Saltarse el desayuno es una práctica muy común dentro de estrategias alimentarias como el ayuno intermitente. La forma más fácil de llevarlo a cabo es, o bien saltarse la cena, o bien saltarse el desayuno, o ambos si se quiere hacer un ayuno de mayor duración. Sin embargo, esta herramienta no siempre tiene como finalidad reducir el valor calórico total o nutricional del día, sino comprimir la ventana de consumo de alimentos en menos horas.

Este último aspecto es muy importante, y la gran mayoría de la población suele pasarlo por alto, como acaba de corroborar un estudio a cargo de Christopher Taylor y sus colegas de la Facultad de Medicina de la Universidad Estatal de Ohio: saltarse el desayuno, algo que por sí solo no provoca ni 'debilidad' ni 'desmayos' como se suele creer, implicaría perder nutrientes que no se recuperarían a lo largo del día.

Al menos eso sugeriría el análisis de datos de más de 30.000 adultos estadounidenses, cuyos resultados se han publicado recientemente en Proceedings of the Nutrition Society. Y es que, según Taylor y sus colegas, el mero hecho de saltarse el desayuno implicaría reducir significativamente el consumo de calcio, vitamina C, fibra y otras vitaminas y minerales que pueden encontrarse en los cereales fortificados: la población general no consume desayunos ideales, pero los desayunos típicos sí presentan los micronutrientes necesarios.

Y la cosa se complicaría a lo largo del día: si estos nutrientes no se consumen en el desayuno, existe tendencia a no consumirlos tampoco a lo largo del día, dado que son micronutrientes que se encuentran en alimentos que la población suele relacionar con el desayuno y no con otras comidas. Al final, como explica Taylor, se produce una brecha nutricional importante.

Micronutrientes del desayuno

Según las actuales pautas dietéticas del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, micronutrientes como el calcio, potasio, fibra y vitamina D son considerados "componentes dietéticos de importancia para la salud pública" en los Estados Unidos; sin olvidar la suplementación con hierro en el caso de mujeres embarazadas, pues la escasez de este último se ha asociado con problemas de salud durante el periodo de embarazo.

Como bien recuerda Taylor, la mayoría de los estudios previos sobre el desayuno se han relacionado con la omisión de esta comida en niños y adolescentes, y en los posibles problemas de concentración y conducta secundarios a saltarse dicha comida. Pero en los adultos no es un tema tan estudiado.

Así pues, y gracias a datos de 30.889 adultos de 19 años o más que participaron en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (NHANES) de los Estados Unidos entre los años 2005 y 2016, los investigadores de Ohio pudieron analizar datos dietéticos de 24 horas que los participantes aportaron como parte de la encuesta. En total, el 15,2% (4.924 participantes) de la muestra informaron que se saltaban el desayuno.

Los investigadores tradujeron los datos de alimentos en estimaciones de nutrientes y equivalentes de MyPlate usando la base de datos federal de alimentos y nutrientes para estudios dietéticos y las pautas dietéticas diarias, y compararon esas estimaciones con las ingestas de nutrientes recomendadas por la Junta de Alimentos y Nutrición de las Academias Nacionales de los Estados Unidos.

Según varias recomendaciones medidas, incluyendo micronutrientes como fibra, magnesio, cobre o zinc, se identificó que aquellos que no desayunaban ingerían menos vitaminas y minerales que los que sí desayunaban. Así mismo, las diferencias eran incluso más pronunciadas en los casos del ácido fólico, calcio, hierro y vitaminas A, B1, B2, B3, C y D.

Dieta general de menor calidad

Por otro lado, y usando el índice de alimentación saludable de 2015, los participantes que no desayunaban también tenían una dieta general de menor calidad, en comparación a los que sí desayunaban.

Un ejemplo eran los azúcares añadidos: los participantes que no desayunaban tenían tendencia a comer más azúcar añadido, carbohidratos y grasas totales durante el resto del día, algo que se debía en parte a los snacks que realizaban durante el resto del día.

Por su parte, si bien es cierto que los que sí desayunaban consumían más calorías totales a lo largo del día, los que se saltaban el desayuno aumentaban su ingesta durante la comida, la cena y los snacks diarios, dando lugar a una dieta de peor calidad aunque con menor densidad calórica total.

Para finalizar, los mismos investigadores son conscientes de las limitaciones de su estudio: solo se estudió a población de los Estados Unidos, mediante encuestas y no mediante un ensayo clínico controlado. Además, solo se estudiaron 24 horas de la vida de cada participante, y no semanas o meses completos como tal.

Aún así, dado el tamaño de la muestra estudiada, con más de 30.000 participantes durante varios años, los investigadores sugieren que se trata de una instantánea representativa de un día típico en el país norteamericano. Pero, como siempre, será necesario seguir investigando al respecto.

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