El mes de julio se estrena con altas temperaturas en toda España y cuando el mercurio supera los 35 grados, las comidas calientes hacen sudar con tan sólo pensar en ellas. El verano es sinónimo de helado, refrescante y sabroso: algunos nutricionistas lo engloban dentro de las comidas 'divertidas'.

A partir de este mes, no hay parque, paseo marítimo o merendero que no cuente con un chiringuito o puesto de helados comerciales. Los locales que ofrecen helados ‘artesanos’ vuelven a florecer, con la esperanza de recuperar cifras de ventas prepandémicas.

Entre los helados caseros y los comerciales hay grandes diferencias en cuanto al valor nutricional. Como remarca la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), si bien buena parte del helado es aire, la otra mitad es "una combinación de grasas, proteínas, azúcares y agua en un proporciones muy variables".

Según los autores de un estudio de la Universidad de Ciencias de la Pesca y Animales de Maharashtra, en la India, el helado contiene de tres a cuatro veces más grasa que la leche y aproximadamente un 15% más de proteína. También cuenta con otros productos alimenticios como frutas, nueces, huevos, frutos secos y azúcar, que aumentan su valor nutritivo. Su consumo moderado, puede incluirse en la dieta de las personas que necesitan reducir o que no desean aumentar de peso.

Algunos estudios identificaron que el contenido de colesterol de los helados comerciales puede ser de aproximadamente entre 45 mg por 100 gramos, lo que según señalan, puede derivar en distintas enfermedad cardiovascular, diabetes o hipertensión. Estos están compuestos por una mezcla de ingredientes alimentarios como productos lácteos, materiales edulcorantes, estabilizantes, colorantes, sabores y productos de huevo.

Helados hay de muchos tipos y como todo en esta vida, tienen hasta su categorización científica en varios grandes grupos. Primero, el helado simple, hecho a partir de diversos productos lácteos y con la adición de un solo sabor. En segundo lugar, estaría el helado de frutos secos, el de frutas, la mousse, las natillas heladas, los pudines y la leche helada (que contiene aproximadamente un 4% de grasa). Cierran la clasificación los helados elaborados a partir de concentrados y los sorbetes.

Sandía

Teniendo en cuenta la cantidad de grasa que pueden contener los helados comerciales, la opción más sana para este verano son los caseros. “Yo recomiendo mucho la fruta, en particular la sandía bien triturada. Si se congela previamente, al pasarla con el robot de cocina, se puede preparar una mousse lista para consumir al momento”, indica la nutricionista Jimena Toselli de la policlínica Maio.

Al no tener más añadidos, el organismo recibe los beneficios de la sandía tales como vitaminas B9, A, B6 y C, además de folato y zinc, elementos que contribuyen al normal funcionamiento del sistema inmune. También es una de las frutas más diuréticas, gracias a estar compuesta por agua en un 95%. Apenas tiene calorías, 100 gramos de sandía aportan únicamente 20 calorías.

Además, es una importante fuente de betacarotenos, pigmento con efecto antioxidante que previene problemas para la salud como la degeneración macular, y protege el sistema neurológico gracias a su contenido en potasio, 120 mg por 100 gramos, y magnesio, 11 mg por 100 gramos. Por último, otro de sus componentes, la L-citrulina, al consumirse se convierte en un aminoácido, L-arginina, que contribuye a relajar los vasos sanguíneos y a mejorar la circulación.

Plátano

“Otro de los helados caseros que recomiendo es el de plátano chafado”, ha afirmado la nutricionista. Su alto contenido en fibra puede reducir el riesgo de padecer cáncer de colon y las vitaminas que se encuentran en su composición, E, A y C, cuidan los ojos, los pulmones y el sistema inmune. También es rico en B2, clave para la producción de glóbulos rojos.

Este alimento también contribuye positivamente al estado de ánimo, gracias al L-triptófano y al potasio, que ayudan a mitigar la disminución de la serotonina en el cerebro a causa de la ansiedad y la depresión. Asimismo, según el índice de 'Oxigen Radical Absorbance Capacity', encargado de medir el poder antioxidante de los alimentos, un solo plátano obtiene un valor de 880 unidades, siendo la recomendación diaria de 3.000 a 5.000.

En cuanto a la pérdida de peso, esta fruta tiene un alto contenido en pectina, una fibra que promueve la sensación de saciedad y la grelina, una hormona clave en la función reguladora de la alimentación y el control del peso corporal.

Frutas con hueso

La experta recomienda hacer helados con frutas con hueso, aprovechando que viene la temporada de este tipo de alimentos, como el melocotón o el albaricoque. Ya que consumir frutas de temporada es más sostenible para el medio ambiente, tienen mejor sabor e incluso son más baratas.

En cuanto a los nutrientes que pueden aportar al helado casero están la vitamina C, A, además, por su contenido en carotenoides, cuidan la salud ocular. También, el alto contenido en fibra de este tipo de frutas ayuda a reducir los niveles de colesterol y a prevenir problemas gastrointestinales.

Kéfir

Si se prefiere aportar una mayor cremosidad a los helados caseros, mejor que el yogurt es el kéfir, según señala la nutricionista. A pesar de tener propiedades similares, no son alimentos iguales. Mientras que el yogur está fermentado por las bacterias Streptococcus thermophilus y Lactobacillus bulgaricus, en la fermentación del kéfir actúan Lactobacillus kefir y especies diversas del género Leuconostoc, Lactococcus y Acetobacter. Estas bacterias producen la fermentación láctica y la etílica, derivada de la acción de las levaduras que fermentan la lactosa como Kluyveromyces marxiamus y Candida kefir.

Ambos son alimentos probióticos que influyen de forma positiva y beneficiosa sobre la microbiota del intestino, debido a los microorganismos que los componen. En cuanto al valor nutricional del kéfir, es rico en triptófano (un aminoácido esencial en la nutrición humana), magnesio, fósforo, calcio y vitaminas B y K. Estos nutrientes previenen la hipertensión, el sobrepeso, promueven la salud ósea y además, contribuyen al control de la saciedad.

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