Mel i mató.

Mel i mató. Quim Gil Flickr.

Nutrición

El 'superqueso' de España más desconocido: menos grasa que el fresco y más proteína que la leche

La receta que conocemos se remonta a la época medieval en Baleares y Cataluña, destacando su versatilidad para usarse en cocina.

19 septiembre, 2023 02:17

El queso mató es un producto lácteo de origen catalán y balear con una larga historia en la región. Para encontrar su origen, tenemos que sumergirnos en el periodo medieval. Las primeras referencias conocidas se encuentran en el Llibre de Sent Soví, uno de los primeros libros de cocina escrito en el siglo XIV. Este tomo ofrece una visión fascinante de la gastronomía y las costumbres culinarias de esta época en Cataluña. Y ya se mostraba la versatilidad de este queso, que podía incluirse tanto en recetas saladas como en postres.

El mató se elabora, por lo general, a partir de leche de cabra u oveja, aunque también se puede encontrar variantes hechas con leche de vaca. Se caracteriza por su textura suave y húmeda, que lo asemeja al queso ricotta italiano o al requesón, y su sabor delicado con un toque ligeramente ácido. Una de las formas tradicionales de disfrutarlo es con miel o azúcar espolvoreado por encima, creando el conocido mel i mató. Además, se utiliza en la preparación de postres como el mató de Pedralbes, en el que se combina con miel y nueces.

La producción de este queso ha evolucionado con el tiempo. Hoy se combinan métodos artesanales con procesos industriales. Inicialmente, era elaborado de manera artesanal por con leche sobrante de los ordeños. Hoy, la producción de este queso se realiza de manera tanto artesanal como industrial en toda España, con un enfoque particular en Barcelona. Algunos productores optan por utilizar ácido del jugo de limón para cuajar la leche, aunque el uso de cuajo vegetal o animal podría producir un queso fresco más firme, menos frágil y sin grumos como el queso de Burgos.

Un litro de leche para 150 g

Para obtener 150 g de queso mató se necesita aproximadamente un litro de leche fresca. Esto significa que su rendimiento de producción es de alrededor de un 10 al 15%, dado que la mayor parte del producto resultante es suero. El resultado en términos nutricionales es que 100 g de este queso aportan 145 calorías, 9 g de proteína, 4 g de carbohidratos y 10 g de grasa.

Por su aspecto, puede confundirse con el requesón.

Por su aspecto, puede confundirse con el requesón. Pixabay.

Una de sus cualidades más destacadas se relaciona con las proteínas. Este queso fresco contiene cuatro veces más que la leche, las cuales poseen un valor biológico superior en comparación con otros alimentos lácteos. Esta característica lo convierte en una excelente fuente de proteínas para aquellos que buscan mantener una dieta equilibrada y satisfactoria.

Junto con su alto contenido en proteínas, el queso mató destaca por su bajo contenido en grasas, con apenas una cuarta parte de la presente en el queso fresco. Esta cualidad lo convierte en una opción a tener en cuenta por aquellas personas que necesitan reducir su ingesta de grasas o controlar su peso. Además, su facilidad de digestión lo hace adecuado incluso para aquellos con estómagos sensibles, lo que amplía su atractivo como alimento versátil y saludable.

Vitaminas y calcio

Aunque el queso mató aporta la mitad de calcio en comparación con la leche, sigue aportando una cantidad considerable. Una porción de 100 gramos contiene 150 miligramos de calcio, lo que representa el 15% de las necesidades diarias recomendadas para adultos. Las ventajas de consumir calcio son bien conocidas: es esencial para mantener la salud ósea, ya que forma parte fundamental de la estructura de nuestros huesos, lo que lo convierte en un aliado para prevenir la osteoporosis.

Además, desempeña un papel crucial en la regulación de diversas funciones musculares y nerviosas en nuestro cuerpo, entre las cuales, la contracción muscular, la transmisión de señales nerviosas y la regulación del ritmo cardíaco.

No podemos olvidar, por último, que también contiene vitaminas B1, B2 y ácido fólico, es decir, vitamina B9. Estas contribuyen al bienestar general y al funcionamiento óptimo del organismo. Ayudan en la producción de energía, mantienen la salud de la piel, los ojos y el sistema nervioso, el desarrollo celular y la producción de ADN, y son especialmente importantes durante el embarazo para garantizar el desarrollo adecuado del feto