ni más de 40 porque, recuerda, "si te pasas de la hora interferirás con el sueño nocturno, así que ponte la alarma o pídele a alguien que te despierte".