El entusiasmo es un derecho universal, y mucho más con un pasado de más de cien mil muertos. Ahora bien, sabemos que el entusiasmo es peligroso si no atiende a medida, y no acabamos de tener claro cómo cifrar esa medida en cuestión. Tras más de un mes de continua bajada en todos los parámetros, empezamos a observar en España una tendencia al estancamiento, al menos en la incidencia a corto plazo.

Es cierto que hablamos de una incidencia baja en comparación con otros momentos (56,47 casos por 100.000 habitantes, la menor desde el 13 de agosto) unida a un ritmo alto de vacunación (2.306.909 dosis administradas en la última semana), pero hay motivos para, al menos, una cierta cautela.

Algunos de esos motivos son internos, aunque probablemente puntuales: la semana del 12 al 18 de mayo se administraron 2.350.154 dosis. Es decir, ha habido un pequeño parón en el incremento que, por otro lado, es muy probable que se solucione conforme vayamos recibiendo las millones de dosis de Pfizer que tienen que llegar esta semana y solucionemos de una vez el tinglado de las segundas dosis de los vacunados originalmente con AstraZeneca.

Otros motivos son exteriores. Basta con mirar a determinadas zonas del mundo para ver que esto no se ha acabado. Que estamos bien protegidos y tenemos mucha suerte por ello, pero que el virus aún acecha esperando el más mínimo despiste. Fijémonos entonces en algunos países de Sudamérica.

Por ejemplo, en Uruguay y en Chile y, en menor medida, en Argentina. Allí están ahora a finales de otoño, a un paso del invierno, es decir, en el momento en el que empezó a fraguarse la temible tercera ola en España, en la que murieron más de 20.000 personas. Las incidencias son salvajes: tanto en Uruguay como en Argentina hablamos de récords absolutos en lo que va de pandemia y con mucha diferencia.

Sin ir más lejos, este martes, Argentina comunicó 24.601 nuevos casos. Colombia, otro país en crisis, notificó 21.181. Entre Chile y Uruguay se añadieron más de 8.000 nuevos casos… con una población conjunta que apenas supera los 20 millones. Por comparar, ese mismo día, en España, con sus casi 48 millones de habitantes, se registraron 5.359 nuevos positivos.

Nuevos casos por millón de habitantes. Our World in Data / EL ESPAÑOL

Cabría pensar que en esos países no se está vacunando lo suficiente, pero, como se puede ver en el gráfico inferior, no es eso lo que indican las cifras oficiales. Es cierto que Argentina sí está vacunando con mayor lentitud (apenas el 19,49% de la población ha recibido la primera dosis), pero Uruguay y Chile van a toda velocidad.

En el primero, con la ventaja de tener muy pocos habitantes, el 46,58% ha recibido al menos una dosis mientras que el 28,29% ha recibido las dos. En Chile, que fue de los países que sorprendieron desde el inicio por la cantidad de vacunas administradas, encontramos un 51,21% de ciudadanos con una dosis y un 40,58% con la pauta completa.

¿Cómo es posible que países con tan alto porcentaje de vacunación estén teniendo rebrotes tan serios, alcanzando en el caso de Argentina y Uruguay máximos también en cuanto a fallecidos diarios? A la fuerza, algo tiene que estar fallando.

Volvamos a la comparación con España: según los últimos datos oficiales del Ministerio, de las 25,2 millones de dosis administradas, el 70,09% son de Pfizer, el 19,63% de Astra Zeneca, el 8,9% pertenecen a Moderna y el 2,27% a Janssen, la única que funciona con una sola dosis.

¿Está esto siendo así en Sudamérica? Ni mucho menos. En Argentina, donde sí se utiliza Astra Zeneca, confían sobre todo en la vacuna rusa Sputnik, la india Covishield y la china Sinopharm. En Chile sí han comprado algunos cientos de miles de dosis de Pfizer y Astra Zeneca, pero han preferido apostar por la vía china, en concreto, por el laboratorio Sinovac y su vacuna Coronavac, de la que han recibido dos millones de dosis esta misma semana.

Por último, en Uruguay, la situación es similar: hay dosis de Pfizer y Astra Zeneca, pero la vacunación se está basando también en Coronavac. Recordemos que ni las vacunas chinas, ni la rusa, ni la india están siquiera aprobadas por la Agencia Europea del Medicamento. Aunque es cierto que puede haber otros factores que estén influyendo en el repunte sudamericano.

De entrada, la propia estacionalidad. Sabemos que el coronavirus no se comporta como la gripe, que prácticamente desaparece durante seis-ocho meses al año. De hecho, en nuestro propio país, hemos visto repuntes muy serios incluso en agosto y septiembre. Ahora bien, es un virus que se propaga mucho mejor con el frío, de ahí que las tres grandes olas se hayan gestado en febrero de 2020, octubre de 2020 y enero de 2021.

También puede estar influyendo la expansión a estos países de la variante de Manaos que tanto caos provocó en Brasil, pero si hubiera que quedarse con la hipótesis más razonable, diríamos que la cantidad de vacunas no está garantizando una protección fiable y de poco sirve el número bruto si lo que se inyecta no tiene la suficiente calidad.

De confirmarse este problema entre los demás países que utilizan masivamente este tipo de vacunas (cosa que está por ver, ya que Rusia de momento tiene una incidencia más baja aún que la española), estaríamos ante un serio problema a la hora de abrir fronteras, más aún en un país como el nuestro con tan estrecho vínculo con el continente americano.

¿Tendríamos que atenernos al número de personas vacunadas o a la efectividad de esas vacunas? Si recibimos sostenidamente durante el verano a viajeros cuya inmunidad no es total y con suficiente carga vírica como para contagiar a terceros, ¿qué se puede preparar en España de cara a nuestro propio otoño-invierno?

Aparte, no sabemos aún cuánto tiempo dura la protección generada por las vacunas. Los mayores de 80 años llevan ya tres, cuatro o incluso cinco meses vacunados. ¿Habrá que poner un recordatorio en septiembre, en octubre, en diciembre…? Los últimos estudios parecen indicar que, aun sin desarrollar sintomatología, un vacunado podría contagiar aunque fuera en un número mínimo de casos.

También es cierto que los estudios anteriores indicaban lo contrario. Aún estamos entre penumbras en algunos aspectos. Lo que está claro es que, por excelente que sea la situación actual, con el menor número de ingresados desde el 21 de agosto y una media semanal de fallecidos que no llega a los 40 por día, no podemos incurrir en el pensamiento mágico de dar por hecho que todo esto está ya acabado.

Principales países por mortalidad en el mundo.

Lo estará si seguimos atentos y vigilamos cualquier alteración en las tendencias. De momento, lo que tenemos, y no es poco, es una tregua. A lo largo de la semana pasada, según el ministerio, se notificaron 299 muertes en España. En Chile fueron 609. En Perú, 2.079. En Argentina, 3.285, y en Colombia, 3.375, una cifra solo superada por Estados Unidos, India y Brasil.

De continuar así, podemos tener varios días en verano con cero muertes. Sudamérica, desgraciadamente, estará en el polo opuesto. Veremos qué pasa cuando llegue su verano y nuestro invierno, ahí reside la gran incógnita. Al menos, estaremos sobre aviso.

Noticias relacionadas

Contenido exclusivo para suscriptores
Descubre nuestra mejor oferta
Suscríbete a la explicación Cancela cuando quieras

O gestiona tu suscripción con Google

¿Qué incluye tu suscripción?

  • +Acceso limitado a todo el contenido
  • +Navega sin publicidad intrusiva
  • +La Primera del Domingo
  • +Newsletters informativas
  • +Revistas Spain media
  • +Zona Ñ
  • +La Edición
  • +Eventos
Más información