Basta de decir "este régimen funciona" o "seguir esta dieta es inútil". Categorizar los consejos alimenticios -al menos los destinados a perder peso- en buenos, malos o regulares podría dejar de tener sentido, según una investigación presentada en The Allied Genetics Conference, celebrada recientemente en EEUU.

Los autores del estudio, liderados por William Barrington, de la North Carolina State University, analizaron el efecto de distintas dietas en cuatro tipos de ratones, cepas de estos animales modificados genéticamente para modelar la diversidad genética que se puede encontrar también en la población.

Durante seis meses, los animalillos se alimentaron de distinta forma: la dieta occidental tradicional, la japonesa, la alabada dieta mediterránea o la dieta ketogénica tipo Atkins, que aboga por la casi eliminación de los hidratos de carbono y la alimentación rica en grasas. Algunos de los ratones, que conformaron el grupo de control, recibieron su habitual pienso. Los protagonistas del estudio podían comer todo lo que quisieran, dentro de ese patrón, pero las cantidades quedaban escrupulosamente registradas.

Los investigadores se ocuparon de que la dieta que seguían los ratones se asemejara lo más posible a la de los humanos que siguen ese tipo de alimentación. Así, cuando se adherían a la dieta japonesa, se utilizaba el arroz como principal fuente de carbohidratos y se les administraba extracto de té verde, una sustancia típica en esta dieta. Cuando lo que se imitaba era la dieta mediterránea, el principal carbohidrato era la harina, y los ratones tomaban extracto de vino tinto para imitar una bebida muy presente en esta alimentación. 

Las patatas fritas se incluían en la dieta típica occidental. William Barrington North Carolina State University

Los investigadores monitorizaron muchos parámetros de respuesta a los distintos tipos de dieta y encontraron que los efectos de las mismas variaban según la genética de los ratones.

No obstante, tampoco fueron testigos de milagros. La dieta típica occidental y la ketogénica, ambas muy ricas en grasa, tuvieron efectos negativos para la salud, incrementando la obesidad, la presencia de hígado graso y aumento del colesterol. Sin embargo, la gravedad de estas consecuencias variaba según el tipo de ratones. De hecho, uno de los grupos se mostró especialmente resistente a las consecuencias adversas de este tipo de alimentación.

Pruebas para el futuro

Los autores consideran que, aunque en ratones, los resultados de la investigación son extrapolables a humanos. "Esto sugiere que los individuos podrían seguir una dieta específica para conseguir una salud óptima basada en su huella genética única", escriben los autores en el estudio.

Barrington explica a EL ESPAÑOL que llegará un momento en el que, antes de recomendar a alguien una dieta específica, se le hará una prueba genética. Sin embargo, advierte de que la investigación actual en este sentido es "bastante limitada" y que el uso de sus datos es "cuestionable". Por esta razón, llama a desconfiar de las empresas que ya ofrecen este tipo de servicios.

El investigador advierte contra otro popular test: el que promete decirte a través de un análisis de sangre qué debes o no comer

"Mientras continuamos aprendiendo más y más sobre los factores genéticos detrás de la respuesta a una dieta, nuestra capacidad de predecir el régimen más adecuado para cada persona va a crecer enormemente", señala a este diario. 

El investigador también advierte contra otro popular test: el que promete a través de un análisis de sangre decirte qué debes o no comer. "Los factores genéticos que determinan el grupo sanguíneo son diferentes a los que determinan la respuesta a la dieta. No hay datos científicos que apoyen el escoger una dieta según el grupo sanguíneo", concluye. 

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